Ayden.
— ¡Feliz cumpleaños! —grita Caroline cuando entra a mi habitación.
Venir a mi cabaña, esperar a las 12 de la noche e irrumpir en mi cuarto para felicitarme por el día de mi nacimiento es algo que también hizo el año pasado. Su tono de voz es potente aunque hable en voz baja, así que actúo como si estuviese sorprendido, porque ya había escuchado sus susurros con mi madre en el living mientras esperaban que el reloj marque el comienzo de un nuevo día.
— Gracias, tía —digo mientras se inclina hacia la cama y nos abrazamos.
— ¡Caroline, te dije que me esperes! —bromea mi madre y la aparta para darme un beso en la frente—. Feliz cumpleaños, hijo.
— A ti también gracias, mamá —agradezco todavía sin dejar de sonreír.
— Tengo un regalo para ti.
La sonrisa de Caroline se ensancha enormemente y no puedo evitar contagiarme.
— Pues, dámelo —digo mientras abro las palmas de mis manos.
— Tienes que venir hasta el living. Es muy pesado para traerlo.
Veo como le dedica una mirada pícara a mi madre y ambas intercambian un gesto que se me dificulta comprender.
— El médico me dijo que haga reposo.
— ¡Eres un mentiroso! Ha dicho que puedes levantarte, sin hacer movimientos bruscos.
Pongo los ojos en blanco y aparto las mantas de mis piernas. Los shorts que traigo puestos no logran tapar por completo las gasas que todavía traigo alrededor de mi muslo. Me quedo unos segundos contemplando la zona con tristeza hasta que finalmente decido levantarme.
Mi humor ha pasado de estar feliz a triste nuevamente en un abrir y cerrar de ojos.
— Deja que te ayudo
— Estoy bien, Car. Puedo solo.
— Yo me iré a descansar —dice mi madre—. Luego te daré mi regalo. No puedo competir con el de ella ahora mismo.
— De acuerdo —contesto entre carcajadas.
Sigo a Caroline con un paso lento aunque ya no estoy adolorido. Ahora mi miedo es estirar demasiado la pierna y volver a sentir aquellos horribles pinchazos.
Atravesamos todo el pasillo y al llegar a la puerta que da hacia el living, lo único que puedo ver es pequeña lucecita de mi ordenador titilando intermitentemente entre la oscuridad.
— Vale —exclama y se da vuelta hacia mí con una sonrisa enorme—. Espero que te guste. La verdad es que no sabía que traerte, entonces pensé, ¿qué puedo... —logra decir antes de que la corte.
— Caroline. ¿Puedes dejar de hablar tanto? Enciende la luz de una vez por todas.
— ¡Tú siempre tan aguafiestas!
— ¡Y tú siempre tan charlatana! Muévete, déjame a mí.
Alargo un brazo en busca del interruptor y hago caso omiso de sus palabras.
— ¡Arruinarás la sorpresa, estúpido! —farfulla mientras tironea de mi brazo.
Justo antes de apretar el pestillo de la luz, una mano caliente se posa sobre la mía (que curiosamente todavía no he apartado) y lanzo un pequeño gritito.
— No, no, no. Tiene que ser una broma —digo y me aprieto la boca con la mano libre para contener el sollozo de mi llanto.
— ¿¡No vas a encenderla!? —pregunta Caroline demasiado entusiasmada.
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Mi Casualidad Eres Tú
Roman d'amourUn encuentro que derriba esquemas, porque el amor verdadero no tiene límites. Es una novela para lectores con la mente muy abierta. Dicho esto, y si todavía te crees capaz de soportarlo, te invito a que te aprietes el cinturón y disfrutes del viaje...