From fragments of hearts

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¡Hola! Bueno, esto lo tenía listo desde hace como un mes, o más, pero sin betear. Al fin me animé a betearlo y subirlo, aunque estoy muy nerviosa e insegura sobre ello; no sé cómo se lo tomarán. Realmente amo el AkaKen, así que en un momento difícil, a modo de catarsis, decidí escribir algo así justo con ellos. Ojalá haya más personas que aprecien la ship, y esto pueda gustarles.

Gracias a quienes lean, y si además alguien se toma el tiempo de dejarme un precioso review, ¡le mando un enorme abrazo! Porque no se imaginan cuánto me alegran con ellos. Y así también podría saber si la ship les agrada y atreverme a escribir más de ellos.

Saludos,

Cam.-

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"Debes decírselo. No pierdes nada y quizá ganes mucho. Vamos, inténtalo. A pesar de todo ambos son maduros, y si por algún motivo no resulta, podrán dejarlo atrás y tú podrás pasar la página. Pero si resulta... ¿no te hace ilusión pensar en ello?"

Las palabras de Shōhei hacían eco en su cabeza. Kenma nunca había pensado en el amor. No hasta que le había golpeado de un modo aturdidor a través de un pequeño, pequeñísimo ataque de celos. Nunca antes lo había sentido; ese dolor en las tripas, la opresión en el pecho, el nudo en la garganta y un sentimiento similar a la ira burbujeando en sus venas. Pero le había tocado sentirlo y aquello había conseguido que luego de diez años, estando ya en primer año de preparatoria, fuera consciente de cuán enamorado estaba y de lo posesivo que era.

Porque estaba enamorado, no podía ser otra cosa. No sentía eso por Tora o Shōhei y había leído suficiente en Internet como para buscar el perfil al que sus síntomas, como había decidido llamarlos, mejor se ajustaban. Y eso era enamoramiento. Kozume Kenma, con quince años de edad, admitió aquello para sí mismo. Con temor, con ansiedad e inseguridades.

Admitió que estaba enamorado de su mejor amigo de infancia, Kuroo Tetsurou. El que por diez años había sido su único amigo. El que le protegía de todo lo que le atemorizaba. El que le sacaba sonrisas, iluminando un poco el agujero negro que era su vida.

El que le había fallado esa noche, por primera vez.

A él le había extrañado que no contestara el celular a los pocos segundos. Cuando la llamada entró al buzón Kenma cortó e intentó otra vez. Lo hizo cinco veces, y ninguna hubo respuesta.

Se había preocupado tanto que le había dejado un mensaje, ignorando sus propios problemas. Ignorando los gritos de sus padres en el piso de abajo, la decisión de divorcio que le habían comunicado media hora atrás.

La decisión de que, en menos de un mes, quizá debería marcharse con su madre a otra escuela. A otra ciudad.

Marcharse del lado de Kuroo.

Apenas logró dormir aquella noche y la respuesta no llegó hasta alrededor de la una de la tarde del día siguiente, en forma de una llamada.

—¿Kuro...? ¿Estás bien? —preguntó, intentando no expresar tanta ansiedad en su voz.

—¿Eh? ¡Ah, sí! Perdón, me quedé si batería y recién llegué a casa. ¿Qué ocurrió?

—¿No estabas en tu casa? —volvió a preguntar, algo más tranquilo, pero con curiosidad.

Kuroo no le había dicho que saldría y siempre se lo decía. Con un mensaje, con una llamada o yendo a su casa. Porque en caso de que algo ocurriera Kenma podía huir a casa de Kuroo y refugiarse ahí, y su amigo le avisaba porque así también le decía dónde había escondido las llaves de repuesto en esa ocasión. No lo había olvidado ni una sola vez en todos esos años.

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⏰ Última actualización: Feb 08, 2017 ⏰

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