»Parte única«

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Los días de SeHun eran realmente tranquilos y pacíficos. Su rutina consistía en despertar y disfrutar de su día a día. Si tuviera que compararse sus días con el clima, en su reporte meteorológico no había ni una sola nube de tormenta a kilómetros a la redonda.

Bastardo suertudo.

Ni siquiera era porque tuviera una suerte extraordinaria o algo por el estilo. Tampoco es que fuera un niño bendecido por grandes dotes y miles de talentos. Bueno sí, era guapo. Pero ahí moría el asunto, no cocinaba, no lavaba, no planchaba y mucho menos tenía una excepcional voz.

Nació, era atractivo a más no poder y robaba el aire del planeta. Sip, ese sería una buena forma de resumir la vida de Oh SeHun.

Era su aura serena la que atraía la paz a su alrededor.

En la universidad era admirado por eso, mientras que unos eran adorados por su talento musical y otros admirados por sus brillantes mentes. Oh SeHun era venerado por la tranquilidad que emanaba. Incluso en temporadas de exámenes ver su rostro sereno hacía que alumnos neuróticos, casi al punto de un desmayo por los nervios de rendir 4 pruebas en un mismo día y presentar dos trabajos para dos de los profesores más exigentes de sus facultades. Una gran bendición para aquellos que se estresaban con facilidad y necesitaban algo de apoyo moral para no intentar tomar un arma y darse un tiro, o lo que otros encontraban más práctico y más poético, arrojarse por el río Han.

Ah, los chicos y su dramatismo estudiantil.

Pero bueno esta es la historia de SeHun el sereno, no la de "cómo rendir exámenes y no morir en el intento". En fin, la vida de SeHun era un equivalente a un algodón de azúcar, a una roja y dulce manzana acaramelada. Es más, SeHun despertó esa mañana con el presentimiento de que sería una grandiosa semana, y un grandioso año, porque ¿a quién le importaba que no fuera Año Nuevo? Si SeHun decía que sería un buen año, así sería.

Ay, pobre alma en desgracia.

Esa fatídica semana comenzó con un fantabuloso increíble día lunes, soleado a más no poder, increíblemente fresco. Gracias a todos lo dioses habidos y por haber porque SeHun detestaba el sudor cubriendo su cuerpo y mojando sus camisetas.  Las primeras horas de clase no marcaron alguna significante diferencia en su rutina diaria, todo iba perfectamente bien.

Hasta que el principio del final llegó al mediodía , para ser precisos la hora del almuerzo. SeHun y su trib-… perdón SeHun y sus amigos tomaban su merienda en una de las mesas de la cafetería, donde al parecer las cocineras sintieron algo de compasión por todos esos estudiantes con ojeras y lenguas afuera leyendo hasta en el baño sus apuntes antes del siguiente examen. Se lucieron ese día, prepararon todo exquisitamente, salido de algún buffet de primera clase y no comida de cuarta con alguna cola de rata que solían preparar día a día.

Esta bien, no era cola de rata lo que encontraban en sus platos pero muchos alumnos afirmaban  que algo salía arrastrándose de su plato en alguna ocasiones.

Por eso nadie dudaba que  el día de SeHun era una perita en dulce. Hasta que algo literalmente salió debajo de mesa y lo arrastró a un caos que cambiaría su vida por completo; y si SeHun tan sólo se imaginara que ese algo estaba para quedarse permanentemente, nunca hubiera ofrecido su mano para ayudar a la criatura.


•••

« Tus ojos, tu nariz, tus labios

¿Van a seguir siendo bonitos no importa cuanto los vea? »

La mesa de SeHun se encontraba sumida en un silencio sepulcral, interrumpido sólo por el parloteo sin sentido de Kim JongDae. Otra joyita en la universidad; dormía en clase, si se acordaba entregaba sus trabajos y rara vez lo veías estudiando. Aún así conseguía la nota necesaria para pasar de curso.

Fateful Days »HunHan«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora