El otro día estuve recordando el porqué de todo esto, preguntándome ¿Por qué la amo? y recordé el día que la conocí, y entonces todo estuvo claro:
- ¿Por qué es tan importante? – pregunté, yo tenía siete años en ese entonces, de hecho, los cumplía ese mismo día, estaba enfadado ya que mi fiesta ese año sería un poco diferente de lo que solían ser.
- Pues, verás ... - dijo mi padre mientras frotaba mi cabeza – nuestro reino es muy fuerte y nuestra gente a menudo se ve amenazante para el resto de reinos, y de hecho es así – sonrió – pero a la vez no, no somos como nos vemos ... pero si ... - se detuvo un momento algo confundido, se sentó a mi lado y continuo – nosotros somos fuertes pero solos ante un ataque caeríamos fácilmente, al igual que cualquier otro reino – tomó mi pequeña mano entre las suyas – ¡pero juntos! ¡juntos no habrá ningún peligro! Ni para ellos, ni para nosotros por eso nos reunimos cada cierto tiempo, no es solo diplomacia, no es solo una cortesía – me miro a los ojos – fortalecemos los lazos. A veces solo una sonrisa o unas simples palabras de apoyo son razones suficientes para no iniciar una guerra, porque te recuerdan que somos amigos, así que – me levanto en brazos - ¿me ayudaras? – sonrió. Y yo acepté.
Aquel día llegarían familias reales de diferentes reinos, como decía mi padre, a fortalecer lazos. Al llegar todos, mi madre me dio una palmadita en la espalda empujándome suavemente al frente - ¿Por qué no tratas de hacer unos amigos cariño? – dijo ella.
Bien, si padre estaba fortaleciendo los lazos del reino yo me encargaría de que a través del tiempo no se perdieran, o al menos eso pensé. Haría tantos amigos como pudiera, y así me dirigí a donde se encontraban los demás niños.
- Hola - los salude- mi nombre es Tom, bienvenidos a mi fiesta – jaja ahora que lo recuerdo yo era una monada con cuernos. Los demás me saludaron y estuvimos conversando un rato – no está mal – pensé en ese momento, a los cinco minutos descubrí que tener amigos que no son de este reino era divertido, ellos eran de lugares diferentes y hablaban de cosas y lugares que yo no conocía ... - sería divertido hacer esas cosas y ver esos lugares juntos – pensé.
- Oye, Tom, ¿me puedes traer algo de beber? – me dijo una de ellos.
- Claro – respondí, así que me dirigí a la mesa. Cuando iba a regresar me fijé en una niña que estaba sentada sola en un rincón, era algo gordita y tenía dos rubias coletas pequeñas; pensé que podía ser tímida y sentirse sola, así que me dispuse a ir con ella e invitarla a juntarse con nosotros, pero entonces una mano en mi hombro me detuvo, era uno de mis nuevos amigos.
- Si vas a hablar con ella pierdes tu tiempo.
- ¿Qué? – no entendí.
- ¿No has oído hablar de ella? Todos dicen que tiene problemas de autocontrol, no es como las otras princesas, ella es más ... como una bestia.
- ¡¿Qué?! – quite su mano de mi hombro – ¿acaso han hablado con ella? ¿Cómo pueden juzgarla así? Y hablar de ella así – yo podría no saber nada de ella, pero si algo me habían enseñado era que no se juzgaba a una persona sin conocerla antes, además sentí una gran decepción de aquellos en quienes me había atrevido a pensar como amigos.
Y así me dirigí a hablar con ella.
- Hola – le saludé algo tímido, pero no me respondió – hola – insistí, pero siguió sin responderme – vaya, me he peleado con ellos por nada – susurre.
- Pues si te arrepientes vuelve con esos falsos – me dijo ella cruzando los brazos.
- ¿Eh?
- Si tanto te agrada la gente falsa puedes volver con ellos – y se volvió a voltear.
- ¿Cómo que falsos?
Entonces tomó mi cara y la giró hacia ellos – ¡tienes tres ojos y no lo ves! son tan falsos, te hablan bien y te dejan juntarte con ellos, pero en cuanto se dan cuenta que eres diferente de ellos te echan sin más.
- ¿Entonces ya te has juntado con ellos? – pregunté
- Pues claro – me respondió – pero en cuanto les propuse ir a montar guerricornios en la sala del palacio dejaron de hablarme.
- ¿Guerricornios? ¿Qué son?
- Son como los caballos de aquí y con un cuerno en la frente ... solo que estos están vivos.
- ¡Vaya! ¡Eso suena divertido!
- ¡¿Verdad?! – dijo sonriéndome. Y me extendió su mano – soy Star -.
- Soy Tom – respondí y estreché su mano. Creo que fue mi primera amiga de fuera.
- ¿Y entonces ...?
- ¿Entonces qué?
- ¿Quieres montar un guerricornio? – me miró con unos ojos traviesos – o ...
- ¿O?
- O acaso ¡eres un cobarde! – se burló -.
- ¡Claro que no!
- ¡Entonces vamos! – tomó mi mano y me llevó fuera del palacio. Nos dirigimos a los establos – vaya, no tienen guerricornios – dijo mientras examinaba cada animal dentro. Hasta que encontró uno que llamó su atención – este es bueno – sonrió.
Cinco minutos después ambos estábamos tratando de sujetarnos del lomo de un enorme hámster-dragón escupe fuego, el que se dirigió derechito a palacio, donde aterrorizo a cada invitado
En fin, los guardias tuvieron que detener a Henry, así se llamaba el hámster-dragón y era la mascota de mi madre.
- ¡Tom! ¡¿Qué has hecho?! – me reclamó mi madre.
- Está bien – intervino una voz – no ha sido su culpa – luego de mirar a Star se dirigió a mi madre – Star siempre causa este tipo de problemas, lo siento – era su madre.
- Pero Tom también es responsable de esto, y asumirá su responsabilidad – decreto mi madre.
A ambos nos sentaron en una mesa prohibidos de movernos de ahí.
- Lo siento, todo esto ha sido mi culpa – me dijo arrepentida.
- No te preocupes, yo no te detuve. ¡Es que esto no suele ser tan aburrido! Normalmente habría juegos de guerra y monstruos corriendo por todas partes.
- ¿En serio?
- Si, mis cumpleaños suelen ser así, pero como esta es una reunión formal ... mira, hasta me han hecho ponerme un traje y todo.
- Jaja pero te queda bien – me dijo – con tus cuernos y todo te ves genial, me gustarían unos como los tuyos – y se recostó en mi hombro mientras los miraba. y ahí mismo salí corriendo.
Cuando volví la fiesta había terminado y no quedaba nadie en el salón. Así que corrí afuera, y ahí estaban todos los invitados yéndose de regreso a casa; corrí entre todas las carrosas hasta que encontré a Star.
- ¡Espera! – la detuve - ¡toma! Le di una vincha con cuernitos. Me sentí tan avergonzado, fue lo único que pude encontrar entre mis cosas. Pero ella la tomó y se la puso.
- ¡Gracias! – me dijo - las conservaré.
Desde día pasaron dos cosas: no dejé de usar traje y tampoco dejé de pensar en
Star.