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Krystal se aparece a cada rato sin razón y llora junto a la pelusa, pero Marte no ha visto a Theo en semanas y eso le preocupa más que las lágrimas de su enfermera, por egoísta que suene. Ignora sus lágrimas y sus lamentos mientras se recuesta contra la pared gris y traga lo que Krystal le ha llevado tan solo para mantenerse con vida.

Como es lo usual, Mar no sabe ni el día ni la hora en que se decide a preguntarle a Krystal qué le sucede. En ese momento su voz suena rota, casi falsa. Como si el sonido que sale de sus labios no lo estuviera emitiendo ella. Es absurdo, pero es lo que sucede cuando no hablado con nadie en semanas.

—Donovan está muy enfermo y no puedo ir a verlo —La enfermera rompe en llanto una vez más antes de seguir hablando—. Él siempre se ha quedado con mi madre en casa, desde que trabajo aquí no puedo salir. Esta mañana mamá me ha llamado para decirme que le mande dinero para los medicamentos. No me ha dicho que tiene, pero su padre y su abuelo murieron de cáncer, ¿qué tal si le está sucediendo lo mismo?

Krystal vuelve a llorar, solo que esa vez se cubre los ojos con las manos. Mar sonríe.

—¿Por qué no renuncias y ya? —dice al cabo de unos segundos.

—Las cosas no son así de sencillas por aquí, Mar. La gente es una responsabilidad demasiado grande como para renunciar.

Mar casi explota y suelta todo lo que contiene. Casi se abalanza sobre la enfermera y clava sus cortas uñas en su cuello como si ella fuera la culpable de toda su desgracia mientras grita a los cuatro vientos que el mundo la tiene cansada, que extraña a Theo, que quiere ver a Aaron, que su madre le arruinó la vida...Casi. Clava la vista en los ojos claros de la mujer y vuelve a sonreír, una sonrisa dulce ilumina su pálido rostro.

—Donovan estará bien. —asegura, y suena casi a una promesa—. He conocido a un ángel, su nombre es Theo Ruffini. Viene aquí de visita, pero ha pasado tanto tiempo conmigo que sus alas le han sido cortadas. Él está allá afuera y no dejará que nada malo le pase a Donovan.

—¿Cómo lo sabes?

Krystal sabe que no está haciendo su trabajo, pero se siente bien la irracional tranquilidad que las palabras de la joven le transmiten.

—Él cuida a todas las personas que pasan por mi cabeza porque él vive ahí. Espero que vuelva algún día, mientras este siempre será su hogar. —dice Mar señalando en dirección a su cabeza.

—¿Me cuentas algo más de ese tal Theo? —pregunta Krystal. Para ese momento la enfermera ya ha parado de llorar.

—Es un meteorito. Como Donovan es tu meteorito.

—¿A qué te refieres exactamente, querida Mar?

—Nosotras, querida Krystal, somos supernovas. Ya hemos explotado. A diferencia de las supernovas comunes, hay algo que nos mantiene vivas; un meteorito.

Krystal frunce el ceño sin comprender.

—Theo y Donovan son un fenómeno brillante en nuestro cielo, ¿o me vas decir que no?

Marte sonrió.

—Mejor no digas nada. Vete y descansa, no se te ocurra preocuparte por mi.

Y Krystal le hace caso. Sale y piensa en lo que la muchacha le ha dicho, pero por alguna razón no le parece que esté loca, sino que tiene razón. Espera que ese tal Theo exista, que cuide a Donovan.

Tal vez ella también esté loca, si, tal vez lo esté. O quizás solo son la fe y la esperanza lo que le está calando el cerebro, tal como le había sucedido a Marte.

De supernovas y meteoritos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora