CAPÍTULO 3:
Ya habían pasado por aquí. No le cabía duda: estaba cabalgando en círculos. La misma gran roca que obstaculizaba un poco el camino, los mismos árboles gigantes caídos al suelo en forma de muralla, sus mismas huellas que ya pensaba haber dejado atrás. Si alguna vez se había planteado volverse loco, ese era el momento idóneo.
Miró a su alrededor, en busca de otra alternativa diferente al camino que le mostraban los árboles caídos, pero nada.
El caballo empezaba a ralentizar su paso, y Owen estaba sediento. Aún queriendo parar, no podrían allí. No había ningún avistamiento de agua donde saciar la sed ni tampoco pasto para calmar el hambre de Neón, como recientemente había bautizado a su compañero equino. Todo estaba seco, parecía carecer de la vida que tanto abundaba en su anterior tramo, era como otro bosque aparte.
Un cuervo apareció de la nada, volando varios metros por encima de Owen, donde graznó amenazadoramente.
Y entonces se le ocurrió una idea.
Mandó a Neón ponerse en frente de uno de los grandes trocos que prohibían optar por otro camino que no fuera el señalizado, premió al caballo con palmaditas en el cuello, y le ordenó que galopase hacia el árbol, donde saltó como nunca antes. Al caer sus largas crines azabache rebotaron en su ancho cuello, al igual que el cabello castaño de Owen en su cara, obstaculizándolo así de ver lo que acabó siendo un accidente desastroso.
Rodó hasta darse de bruces contra una piedra. Levantó la cabeza palpándose con las manos rasgadas la parte del pecho, buscando…
El mismo cuervo de antes, graznó de nuevo, pero esta vez no se encontraba a varios metros de altura, sino en frente de Owen, posado en la parte trasera de la silla de Neón, el cual se sostenía en tres patas.
Se fijó más atentamente en el cuervo. Algo colgaba de su pico…algo que le resultaba bastante familiar: ¡El colgante!
Se levantó corriendo, y después de desestabilizarse por el insoportable mareo que sufría, quiso arrebatarle su colgante, pero en cuanto el cuervo supo sus intenciones, meneó la cabeza negativamente, abrió sus alas y las batió hasta llegar a una rama de uno de los pocos árboles que quedaban en pie.
Ambos se miraban. Owen pensaba que era absurdo enfadarse con un animal.
-¿No escuchaste a la lavandera o qué?-preguntó el ave todavía con el colgante en su pico-. He visto a muchos idiotas, pero tú eres, sin duda, el más idiota de todos.
La mirada de Owen se lo decía todo al cuervo. Decididamente el golpe había sido demasiado fuerte.
-Te advierten de que el hecho de seguir el camino solo te traerá muerte, ¿y tú la ignoras? Idiota, idiota, idiota -repetía cada vez con un tono más bajo.
-¿Y que debería haber hecho? Mi familia ha muerto, mi amigos también, y si regreso me sucederá lo mismo.
La extraña ave pareció recapacitar puesto que sobrevoló los metros que nos separaban y se volvió a posar sobre la montura de Neón, el cual arrancaba unas pocas hierbas verdes que se asomaban entre unos matorrales.
-Hagamos un trato: yo te devuelvo el colgante, te muestro el camino para salir de este asqueroso laberinto de troncos y tú me acompañas hasta el centro del bosque.
-¿Qué eres?-preguntó Owen intentando saciar la curiosidad que le carcomía por dentro.
-Un cuervo.
-¿Y cómo es que puedes hablar?
-Por el simple hecho de que no soy un cuervo, ignorante humano.
<Paciencia, paciencia. Owen, ese cuervo tan irritable es tu única salvación, debes de tener paciencia>. Después de una larga espera, el ave se dignó a contestar.
-Soy un teriantrópodo.
-¿Un qu..?
-¡Ya basta de preguntas! ¿Aceptas o no?
Owen alzó su brazo, y el cuervo dejó caer el colgante en la palma de su mano.
Había cerrado el trato. ¿Se arrepentiría de haberlo aceptado?
Se subió al caballo, y, después de colocar correctamente los estribos y ajustar la cincha, dirigió la mirada a la cruz de Neón, donde a duras penas, se encontraba el cuervo posado.
-¿Para qué quieres ir al centro del bosque?- lo preguntó como si al él no le interesara saber lo que se hallaba en el centro del legendario Gran Bosque, lo cual era claramente mentira.
-Quiero conocer a Aurora.
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Aurora, un alma pura ©
FantasyUn bosque donde refugiarse, donde perderse y donde morir. Por muy ameno que pudiese parecer, el Gran Bosque siempre tuvo una reputación a la que temer. Las bestias que albergaba entre sus árboles, las mortíferas plantas que crecían en sus tierras, l...