Capítulo 7

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119 días.

Miraba las agujas del reloj, moverse con lentitud. Tic tac. Su constante sonido me volvía loco de muchas maneras, no aguantaba más. Solo deseaba que la clase se acabara y así poder presenciar finalmente la nota de mi examen. No tenía expectativas muy altas, pero no podía ser un total pesimista. Sabía que mi promedio peligraba bastante, si no sacaba más que un seis, podría reprobar Historia y quedarme en la escuela de verano; cosa que cualquier estudiante cuerdo no desea eso ni a su peor enemigo.

Historia, junto con Matemática, eran las dos materias que más veíamos los estudiantes de penúltimo año durante la semana; cuatro veces en total. Con la segunda no tenía problema, la verdad, solía destacar con facilidad en esa clase. En cambio, Historia, uhm, para no decir malo, soy un fracasado. No sé cuándo mi problema empezó, supongo que al entrar a la secundaria no le veía lógica memorizar fechas de sucesos ya pasados; además de que todos mis profesores de dicha materia han sido el diablo en persona. El profesor Blake era el que menos me daba miedo, aun así era muy duro en sus clases y pedía casi la perfección en sus pruebas. Me aburría mucho en esa clase, y mis trasnochos usuales en días de semana no me ayudan a prosperar en la clase con el señor Blake.

Tic tac.

No me había fijado, pero mordía con especial fuerza la punta de mi lápiz. Blake copiaba los puntos que íbamos a tratar en nuestro nuevo tema, La Revolución Francesa. Ya habíamos estudiado con anterioridad sobre la época en que Robespierre se había vuelto loco, pero nada a profundidad.

La campana sonó, Blake detuvo el movimiento de su mano y se volteó hacia su escritorio por la pila de exámenes. Todos nos paralizamos, al fin el momento que estábamos esperando había llegado. Algunos intercambiaron cruzadas con sus amigos, otros en cambio cruzaban sus dedos. Yo solo esperaba mi miserio seis para poder marcharme de una vez de aquel salón lleno de tensión.

Entregó con una lentitud perturbadora, saltándome los nervios. Había diferentes caras cada vez que entregaba un examen, felicidad, indiferencia, decepción, emoción... Esperaba no pertenecer al grupo de decepción, aunque tampoco no me había esforzado lo suficiente para estar con los emocionados. Llegó finalmente a mi fila y me sentí más ansioso que nunca. Marlene, que se había habituado a sentarse frente a mí, recibió su examen y escuché un leve chillido alegre. Sonreí de lado, le había ido bien.

Olí el fuerte perfume de mi profesor junto a mí y alcé la vista aterrado. Bien, hora de enfrentar tus miedos, pequeño Hilbert. Miré a mi profesor, su cara no transmitía nada aparte de su seriedad habitual, así que saber mi nota a partir de su cara es algo imposible. Colocó la hoja con algo de rudeza frente a mí y murmuró:

―Julliard, creo que nos veremos en el verano.

Un 5.9 en rojo resaltaba en el examen, sentía como si el número tuviera vida y se burlara de mí con su color vivo. Abrí mis ojos perplejos y volví mi vista hacia mi profesor con ojos de hielo. Solo nos observamos unos momentos en silencio, supuse que veía mi sufrimiento destellar en mis ojos. Una pequeña idea de esperanza se cruzó por mi cabeza y con una pequeña sonrisa comencé a hablar.

―Profesor...

―No ―negó sin pensarlo y siguió avanzando hacia el puesto detrás de mí―, no te subiré la décima, Julliard. Esa es la nota que salió, la nota que mereces. ―Se volteó de nuevo y vi un brillo de satisfacción en su mirada―. La próxima vez, estudia.

Siguió repartiendo los exámenes y sentí impotencia. Ira. Sorpresa. Y sobre todo, decepción de mí mismo. Siempre me prometía cambiar, me prometía estudiar, pero el cambio nunca llegaba y mis notas seguían igual. ¿Algún día mejoraría? ¿O esto es todo lo que puedo dar de mí?

Dame una razónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora