Quince

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Cuando despertó la mañana siguiente descubrió tres cosas sobre sí mismo:

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Cuando despertó la mañana siguiente descubrió tres cosas sobre sí mismo:

La primera, que le encantaban las camas de doble plaza. Podía deslizarse a sus anchas y juró conseguirse una en su universo si es que no acababa preso.

Segundo, que odiaba a los malditos criados que insistían en levantarlo y acicalarlo.

Y por último, que el vino hacía estragos con su cuerpo. Nunca más bebería un sorbo por muy bueno y caro que éste fuese.

Así que estaba en Rusia. No creyó que se sentiría tan extraño pisar el suelo de sus orígenes. Quizás fuera el hecho de que era el maldito hijo del zar.

Se paró de golpe. El zar era su padre. El zar también era el padre de Mila, la chica que había sido su compañera y amiga en casa.

Deseó que todo fuese mentira. Una persona podía nacer en miles de millones de universos, pero siempre de los mismos padres. Así que o Alina había engañado al zar o el zar verdaderamente era su padre, y sólo aquí lo había reconocido.

¿Qué había ocurrido con la madre de Mila? ¿Era Alina su segunda esposa? Era lo más probable, ya que Mila no era hija de Alina. O ya no sabía, en realidad. Todo estaba volviéndolo loco.

Miró su destrozado Pájaro de Fuego. Sintió que su alma se había partido igual que aquel pequeño artefacto. Más que nunca quería regresar a casa. Quería encontrar a su Viktor y volver, pero nada podía hacer con su Pájaro hecho trizas. Tuvo que calmarse y confiar en que el Viktor de aquel mundo llegaría pronto, al igual que Otabek, su nuevo aliado. Aquel título era para tomarlo con pinzas.

Una doncella entró a la recamara de Yuri con una bandeja a rebosar de comida y la más fina cubertería y vajilla. La chica dio un pequeño brinco al ver que el zarévich la estaba mirando con una mirada que Yuri estaba seguro que se vería como la de un lobo enfurecido.

- ¡Moy tsarevich! Disculpe la insolencia, pensé que aún estaría durmiendo -se apresuró en decir en un ruso muy cantarín-. Su hermana la zarevna Milena me ha dicho que le traiga su desayuno favorito ya que no se sentía muy bien.

Yuri soltó un gruñido, a lo que la chica dio una risita. Claramente era una señal de que el zarévich no estaba verdaderamente enojado.

Se detuvo a mirar a la chica: era mucho mayor que él, a pesar de tener una cara redonda y rasgos infantiles. Sus ojos eran almendrados, y le sorprendió gratamente que el palacio ruso tuviera criados asiáticos. La muchacha se veía dulce y cómoda, lo que le dio la idea de que quizás era la doncella personal del hijo del zar.

- Gracias... -empezó a decir, haciendo como que recordaba su nombre.

- Yuuko -dijo la joven sin sentirse ofendida.

- Yuuko -repitió- ¡Cómo lo olvidaría! Oye, esto está muy bien.

El desayuno constaba de una humeante tetera llena de té verde con mucho limón y miel. La combinación no estaba mal pero parecía hecha a medida de aquel Yuri. Los blinis sabían deliciosos y los llenó de confitura de frutos del bosque. También había una tarta de manzana y nueces que lo llamaba tentadoramente, pero se contuvo. Estaba seguro que las cenas y almuerzos en el palacio tendrían cientos de manjares en sus mesas. Ya que estaba allí, los probaría todos.

Cien mil universos a tu lado [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora