La cueva era oscura y El Libro estaba sobre el Altar, con su Primer Palabra dibujada en ígneas letras.
El viejo monje sabía que no debía parpadear. Al hacerlo las letras leídas desaparecerían.
Tampoco debía dormirse y con los años había aprendido a controlar su cuerpo, y podía leer cada vez más páginas y más rápido. Al anochecer el Libró dejaría de hablarle
Pero cuando el primer rayo de luz penetrara desde lo alto y lo iluminara, el Libro hablaría y podría seguir intentándolo, memorizando cada palabra aprendida
Miró fijo al Libro y comenzó desde la Primer Palabra que, resplandeciente, iluminaba la cueva.
Así murió, sentado en posición reverente.
El ordenador L6000 quedo en pausa, con la primer letra parpadeando en la oscuridad esperando un nuevo amanecer.
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El libro de las 6000 plabras
Science FictionUn viejo libro es descubierto por un monje