A la mañana siguiente se despertó más malhumorada que de costumbre, sabía que era la primera de las niñas en levantarse pero ¿tenía que sonar el reloj tan temprano? ¿era necesario ponerlo a esa hora? Y, ¿valía la pena enojarse por algo así?
Claro que no, pero aveces la Emma de la noche y la Emma de la mañana eran personas muy diferentes.
Se levantó y apartó enojada las sábanas, hizo toda su rutina de la mañana y salió de su habitación con sus cosas con dirección al Gran Comedor. Sabía que no habría nadie por lo que podría terminar de leer su libro de pociones, sabía que el profesor iba a ser exigente así que se tenía que apurar a leerlo antes de la clase, que por mera obra digna de un lunes, era la primera hora del día. No iba a acabar.
Tal como ella pensó, apenas había gente en el comedor, habían dos maestros a los cuales no recordaba, un alumno de Hufflepuff que seguramente era de uno o dos años más grande que ella y un niño que si recordaba de su casa, Albus Potter.
Comía solo con un libro, parecía muy entretenido.
-¿Está ocupado?-preguntó ella señalando el asiento junto a él. Eso pareció sorprenderlo porque cuando vio quién le hablaba dio un salto.
-¿Es a mi?-preguntó en vez. Ella lo tomo como un no, así que suspiró y se sentó en otro extremo desconcertando más a Albus. Él se levantó y se sentó a su lado.-No era un "no" a tu pregunta, más bien me sorprendió.
-¿Entonces? Tengo hambre quiero comer así que dime si puedo sentarme ahí o no.-le sorprendió la intensidad de la niña. Era apenas más alto que ella pero le ganaba en coraje. Él asintió con energía.-Gracias.
-Nadie se quiere sentar conmigo sabes. Por eso me sorprendí.-le confesó.
-¿Porque eres un Potter o porque eres un Slytherin?
-Ambas debo decir-contestó el de ojos verdes.
-Tiene sentido-sonrió Emma. Se acomodó en su asiento y conversó con el chico Potter. Los demás alumnos comenzaron a llegar un tiempo después, para entonces el malhumor de Emma ya había disminuido y reía con Albus mientras él contaba algunas historias de él y su familia.
-Eh, ¡Potter!-llamó una tercera voz del otro lado de la mesa. Era el chico Malfoy. Veía a todos algo intimidado y se abría paso entre los alumnos de Slytherin, cuando llegó sacó algo de su mochila, un libro.
-Lo olvidaste en los dormitorios-le dijo Malfoy-Y, también esto-dijo sacando la varita de Albus. El chico se sonrojó y rió.
-Sabía que algo se me olvidaba.
Malfoy rió.
-Lamento la interrupción, pero, ¿me podría quedar aquí? Básicamente nadie me quiere hablar por mi apellido, ya saben...-decía Scorpius. Emma lo miró y miró a los demás alumnos. Algunos los veían con repulsión, como si no soportaran que una hija de muggles, un Potter y un Malfoy hablaran como si nada en la mesa de Slytherin. Emma suspiró.
-He aquí un trato-comenzó-Todo Slytherin nos está viendo como la mayor escoria en el mundo.
-Eso es cierto-dijo Albus quedito.
-Si ustedes quieren, podemos ser nosotros tres contra ellos-terminó Emma. Scorpius se sentó enfrente y asintió.
-Al diablo con ellos-dijo él, Albus asintió.
-Esto será divertido-dijo el de ojos verdes. Emma sonrió un poco.
La escuela estaba saliendo mejor de lo que ella creía.
La primera clase la tuvieron con el profesor Slughorn, de pociones. Era bastante divertida si es que te sabías al menos los ingredientes de algunas pociones, en le caso de Emma, que había leído los libros, le resultó divertida. Para Scorpius, que no había leído nada, fue horrible.
Las siguientes clases fueron más fáciles. Estaba la de Transfiguración dada por un profesor del que nadie pudo recordar su nombre, entonces supieron que la poción que Slughorn había hecho para olvidar había funcionado. La clase de Encantamientos fue, en resumen, caótica. Dean Finnigan había hecho explotar una pluma al intentar recitar el encantamiento levitante. Albus estaba a su lado y terminó con un poco de cabello chamuscado y eso hizo reír a Scorpius. Emma por su lado fue capaz de recitar el encantamiento a la primera vez y le dio un golpe con el libro a Albus quién intentaba copiarle.
El almuerzo fue todo menos agradable, la casa de Gryffindor estaba haciendo demasiado ruido, específicamente, la familia de Albus.
-¿Tu familia es así siempre?-preguntó Scorpius. Albus se encogió de hombros.
-A veces, es decir, casi siempre. Es divertido pero a veces algo hartante.
-Mejor dinos, ¿que se siente ser el primer Potter en Slytherin?-dijo Emma. Al rió.
-La verdad es que nada, no soy el primero en mi familia en quedar aquí. Mis primos, Dominique y Louis, sentados por allá-señaló a dos alumnos,, una chica y un chico, los dos de cabello rubio platinado y ojos azules sonriendo a sus amigos, también son Slytherin.
-Weasleys en Slytherin, quién lo diría.-comentó Scorpius.
-Exacto. Además, Rose es Ravenclaw, su hermano probablemente quede en Hufflepuff, mi hermana también. Victorie quedó en Ravenclaw, la tradición ya se había roto.
-Y tu tenías que ser el primero en romper la tradición en la familia Potter, ¿verdad Al?-dijo una tercera voz. Los niños voltearon y se encontraron con James Potter. Sus anteojos estaban algo torcidos, su corbata también y no parecía que se hubiera pasado el cepillo por el cabello azabache en la mañana. Era una maraña. Emma observó con reprobación su uniforme y cabello, pensaba que mínimo le debería de dar unos cinco minutos para arreglarse.
-Así es, James-le contestó Albus. James sonrió.
Había algo en su postura despreocupada, en sus ojos llenos de arrogancia combinada con diversión que le irritaba a Emma por alguna razón. Apenas había cruzado palabras con el chico de segundo año, pero estaba segura de que lo iba a mantener así.
-¿No me vas a presentar a tus amigos nuevos?
-Ya los conoces, Emma Thompson y claro que reconoces el nombre de Scorpius Malfoy, ¿verdad James?
-Claro-dijo él y miró a Emma con una sonrisa torcida. Emma sintió que esa sonrisa sólo traía problemas.-Es lindo volver a verte Emma.
-Es Thompson para ti, Potter-le dijo Emma. No le gustó como sonó su nombre en su voz. Albus escondió una sonrisa.
-Por ahora-dijo el niño de gafas sonriendo y le guiñó el ojo. Emma juró que era la última vez que le sonreía se esa manera.
De verdad que había algo mal en ese chico.