-I-
Will abrió lentamente los ojos, se sentía algo aturdido. La luz de la intensa bombilla le dañaba la vista. Miró hacia un lado, intentando ubicarse. Estaba en una habitación, a su izquierda había una pequeña ventana con vista a la montaña, a la derecha, otra cama. Era un hospital. Intentó incorporarse, pero le dolía todo el cuerpo.
—Bienvenido de nuevo —le dijo una enfermera.
—¿Cómo he llegado a…? —Se miró extrañado el brazo, lo tenía vendado—. ¿Pero qué demonios me ha pasado?
—Eso es lo que le gustaría saber a la policía. Se ve que tuviste un accidente, están aquí fuera, quieren hablar con usted. —Sonrió y salió.
Will quería decirle que le dejara tiempo, pero la enfermera fue más rápida. Dos agentes entraron, iban de paisano.
—Señor Evans, sentimos molestarle pero nos gustaría hacerle un par de preguntas.
—Si si…aunque no sé si seré de gran ayuda, no recuerdo mucho de lo ocurrido, la verdad es que estoy algo perdido ahora mismo —Volvió a mirar a su alrededor.
Los dos agentes se miraron.
—Bien, cualquier cosa que nos diga señor Evans, será útil. —Sacó una libreta—. Ayer por la noche, en parking situado en la calle Spring, alguien lo atacó dejándole varias heridas y contusione. Lo que es extraño es que no le robaron nada. Ni el coche ni la cartera, por lo que nos gustaría saber si ha tenido algún problema con alguien.
—No, que yo sepa. —Pensó unos segundos, intentando recordar lo ocurrido—. Iba hacia el coche, y oí un ruido, como un rugido a mi espalda, me giré y algo me golpeó. No recuerdo más.
—¿Pudo ver al agresor? —El agente no paraba de escribir.
—No, yo… —Recordó algo, pero era muy extraño—. Tenía mucho pelo… Y colmillos, como de perro.
—Puede que el agresor llevara a un pero grande para atacarle. —El agente miró a su compañero y guardó su libreta—. Creo que ya hemos acabado por hoy, descanse y cuando vaya recordando más cosas… —Se sacó una tarjeta del bolsillo—. Llámenos.
—Sí, no se preocupen…
Se quedó mirando cómo se marchaban. Dejó la tarjeta del agente en la mesilla y se levantó hacia el baño. Quería ver las heridas que le habían provocado. Tenía un moratón en la sien, el labio partido y un arañazo en la mejilla; y todo el cuerpo magullado. El brazo vendado le dolía, pero no podía ver lo que le habían hecho. Se tambaleó un poco; estaba mareado.
—¡Señor Evans! Túmbese en la cama ahora mismo. Aún no está lo suficientemente fuerte —La enfermera se dirigía velozmente hacia él y le ayudo a echarse a la cama.
—Gracias.
—Mañana vendrá a verle el doctor a primera hora de la mañana, así que descanse.
Se marchó y cerró la puerta. Will tuvo varias pesadillas esa noche. Pesadillas sobre aullidos, sangre y la luna. Una luna grande y redonda que iluminaba todo en un macabro espectáculo de garras, dientes y carne muerta. Se despertó sobresaltado en mitad de la noche. Al incorporase, comprobó que ya estaba más fuerte. Fue a mirarse al baño intrigado; sólo hacia un par de horas que se había despertado y ya no tenía moratones ni heridas, y el brazo no le dolía en absoluto. Se quitó la venda y pudo ver que tenía la marca de un gran mordisco, pero estaba cicatrizado bien.
No sabía qué hacer. Se tumbó en la cama pero no podía dormir. Dio vueltas durante horas, hasta que volvió a perderse en una pesadilla de noche y muerte. Lo extraño es que para él eso ya no era una pesadilla.
-II-
Llevaba ya dos semanas en su casa. El doctor, al ver su rápida recuperación le hizo algunas pruebas y al comprobar que todas salían bien le tuvieron que dar el alta ya que no tenían motivos para dejarle ingresado.
Se sentía diferente. Había dejado de comer verduras, sólo comía carne y cada vez más cruda. Estaba cada vez más fuerte y ágil, invencible. Cada día que pasaba era más poderoso. Por las noches siempre tenía el mismo sueño, aquella pesadilla que le perturbó el primer día y que ahora aguardaba a lo largo de las horas. Se sentía bien en ella.
Pero en los últimos dos días también estaba nervioso. Era como si algo le llamaba. Se quedaba mirando al cielo antes de ir a dormir. Contemplaba la luna y las estrellas.
Y esa noche era luna llena. Él lo sabía, sin ninguna razón, pero lo sentía en su interior. Estuvo todo el día pensando en el momento de contemplarla. De ver su luz en la oscuridad.
El día pasó rápido. Aún no había vuelto al trabajo desde su estancia en el hospital, así que estuvo dando un paseo por un bosque cercano.
Cada vez se hacía más tarde, pero no quería volver a casa. Estaba muy a gusto en ese bosque, con la brisa de la noche acariciándole el rostro. Se sentó en un banco a esperar que saliera la luna. Quería verla ya, cada vez estaba más ansioso. Miraba su reloj compulsivamente.
Ya había anochecido y no quedaba nadie en el bosque. Habían estado pasando corredores y ciclistas durante todo el día, pero ya no estaban, o al menos no pasaban por allí por culpa de la oscuridad de la noche. Se levantó del banco y pensó en ir a casa, pero algo le hizo mirar al cielo. Y al fin la vio.
Era hermosa, grande, redonda. Iluminaba todo el cielo con su blanca luz. Se sentía extraño. Notó un fuerte calor en el pecho que le iba subiendo por todo el cuerpo. Empezó a jadear, le costaba respirar. Cayó al suelo en cuclillas, agarrándose el pecho. Sus músculos se hinchaban y le rasgaban la ropa. Se miró las manos, sus dedos empezaban a estar cada vez más largos y peludos, se transformaban en garras. Su cabeza se alargó, le salieron colmillos, enormes y de animal, y su boca y barbilla se transformaron en un hocico. Todo su cuerpo se cubrió de pelo. Ya no pensaba. Ya no razonaba. Ya no había dolor. Caminaba a cuatro patas, nunca se había sentido tan libre. Le aulló a la luna.
Escuchó un ruido a su lado. Sus orejas, antes normales, eran ahora grandes, peludas y puntiagudas, y poseían un oído excelente.
Fue hacia el ruido con cuidado y con mucho sigilo. Se escondió entre los matorrales, y vigiló a un hombre que corría. Un instinto primitivo se apoderó de él. Acechaba a su victima y tenía mucha hambre.
Dejó que pasara y a continuación se abalanzo sobre él. El deportista cayó al suelo gritando pero Will le desgarró la yugular de un mordisco. El chillido cesó y dio paso al suave sonido de la sangre deslizándose lentamente por el suelo. Will destripó a aquél hombre y se alimentó de él hasta quedar saciado.
Oyó otro sonido, era la llamada de su nueva familia, de su manada. Se perdió en la noche, con la luna como único testigo de su transformación, de su nueva condición. De su nueva vida.
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El Sótano Maldito
Horreur¿Te atreves a bajar al sótano? Descubre una antología de relatos de terror que te provocará horribles pesadillas.