Segundo Capítulo

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Literalmente, salté sobre la cama debido a los golpes fuertes que daban contra la puerta.

Miré el reloj que estaba en una de las esquinas del cuarto. Eran las doce del medio día y eso para mí era temprano, demasiado temprano.

Me levanté de mala gana, abriendo enseguida la puta puerta.

—¿Qué carajos...?

—Quiero mi dinero, Dickinson. —Miré a Enry, girándole los ojos a los segundos y dándole la espalda para sentarme sobre la cama, nuevamente.

Dejé mis brazos sujetando mi cuerpo, y echando mi cabeza hacia atrás. Tenía un dolor de cabeza de los mil demonios.

—Te lo pagaré esta semana, lo juro Enry. —Dije, mirándole esta vez.

—Vienes diciendo eso desde el mes pasado. —Dio un paso dentro del cuarto.

—Entonces, arréglatelas con Dean, él lo pagará. Dile en cuanto pise el edificio. —Le dije, guiñándole el ojo. Sólo quería que se fuera y me dejara dormir nada más.

Mi mirada no se pudo mantener mucho en él, cuando miré sobre su hombro, directo fuera del cuarto, me sorprendió brevemente que allí en la entrada de la puerta estuviera parado el chico de anoche.

—O, arréglatelas con él... —Mi mirada cayó un segundo en Enry para luego volver rápidamente detrás de él. —Él sí puede pagarlo. —Enry miró hacia atrás, notando la presencia de él.

Noté como se puso algo incómodo y me observó algo molesto.

—Te doy plazo hasta el fin de semana que viene, Dickinson, o te largas. —Subí mi mano a mi cabeza y le hice un tonto gesto militar. Él se dio la vuelta, saliendo del cuarto al tiempo que yo me paraba del lugar e iba hacia el refrigerador.

Miré allí, encontrando sólo una manzana. Era lo único en buen estado ya.

Me dí la vuelta, poniéndole atención al chico. Él ahora estaba dentro, a un lado de la cama.

—Pensé que te habías comportado bien y no me habías seguido anoche. —Dije, mordiendo la manzana. Él lucía bien, muy bien en verdad.

—No fue necesario seguirte, desde el carro pude verte bien. —Dijo totalmente relajado, le bufé mientras seguía comiendo la manzana. —Dickinson. Allison Dickinson. —Su mirada me recorrió de pies a cabeza, y no sólo una vez. —¿Cuántos años tienes? —Preguntó luego de ese momento en silencio en 0donde me observó.

Nuevamente mis pensamientos vinieron a mi mente. No tenía ninguna pinta de ser policía o algo por el estilo.

—No eres policía, ¿verdad? Porque si es así, aquí no encontrarás nada, y aún más si tiene que ver con Dean. El muy hijo de puta debe estar acostado con una o muchas de sus zorras. —Le empaté enseguida.

—No hables así. Y no, no soy Policía. —Dijo serio, y sí, le creía, pues no tenía una pinta de ser de esos tipos. De repente volvió su pregunta a mi mente, y a mí me entró la curiosidad por saber su edad.

—¿Qué estás buscando? No creo que alguien como tú tenga a su novia viviendo por estos lados. —Le dije, una sonrisa torcida se asomó en su rostro.

—No, no... —Su mano voló a su mentón y acaricio allí un segundo. —Solo estoy de paseo matutino. —Negué rápidamente.

—Tengo veinte años. —Y le dije la verdad, al fin y al cabo no perdía nada y no tenía muchas ganas de echar bromas ahora mismo.

Él asintió. Notando el cambio en su rostro, pude ver que se interesó profundamente en lo que le había dicho.

Dio unos pasos más, tratando de acercarse a mí.

Mía & Para SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora