Mozart y el Réquiem

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Primavera de 1791. Viena. El Kapellmeister Wolfgang Amadé Mozart trabaja en su próxima ópera, La Flauta Mágica, sentado al piano. El pequeño salzburgués, en mangas de camisa, la cabellera rubia alborotada tras un sueño escaso y agitado, ataca la compleja obertura que ya hace tres días que le ronda la mente. La melodía principal está clara, ahora el genio se ocupa de engarzar los pequeños detalles motívicos, los tutti, los pasajes solistas. En la ventana repiquetea una gruesa lluvia.

Toc-toc

Han llamado a la puerta, pero Mozart, inmerso en su universo musical, no lo oye. Silencio. Es temprano, y fuera de los esquemáticos fraseos en pianissimo del maestro, en la casa reina el más absoluto silencio. Constanze aún duerme y el niño está con los Stadler.

Toc-toc

Ahora sí lo ha oído. Un escalofrío recorre su breve espalda. Se mesa los cabellos. Querría desaparecer, huir, pero ¿adónde? Sabe, intuye, que es su destino inexorable. Temblando se acerca a la puerta y la abre lentamente. En la oscuridad del umbral el encapuchado se le antoja la espectral aparición que hace semanas que espera.

¿Qué deseais?

A Vos

Mozart diría después que juraría haber oído los trombones del Comendador duplicar la voz del embozado.

Debéis componer un Réquiem. Se os pagará bien. La mitad ahora, la otra cuando lo hayáis completado. Aquí tenéis 500 Gulden, pero debéis trabajar rápido y mantener este encargo en absoluto secreto. No tendréis mucho tiempo.

Mozart toma el dinero máquinalmente. No puede rechazar el encargo. Su estilo de vida le ocasiona grandes gastos, pero la estrella de Mozart declina y últimamente ha incurrido en deudas considerables. 1000 Gulden suponen una cantidad superior a la que recibe de la corte vienesa en un año completo en su papel de Kammermusicus, compositor de cámara imperial. El encapuchado ya se va, pero reuniendo sus últimos arrestos Mozart le detiene, ansioso por desterrar de su mente la idea que ya se ha hecho fuerte en ella.

Quién sois? Quién os manda? - acierta a decir Mozart, aterrado

Mi nombre no importa. Soy uno de tantos. Lo que importa es la voluntad de mi señor de que completéis este encargo a la mayor brevedad. Os reitero, no tendréis mucho tiempo.

Por qué no tendré mucho tiempo? Decidme, por qué? Por caridad, decídmelo! - Mozart grita, al borde la histeria. Pero el encapuchado no puede oírle, ya ha abandonado el edificio.

Wolfi, qué ocurre? - es Constanze, a quien los gritos del músico han despertado. Mozart calla durante unos instantes interminables, ensimismado en sus pensamientos. Los ojos glaucos, la mirada ausente, perdida. Por fin la mira.

Stanzie, creo tener fiebre.

Mozart y el RéquiemWhere stories live. Discover now