1. Tristes piezas de piano

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Mis dedos se deslizaban lentamente por el piano, miraba hacia la nada, mientras la triste música de la pieza que estaba tocando inundaba mis sentidos, me hacía sentir alejada de toda esa mierda a la cuál me habían enseñado a llamar vida.

La puerta sonó, pero la ignoré. En aquel momento solo estabamos yo, y mi música. La que siempre ha estado ahí, ayudándome, aunque ella ni siquiera lo sepa.

Sonreí ante mi propio comentario mental. "Ayudándome aunque ella ni siquiera lo sepa." Sonaba bien, realmente bien. Seguí tocando, con delicadeza, mientras mis mechones oscuros caían sobre mis hombros y llegaban hasta las teclas centrales, entonces caí en la cuenta de que llevaba un buen rato estando acompañada.

Dejé de tocar de golpe.

Mi voz sonó poderosa.

-Buenos días Amelia. Sé bienvenida a mi pequeño centro de agonía inspirada en la música clásica.

-No pares de tocar-pidió.-y menos por mi. Por favor.

Y aún dudando le obedecí.

Empecé a tocar de nuevo, esta vez intensamente, con más rapidez, para que viese de lo que era capaz.

No me giré ni un instante desde que había entrado, pero sabía que era ella, y que estaba asombrada por mis dotes al piano.

Sonreí sintiendo como todas las notas que divagaban por la habitación se enrollaban entre mis dedos, obligándome a seguir tocando.

Eso es lo que me gustaba de la música, que no era un hobbie, era una manera de vivir.

Sus pasos se acercaron. La lentitud y suavidad con la que avanzaba me daba a entender que intentaba no hacer mucho ruido al andar para no molestarme, lo cual era realmente admirable. Siempre había sido a sí de respetuosa con los demás, no dejaba de sorprenderme.

Cuando estaba lo suficiente cerca me eché hacia un lado del banco del piano para dejar que se sentara junto a mi, y lo hizo, con cuidado para ni siquiera rozarme.

Su mirada seguía a la perfección la agilidad con la que mis manos hacían su magia sobre la superficie del piano. Estaba maravillada, podía notarlo.

Instantes más tarde, mi obra había llegado a su fin.

Me giré y la observé, tenía su largo cabello rubio recogido en una coleta, aunque algunos mechones caían sobre los lados de su cara, pero podía verla perfectamente. Ojos verdes, pecas en la nariz y unos labios perfectamente esculpidos, nariz respingona y orejas pequeñas. Vestía una camiseta de Obey y unos vaqueros rojos, a juego con el logo de la camiseta supongo. Estaba sencillamente preciosa.

-¿Qué era lo que acabas de tocar?-Preguntó, rompiendo el silencio y girándo su blanca tez hacia mi.

-¿Te ha gustado?-Pregunté yo, satisfecha.

-Dios Alison... Eso fue alucinante. De verdad.-Me sonrió, con ojos brillantes.

-Prelude in E-Minor, de Frédéric Chopin.

-Me suena de algo...-Se llevó los dedos índice y pulgar hasta la barbilla y cerró los ojos intentando averiguar la respuesta.

-Sale en ese estúpido libro que te habías leido.-Susurré mientras sus ojos se abrían como platos.

-¡Oh sí! Christian Grey también la tocaba.-Se llevó las manos a la cara dando a entender su clara emoción por haber reconocido el libro al que me refería sin haberlo mencionado. Rodé los ojos y esbocé una pequeña sonrisa. Imbécil.

-¿Cómo has entrado?- Solté de repente, no recordaba haberle dejado la puerta abierta como otras veces.

-Caroline me dejó.

-Entiendo.-Gruñí molesta. Amelia frunció el ceño.

-Deberías aceptar las cosas como son. Son más de 14 años conviviendo con ella, no puedes seguir menospreciandola de esta forma cuando ell...

-No voy a aceptarla como madre, porque no lo es.-La interrumpí furiosa.-Fin del tema.

La verdad es que Caroline no es la mujer con la que comparto apellidos, de hecho, nunca lo ha sido. Sólo llevo viviendo con ella una larga temporada, desde que ocurrió... Aquello.

Mis padres, unas de las personas más admiradas en todo Orgreave, habían fallecido en un incendio no registrado hace unos 14 años.

Me gustaría decir que al menos crecí teniendo una bonita infancia con lo que sería mi nueva familia, pero aquel funeral al que no me permitieron acudir fue tan sólo el principio de una larga e inacabable lista de problemas, depresiones, y psicólogos.

Nunca lo superé, porque no es fácil vivir con la idea de que desde ese momento, tu vida es tu propio problema.

Suspiré, y tras dejar caer mi mirada has mis pies sentí como una mano se posaba con delicadeza sobre mi hombro.

Miré a Amelia sin poder ocultar los malos recuerdos que acababan de invadirme.

-Alison, sé que te lo he dicho muchas veces. Pero si te aferras a tu pasado es imposible que te acostumbres a tu presente y más tarde tu futuro. Hakuna matata.

Reí ante su comentario, y pensé sobre lo mal que ella también lo había pasado en su vida. El padre de Amelia cayó en coma hace 7 años, su madre buscó una manera de remediar el dolor de su hija y se buscó a otro hombre que pudiese sustituir al Señor Wagner. Pero sólo empeoró las cosas más de lo que se podían empeorar.

No supe que responder ante aquella declaración, y me asustó la idea de que ella también se deprimiese al recordar lo que le había entregado la suerte, a sí que me limité a abrazarla fuertemente.

A veces me preguntaba que sería de mi si ella no hubiese llegado nunca. Seguramente ahora sólo sería una lápida más en ese cementerio que está a dos manzanas de mi casa.

Es muy difícil aguantar sola tanta presión, por eso nos aguantamos los pilares de la otra mutuamente. Por eso es mi mejor amiga desde que nos encontramos por primera vez en la sala de espera del psicólogo infantil hace ya 6 años y medio.

Por eso desde entonces es mi estructura. Porque sé que me entiende como nadie, y nunca podría juzgarme.

Mi inesperada señal de afecto la tomó por sorpresa, y comenzó a reírse a carcajadas mientras correspondía mi abrazo enternecida.

-Eres totalmente impredecible, sis. - Reí. Cuánto hacía que no me llamaba por aquel mote, nos lo habíamos puesto porque coincidimos al pensar que eramos hermanas perdidas. Supongo que porque ambas fuimos desgraciadas desde tan pronto.

Me separé y sosteniéndola por los hombros la miré con ternura mientras ella sonreía tontamente.

Oh. Mi hermana perdida.

Visions [ editando por finalización ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora