capítulo 2

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Y sí, ahí estaba yo, en pleno aeropuerto, un fructífero dolor de cabeza, los zapatos me incomodaban, el bullicio del aeropuerto me estaba empezando a marear, definitivamente no podría estar mejor ( nótese el sarcasmo).

Bajé el cartelon qué llevaba en mis manos, decía "Bruno Prieto".
Para mi mala suerte el vuelo tenía 30 minutos de atrazo, en definitiva hoy no era mi mejor día.

— Así que mi padre mando a una de sus lacayas por mí.- dijo una voz detrás de mi espalda.

Giré para conocer el portador de tal voz y de paso aclararle que yo no era ninguna lacaya, ni nada parecido. Odiaba las personas prejuiciosas, emitir un juicio sobré alguien qué no conoces. Eso para mí es intolerable.

Volteé lentamente para verle,
Me quede de piedra, creó que mí mandíbula tocó el suelo, ante mi estaba él dueño de dicha voz, un joven alto, ojos oscuros, cuerpo atlético y bien fornido, pareciera que acababa de llegar de un resort en el caribe púes su piel estaba toda bronceada.


Porque mi jefe no dijo que su hijo era un Dios griego, bueno, no es griego, pero si que es atractivo.






— Eh... tu... Eh, ¿eres Bruno?.- me di una cachetada mental por mí torpeza, desdé cuando yo tartamudeaba ante nadie.

— Sí.— Su mirada recorrió mi cuerpo de arriba hacía abajo sin ningún reparamiento.— ¿ Y tú eres?.— Preguntó mientras me observaba.


— Soy.— Aclare mi garganta. — Soy Fara Linares, la secretaria de tu padre.— Le extendí mi mano para qué la estrechará.


Esté me dedico una sonrisa lasciva.— Creeme hermosa.— Sonrió de lado.— No querrás que te de la mano a menos que vallas aceptar acostarte conmigo.


Trague de una forma tan ruidosa que hasta sentí mi garganta doler, era obvio que el joven Bruno no era igual de reservado que su padre o su primo.
Creó qué el color abandonó todo mi cuerpo, nunca ningún hombre me había hablado de una forma tan cínica.


Bruno subió sus malestas en el baúl de mi carro, yo conduje y el en asiento del copiloto, el señor Prieto me había dicho que lo dejará en un hotel cerca de la oficina.


Ese día habia decidido ponerme un vestido negro, ajustado que llegaba hasta mis rodillas, aunque ahora lo estaba lamentando ya que Bruno no quitaba sus ojos de mis piernas.


Estaba nerviosa, su mirada me tenía nerviosa, no trataba de disimular en lo más mínimo al contrario lo hacía de una forma qué pareciese qué se divertía al hacerlo. Sentí sus manos sobre mis piernas, estaba tocándolas, y sí se sentía jodidamente bien.


— Tienes unas piernas hermosas.—dijo mientras su manos subía más y más.

Frene el auto en medio de un impulso, debía pararle era bochornoso su sola actitud.
Estacione en una orilla de la carretera y salí del auto casi con la velocidad de flash.


— bajate.— Masculle con el tono de voz más severo qué pude lograr, le hice  una seña con mis manos para que saliera.



Me miró como si no entendiera lo que le dije, sus ojos estaban llenos de burla, eso sólo hizo aumentar más mi furia.


—Que te bajes carajo.— Le grité.


— Okat.- levanto sus manos hacia arriba y bajo del auto.— Como tú quieras muñeca.

Ignoré su estúpido comentario, rodeé el auto hasta llegar a la parte trasera.
Abrí el baúl del , empecé a sacar todas sus maletas, que por cierto eran bastante pesadas. Bruno no se inmutó en ayudarme, solo me observó quedandose de brazos cruzados. Dejé sus maletas a su lado en la acera.

Abrí la puerta de mi coche y entré, iba a encenderlo pero su mano en la puerta del copiloto me lo impidió.


— Quiero saber que le dirás a mi querido padre, cuando se enteré que me dejaste aquí tirado.— Masculló en tono amenazante.

— Le diré que su hijo es un invesir.— enarco las cejas al escucharme. — Un irrespetuoso que trató de manosearme en mi propio auto.

— Pero te gustó.— Replicó.

— Idiota.


Encendí mi auto y conduje hacia mi casa, aún debía de ir a una fiesta. No permitiría que él arruinará mi noche. Tenía el tiempo encima, pero lo lograría, se que sí.

AMORES QUE MATAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora