Capítulo uno

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Bajo las escaleras de dos en dos rápidamente, tropezando en el acto y cayendo al suelo de bruces. ¡Si es que el día no puede empezar peor! Maldiciendo me levanto del suelo y me sacudo los pantalones y la chaqueta vaquera azul que llevo puestos. Suspiro al ojear la hora del reloj de mi muñeca.

Son las cuatro y veintitrés minutos.

—¡Shelby, si no te das prisa llegarás tarde al trabajo!—Escucho la aguda voz de mi mejor amiga en el segundo piso. Mackenzie es de mediana estatura, de tez blanquecina y ojos envidiables de color lago. Y aunque su complexión física es perfecta, a veces la escucho quejarse de que está demasiado ancha. ¡Pamplinas!

Y yo, bueno yo no tengo nada fuera de lo normal. Mi cabello es de color chocolate, mis ojos son color café, mido alrededor de un metro sesenta y seis, soy cinco kilos más delgada de mi amiga y mi piel es bronceada todo el año. Soy lo que se viene diciendo, normal.

—¡Ya me voy, nos vemos esta noche!—Giro al lado de la puerta de la entrada. Me apresuro en agarrar las llaves de mi viejo Opel, mi móvil, las llaves de casa, la chaqueta y mi bandolera. Me coloco la chaqueta y me pongo la bandolera depositando en ella todas las cosas que anteriormente recogí del acaparador del salón. En menos de tres pasos ya me encuentro enfrente de la puerta de entrada. Giro el picaporte de la puerta dejando pasar un viento totalmente gélido entrar. ¡Realmente hace frío en Noviembre!

Mientras que en el caribe hace un sol de increíble yo me congelo aquí.

Arrastro los pies hasta salir completamente de la puerta de casa. Cierro la puerta a mi paso y con prisa me apresuro de abrir mi viejo coche y adentrarme en él. Sin mirar otra cosa que no sea el volante, introduzco la llave en el switch. La radio se enciende automáticamente y una melodía que hace que entre en calor inunda mis oídos. No pierdo más tiempo y quito el freno de manos y piso el acelerador girando el volante hacia la derecha para salir de mi calle y ponerme camino al trabajo.

Estudio y trabajo a tiempo parcial. Por las mañana voy a la universidad y por las tardes trabajo en un bar cerca del centro de Queens. Trabajo para pagarme la carrera y el caro alquiler de la casa en la que vivo junto con Mack. Menos mal que ella paga la mitad del alquiler, sino viviría debajo de un puente. Pero aún así debo trabajar aún más para pagar parte del agua y de la luz. Todo sería más fácil si hubiera tenido un padre responsable. Pues mi madre falleció cuando yo apenas cumplía los trece años por una enfermedad y mi padre nunca se ha querido ocupar ni de mí ni de mi hermanastra mayor, Lisa. Y sí, conozco a ese irresponsable, ya que cuando era más pequeña venía a buscarme a casa de mamá para llevarme con él unos días ya que mi madre tenía la custodia compartida con él. A veces me duele recordarlo, y otras simplemente siento rabia. ¿Por qué nunca he podido ser como las demás niñas de mi curso? Mi sueño de niña era que mi padre me viniese a recoger al colegio y que nada más verme se lanzara a abrazarme. Pero he crecido sin una figura materna y paterna pero, no morí.

Me adentro en una calle cercana al bar en busca de un aparcamiento lo más rápido posible. Un coche delante de mi parece haber encontrado aparcamiento ya que pone el intermitente derecho de su coche. Continúa moviéndose hacia el frente para aparcar de culo. Una idea alocada pasa por mi cabeza. Piso el acelerador y giro hacia la derecha sin pensármelo dos veces, ocupando el aparcamiento del otro conductor. El coche que estaba a punto de colisionar con el mío se detiene en seco y toca el claxon de manera exasperante.

—¡Lo siento!—Sin importarme su reacción, pongo el freno de manos y giro las llaves hacia el lado contrario apagando el motor del Opel. Agarro la bandolera negra del asiento del copiloto y abro la puerta para salir del coche. Un señor de alrededor de setenta años aparece delante mi y comienza a soltarme diversos insultos.

—Lo siento, señor. Llego tarde al trabajo y me despedirían si no hubiese llegado a robarle el estacionamiento.—El hombre parece una olla a presión y está tan enfadado que sigue insultándome. Bloqueo el coche y con grandes zancadas me apresuro en subir a la acera y caminar deprisa. La gente sonríe a mi alrededor, otros caminan con cafés en sus manos y están tan ocupados que también hablan por teléfono. Sin duda Nueva York es un caos a esta hora. Las calles están abarrotadas de personas y me cuesta adelantarlos a todos para llegar al trabajo, pero después de varios intentos lo consigo.

Visualizo la barra, más llena de lo normal, a mi compañera de trabajo Abigail y a mi jefe Bob sirviendo cafés de manera apresurada. Bajo la cabeza en forma de disculpa por haberme demorado y entro al pequeño vestuario para ponerme el uniforme del trabajo lo más rápido que puedo. Me ato el cabello en una coleta algo despeinada y guardo mi bandolera en las taquillas donde dejamos los trabajadores nuestras pertenencias.

Saludo a Bob y a Abigail y me pongo a servir a los clientes que van llegando para probar diferentes postres que proporcionamos en Bob's kitchen. Mi boca se ensancha en cuanto mis ojos se posan en la puerta de la entrada del bar. Hilary Clait se acerca a la barra con esa típica sonrisa que puede derretir el mismísimo Polo Norte si se lo propusiera. Su cabello azabache está perfectamente peinado hacia atrás, la camiseta de cuadros se ciñe a sus codos y a sus pectorales y parece que vayan a explotar y los pantalones negros marcan sus glúteos de manera que me hacen sentir un tremendo calor subirme hasta las mejillas.

Me giro ya que Bob me ha llamado para llevar una bandeja llena de bocadillos a la mesa número seis. Asiento con la cabeza cogiendo la bandeja con cuidado de que no se me caiga y camino rodeando la barra y a la gente que está sentada el otro lado y observo de reojo a Hilary, quien me dirige una increíble sonrisa que hace que se me zarandeen la bandeja a punto de caerse al suelo.

¡Concéntrate Shelby!

Con una sonrisa nerviosa sujeto la bandeja con las dos manos y dejo los platos en la respectiva mesa. Mis pasos se apresuran en llegar de nuevo a la barra y comienzo a secar con un trapo blanco los vasos y los platos que Abigail me va pasando.

—¿Cómo está mi chica favorita?—Escucho su voz y sonrío de lado. Sigo secando un vaso y dirijo mis ojos hacia los suyos inmediatamente.—Pues aquí me ves principito, como siempre.—Respondo de manera sarcástica bajo su atenta mirada. Sonríe de lado antes de sacar un par de papeles pequeños.

—Tú y yo, mañana a las ocho para ir a ese concierto al que llevas tiempo queriendo ir. ¿Qué te parece?—Mis ojos se disipan velozmente hacia las entradas que ponen explícitamente; Concierto de Beyoncé. Mi sonrisa se ensancha tanto que dudo que se me rompa la cara. Doy un gritito de emoción y dejo el vaso en un lugar seguro antes de salir corriendo rodeando la barra y aterrizar en sus brazos. Aspiro su aroma a perfume masculino y lo abrazo fuerte.

—¡Oh Dios mío! ¿cómo las has conseguido? ¡las últimas que quedaban costaban un mogollón, eres un amor!—Le doy un beso en la mejilla y siento como traga duro. Mis ojos se dirigen hacia los suyos, puedo apreciar como el rubor trepa por sus mejillas y no puedo evitar sonreír de ternura.

Se habrá gastado unos buenos ceros en esas entradas.

—No tenías porqué, seguro que te han costado un ojo de la cara, Hilary.—Respondo apenada y con una pizca de nerviosismo.

—¡Oh vamos! Te mereces un respiro.—Exclama contento y niega con la cabeza, cedo cansada y veo como sonríe de lado. Hilary y yo somos amigos desde hace dos años por lo menos, desde el primer día que entré a trabajar a Bob's, al ser nueva y al ser mi primer trabajo tuve que aprender mucho a dejar mi torpeza de lado para que no me despidiesen. Él me ayudó en ello ya que estaba haciendo unas prácticas.

DARYL© ✓ [Libro II Hombres Irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora