En un cuerpo ajeno

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*Hay demasiado dolor, y no sé cómo no notarlo. Nunca se detiene.*





Wonwoo aún lo recordaba.

Recordaba sus risas, las ofensas que acallaron sus lágrimas durante todo el proceso, las tres bestias sobre él; domándolo y jurando que no era tan bueno como una mujer. A veces, incluso sentía cómo su piel era desgarrada desde adentro de nuevo, y lloraba exasperado al creer que la mezcla de sangre y semen volvía a correr por sus muslos.

Sintió ira, asco, vergüenza, confusión... Culpa. Esa tarde, el regreso a casa fue insoportable para el adolescente de diecisiete años, aunque apenas era capaz de sentir el dolor que atravesaba su cuerpo.

Se prometió no hablar de lo sucedido, pero le fue fácil rendirse cuando su madre lo vio entrar a la casa. Un plato se destrozó en el suelo, y él no tuvo el mismo destino gracias a los brazos de su progenitora sujetándolo alrededor de la cintura. La mujer –con su característico olor a rosas y almendras –lo llevó hasta su habitación y le ayudó a recostarse, calmando su creciente pánico cuando intentó desabrocharle la camisa.

Cuidó bien de él, Wonwoo debía admitirlo. Limpió su rostro amoratado con un paño húmedo, le hizo un té caliente para los nervios y lo arrulló hasta que el adolescente cayó dormido.

Al día siguiente, abrió sus ojos para encontrarse con su madre sentada en la silla de su escritorio mirándolo preocupada, y Wonwoo quiso morir al comprender que le debía una explicación. Se sentó, queriendo gritar y arrancarse la piel al sentir el dolor, los trazos que esos hombres dejaron en su alma. Inhaló profundo y empezó desde el inicio: su homosexualidad.

Le relató todo; con lentitud e hipidos, e incluso más culpa que el día anterior. Todo se reducía a él: si simplemente hubiera decidido fingir interés en las mujeres, convencerse de desear una vida con esposa e hijos, tal vez haber negado las acusaciones de aquellos tres hombres pudo convertirse en su salvación. Pero no lo hizo, decidió ser valiente –ridícula decisión –y admitirle a aquellos compañeros de clase lo que ni siquiera su familia sabía.

Luego de la confesión, un silencio aterrador los cubrió a él y su madre. El azabache se enfocó en las uñas rotas de sus manos, incapaz de darle la cara a la hermosa mujer que tanto lo amaba; sin embargo, se vio forzado a hacerlo minutos después, y supo inmediatamente que nada sería igual incluso antes de que su madre hablara.

Cerró los ojos, decidiendo que las palabras de su progenitora serían más que suficientes para destruirlo, no necesitaba de la mirada asqueada y llena de decepción en su memoria. –Entonces lo merecías. –La voz femenina fue fuerte, cruel y decidida. No quería tener a un hijo homosexual y si eso significaba abandonar al mayor de sus bebés, lo haría sin dudarlo.

Wonwoo asintió y esperó a que la mujer saliera de la habitación para empezar a hacer su maleta. Tampoco le sorprendía, siempre supo que sus padres eran homofóbicos, por eso mantuvo su sexualidad en secreto. Ahora, a pesar de sentirse usado como un objeto, al menos ya no tenía que mantenerse en las sombras.

Se colocó la mayor cantidad de prendas que pudo; era invierno y no actuaría bajo la influencia de su orgullo cuando sabía que las necesitaría. Tomó el bulto más grande que encontró y tiró adentro todo lo que supo que no dejaría atrás –sus pertenencias del colegio quedaron intactas en el escritorio, ni siquiera quiso mirarlas de reojo. Observó lo que quedaba de la habitación que ya no sería suya y decidió sacar la foto de él junto a su hermano del marco, escondiéndola protectoramente en su billetera. Ya no tenía padres, pero jamás negaría la existencia del pequeño de trece años.

Recogió lo que se llevaría y abrió la puerta de la habitación, ahogándose los quejidos de dolor que lo amedrentaban. No se despediría, ¿cuál era el caso si su madre ya lo consideraba muerto? Bajó hasta el primer piso y casi había llegado a la puerta principal cuando la voz de su hermanito lo detuvo. Se volvió lentamente y el pequeño Bohyuk empalideció al ver su aspecto físico: Wonwoo estaba tan destrozado.

Reminiscencia • MEANIE •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora