Capítulo cuatro

2.2K 120 3
                                    

—¡Estoy harta de verlo por aquí dejando su porquería en algún rincón! —respondo caminando con paso firme hacia mi habitación, después de haber cerrado con llave las puertas de entrada y de colocar la alarma antirrobo.

Los pasos achicados de mi amiga resuenan a unos pocos metros detrás de mí.

—¿Shelby me estás escuchando? ¡Ese tipo trabajará para Dios sabe quién! y tú acabas de delatar que conoces su punto de entrega y recogida de sus trapicheos. Si ese tío se va de la lengua y ocurre algo con la droga o lo que sea que deje, te podría pasar algo.—Me paro en seco para escuchar todo lo que Mack suelta. Es verdad, acabo de cavar mi propia tumba al demostrarle a ese hombre lo que sé.

Un escalofrío totalmente frío recorre mi columna vertebral de manera serpentinosa llegando a mi encéfalo.

Esto es serio. ¡Si es que no me he podido callar! Odio ver algo que no me gusta y no poder decirlo. Pero eso no me puede pasar ¿verdad? ¿o sí?

Ni que fueran a raptarme y a matarme por ser testigo. Uh, que miedito. Intento parecer serena, me giro para observar a la inquieta de mi amiga.

—Mack, eso es demasiado radical. Quizás me haya ido de la lengua pero, no estamos en una película de narcotraficantes ni tampoco somos los personajes de un documental de Pablo Escobar. Ahora si me permites, me voy al sobre.—Contesto esto último, refiriéndome a la cama. Ella permanece en silencio durante unos segundos, seguido asiente un poco más calmada y se despide con un simple "Hasta mañana". Parece enfadada pero ahora mismo no quiero darle más vueltas al tema.

(...)

—Tiene tres mensajes en su contestador de voz, por favor, si usted desea escucharlos pulse uno, si desea borrarlos pulse dos, y si desea...—Pulso el uno automáticamente y la bendita voz acaba por mutarse. Espero con una pizca de impaciencia hasta que la voz reconocible de mi hermana suena a través del terminal.

—¡Hola Shelby! Llámame, llevamos tiempo sin hablar y tengo que contarte cosas sobre el embarazo. Ya son casi seis meses y ya me han avisado de que llega en unas diez semanas. Por favor devuelve la llamada, no me gusta pasar mucho tiempo sin saber nada de ti, te quiero.—Suena un pitido estruendoso finalizando el mensaje. Sonrío relajada, últimamente mi vida se ha convertido en una completa rutina. Entre el trabajo y la universidad estoy muy ocupada y apenas consigo dormir siete horas diarias.

El sonido de unos nudillos colisionan contra la puerta cerrada de mi habitación, dirijo mi mirada hacia el epicentro del sonido y aparto mi móvil, depositándolo en algún lugar de mi cama, en la que estoy sentada.

—Shelby, mira lo que he encontrado en el buzón. Es un anuncio picante, ¡En nuestro buzón! —¿Qué? Observo la papeleta que me tiende Mack en sus manos para ver a una mujer siendo penetrada por un hombre. Se me escapa una gran carcajada limpia. Mi amiga está traumada de por vida, ya que de muy pequeña puso las palabras incorrectas en internet y como la curiosidad mató al gato, pues vio lo que no tenía que ver.

—Es pura propaganda, ignórala. O puedes poner una pequeña pegatina indicando que no te coloquen esos anuncios.—Levanto los hombros hacia arriba sin saber qué más contestarle.

—Ah, ha llegado esta carta para ti.—Me tiende un sobre blanco con mi nombre. Frunzo el ceño y lo agarro entre mis manos. Le doy la vuelta y un poco curiosa lo abro pudiendo observar una hoja blanca perfectamente doblada. Cojo la carta ignorando el sobre y la desdoblo.

Hola Shelby, mi querida hija,

Soy consciente de que es posible que prefieras romper esta carta antes de leerla, y estás en tu derecho, pero tengo algo que contarte y no lo puedo hacer si no es en persona. Mañana en el café París en la calle Wall Street número doce. Te estaré esperando.

Besos, Donald Rollen.

Siento que en cualquier momento vaya a realizar un viaje astral. Salir de mi cuerpo y a observar me desde otra perspectiva.

—¿Estás bien Shelb? —Niego inmediatamente sin poder creerlo. ¿Donald Rollen? Si mi padre es David Lord o así es como yo lo he conocido.¿Mi padre está buscándome? ¿Por qué se viene a interesar a estas alturas?

Le paso la carta a Mackenzie para que la lea y siento de repente como mi cabeza duele de manera aguda.

—No pienso ir, Mack.—Observo a lo lejos un cuadro que me regaló mamá. Ella suspira y se coloca delante de mí, opacando el cuadro.

—A ver Shelb, es normal que estés así. Pero si no vas te quedarás siempre con todas esas preguntas de siempre. Al fin y al cabo es tu padre. Y si no te ha buscado antes habrá sido por algo. Sea cual sea tu decisión, te voy a apoyar siempre.—Habla delante de mi. Agradezco tanto tenerla en mi vida, ella me ha ayudado mucho a sobrellevar la pérdida de mi madre y la falta de un padre en mi vida. Soy como soy gracias a ella. La abrazo fuerte respirando su aroma a coco.

—Te quiero Shelby, eres mi mejor amiga.

—Yo también te quiero mucho Mack, no sé que habría hecho todos estos años sin ti.—Nuestro abrazo se rompe por culpa de el sonido de mi alarma indicándome que tengo que ir a la universidad.

—Vamos a llegar tarde a la facultad. Date prisa Mack.—Le meto prisa para que se cambie rápido mientras que yo me decanto por una sudadera de color rosa pálido con detalles y unos pantalones vaqueros blancos. Meto en mi bolso los libros y mi portátil.

—¡Mack! ¡me voy ya y te vas a tener que ir andando! —grito a todo pulmón metiendo las llaves en mi sudadera.

(...)

—¡Te dije que llegaríamos tarde, idiota! —Le recrimino medio jadeando mientras corremos camino a nuestra clase.

—¡Deja de gritarme lela, haberme avisado antes! —Se defiende ella hablándome como puede.

Las clases han empezado hace menos de cinco minutos así que me apresuro para llegar a la puerta con Mack pisándome los talones.

Por suerte la nuestra y solo suerte, conseguimos llegar, sentarnos y sacar el material sin que el profesor llegara aún.

—Tendréis que entregarme la práctica uno punto tres de la página cincuenta y tres para pasado mañana. Y recuerden, si rellenáis menos de treinta hojas estáis suspendidos. Podéis iros.—Mi boca hace una tremenda O que el profesor Schüs consigue captar.

—¿Tiene alguna sujeción Señorita Shaw? —Su voz me obliga a mirar al profesor que más odio sin duda de todo el campus.

—No profesor.

—Señorita, ¿podría quedarse unos minutos? Necesito hablar con usted.—Asiento. He de decirlo, el profesor no tiene más de treinta años. Es un yogurín comparado con los demás profesores. Es el único profesor de todo mi campus que es joven y apuesto si se puede decir. La idea de quedarme sola con el profesor me produce unos nervios inadmisibles y no por el mero hecho de tal, sino porque según los rumores hace cosas indebidas con sus alumnas y no me inspira mucha confianza.

La gente se levanta y sale de clase con sus mochilas a cuesta. Observo a Mack a mi lado recoger sus cosas y cuando ha acabado me envía una mirada llena de compasión.

Sí, la necesitaré...

Suspiro y al acabar de recoger mis cosas camino hacia la mesa del profesor. Su vista descansa sobre el gran libro de contabilidad. Sus labios, parecidos al de un modelo se ensanchan en una gran sonrisa que me permite observar sus dientes perfectamente blancos.

—Quería decirte sobre una cosa muy curiosa que ha sucedido hace unas horas y me preguntaba si sabías porqué. Y aunque se supone que primero debía de comentártelo la administración he preferido hacerlo yo.—Frunzo el ceño de manera permanente y lo observo sin saber hacia dónde quiere llegar.

DARYL© ✓ [Libro II Hombres Irresistibles]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora