Entro a mi casa volviendo del trabajo, agotada, completamente, y escucho a mi hijo llorar. No me gusta dejarlo solo, esto me aterra completamente, de hecho, pero no tengo otra opción. Salgo a trabajar durante la noche para que, por lo menos, podamos alimentarnos. Corro hasta su habitación, es decir, la que compartimos él y yo. Vivimos en una pequeña cabaña: fue lo único que conseguí cuando olvidé mi orgullo y le fui a rogar al padre de mi bebé que nos ayudara. Si fuera por mí, no lo habría hecho, pero me partiría el corazón que mi hijo no tuviera ni siquiera un techo bajo el cual poder dormir.
-Tranquilo, hijito. Duérmete bebé, duérmete, yo te voy a mecer, duérmete bebé, no llores, alguien te cuida- le canto para que duerma y deje de llorar, lo que logro. Lo dejo en su cuna, y yo me preparo para ir a dormir: había sido un día muy largo.
La verdad es que estos últimos meses han sido muy difíciles: al enterarse mi madre sobre mi embarazo, me echó de la casa. Yo no la entendía: ella había pasado por lo mismo que yo, había sido una madre soltera. Su fundamento a mí no me parecía el suficiente: ella decía que con suerte tenía el dinero suficiente para mantenernos a mi hermana y a mí, que no podría alimentar a mi recién nacido, y que no deseaba que yo fuera un mal ejemplo para mi hermana de 13 años. Frente a su primera razón yo le respondí que no seríamos un problema económico, que yo cubriría con todos los gastos que provinieran de mí o del bebé, que solamente necesitábamos un hogar, pero ella no me creyó. La otra razón la entiendo: no quiere que sus dos hijas terminen igual que ella, pero no veo porque mi hermana llegaría a pensar que "al ser madre soltera la vida sigue igual", o "que no tiene repercusiones negativas" sólo por verme vivir allí. En fin, no pude hacerla entrar en razón y desde el día en que salí de mi casa con mis maletas y mis 3 meses de embarazo, no volví a ver a mi familia. Por suerte tenía una amiga que me brindó un techo, ayuda y comida durante el resto de mi embarazo, pero al nacer mi pequeño me tuve que ir. Ella no quería que sufriera la horrible experiencia de tener un aborto, puesto que ella había pasado por eso. Viajé a ese pequeño pueblo costero junto a mi hijo, muy lejos de la que solía ser mi familia. Después de una semana conseguí un trabajo, no me gustaba, pero era lo único que pude conseguir: bailar en un club nocturno. Haría lo que fuera por mi pequeño. Sólo quiero una vida para mi bebé.
Despierto al siguiente día con el llanto de mi tesoro. Lo tomo en brazos e intento calmarlo, pero el sigue llorando desconsoladamente.
-Oh, amor, nadie te va a hacer daño, amor, yo voy a darte todo mi amor, nadie me importa como tú- le digo, y se me queda viendo con sus lindos ojitos color marrón. –Tú vida no tendrá nada que ver con la mía, vas a crecer y tener una buena vida, voy a hacer lo que tenga que hacer- le prometo y lo dejo en su cunita, ya tranquilo.
Ya al anochecer voy a trabajar a aquel local junto al mar. No es cómodo, para nada, la verdad, pero siendo una madre soltera no me queda de otra que afrontar la vida dura sin miedo, darle a mi bebé mi amor sin comparación, porque los padres desaparecen y no se pueden encontrar nunca más.
...
-Mamá, despierta- me dice mi pequeño, intentando que deje de dormir, pero falsamente, puesto que sólo estaba haciendo como si durmiera.
-Ya, ya- digo riendo. Había crecido tan rápido: ya tenía seis años y era un pequeño maravilloso que amaba ir a la escuela. Tantos años trabajando en ese club... Al parecer, no sabía hacer otra cosa: los platos se me caían en los restaurantes, limpiaba mucho más lento que los demás trabajadores; no servía para nada más, sólo para aquel trabajo en el que me miraban de una manera que no me gustaba para nada, pero me daba dinero: si pensaba que mi hijo viviría bien haciendo yo esto, no me costaba tanto.
Me visto y le pongo su pequeño abrigo. Intento mantenerlo abrigado, intento alejarlo del frío: el dinero no es suficiente para ir al médico y comprar fármacos. No considerando que aquí no hay buenos doctores ni un buen hospital. Prefiero prevenir que se enferme. Caminamos hacia la escuela. Cuando me mira a los ojos, él no sabe que está a salvo. Es su primer día de escuela básica, está asustado.
-Oh, amor, nadie te va a hacer daño, amor, yo voy a darte todo mi amor, nadie me importa como tú- lo miro con ternura y él asiente. Lo sabe, sólo necesitaba que se lo recordaran. Se va corriendo, mientras se despide con la mano de mí. Lloro un poco, pensando en lo grande que está. Tuve que criarlo totalmente por mi cuenta, todos estos seis años y aún queda mucho más. Lloro más, con todos esos malos recuerdos. Toda la gente que quería terminó abandonándome: mi madre, el que creía el amor de mi vida, mis amigos... Todos. Esto no está bien, sólo secaré mis lágrimas. Si ellos no me apoyaron, no debo llorar por lo que me hicieron.
El padre de mi hijo..., ese hombre... Yo estaba segura de que era el amor de mi vida, estaba perdidamente enamorada de él. Un año antes de conocerlo había acabado la escuela, pero no tenía el suficiente dinero como para asistir a la universidad. Busqué trabajo por dónde pude y nada. Supe que un empresario buscaba una secretaria y lo intenté allí. No tenía los estudios necesarios, sin embargo siempre tuve buena ortografía y gramática y un buen manejo con la computadora, así que lo intenté. No perdía nada con probar. Era él, me aceptó y con el tiempo empezó a acercarse más a mí, era lindo conmigo, y una vez me invitó a salir a comer. Le conté que quería ir a la universidad y él me prometió que me ayudaría. Era un hombre increíble y no pude evitar sentir aprecio y terminar enamorándome. Era una ingenua. Así que me entregué a él una noche, cuando me invitó a su casa. No lo dudé, yo lo amaba y confiaba en que él estaría a mi lado el resto de mi vida. Luego me enteré de que estaba casado. Me decepcioné mucho y lloré semanas. Me pidió que me fuera del trabajo, porque no quería que su esposa se enterara de nada. Antes de poner un pie fuera de su despacho, le pregunté si él llegó a amarme alguna vez.
-No Julieta: yo sólo te quería para pasarlo bien un rato. Nunca te quise: sólo consideré que eras muy bella y por eso te contraté- me dijo. Me dolió que fuera tan sincero.
Lloré mucho tiempo. Me sentía una ilusa, una tonta, una estúpida y una ingenua. Luego de un mes me enteré de mi embarazo y le fui a rogar. Sabía que lo podía demandar, pero también sabía que él tenía mucho dinero y era posible que sobornara a alguien para falsificar los resultados o peor: que me quitara a mi hijo. Mi madre me echó y no tenía donde ir. La casa era lo único que necesitaba y se lo agradecí.
Pasan las horas y voy a buscar a mi pequeño a la escuela.
-Mamá, nadie se quiso acercar a mí en la sala- se lamenta y me parte el alma.
-No te preocupes, mi niño. Ya conseguirás amigos aquí, no lo dudes. Lo habías conseguido en el jardín, ¿no?- él asiente. -Oh, amor, nadie te va a hacer daño, amor, yo voy a darte todo mi amor, nadie me importa como tú- le digo para que lo recuerde y no se sienta mal. –Tú vida no tendrá nada que ver con la mía, vas a crecer y tener una buena vida, voy a hacer lo que tenga que hacer- le prometo y sonríe.
-Te quiero mamá- me abraza. Puede ser que no haya nadie apoyándome, puede que nadie me ayude y tenga que criarlo sola. A pesar de todo lo que sufrí con aquel hombre, no me arrepiento de haber estado con él. Si no hubiera sido así, no habría tenido a esta criaturita hermosa, la luz de mis días. Y estoy orgullosa de mí, porque he podido cuidarlo a pesar de que estuviera todo en mi contra. Al ver todo lo que me quiere, al ver cómo me mira y me demuestra su amor, sé que algo tuve que hacer bien. Y él es mi felicidad.
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Relatos de canciones
Short StoryA partir del primer relato que escribí, a base de una canción (Rockabye), adquirí cierto gusto por esto. Así es como nace "Relatos de canciones", donde escribiré muchos más. También estaré abierta a que me recomienden canciones para hacer más ❤️. R...