1ra Bala

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Vitya, no puedes irte así.

El mencionado solo volteó para verlo con una sonrisa triste.

—Ya no quiero seguir con esto Yakov, ya no lo soporto. Solo...— suspiró y retomó fuerzas— solo quiero vivir mi vida de forma tranquila —dijo mientras terminaba su frase con el alma roto.

Sabes que ellos no te dejarán ir tan fácil. Yakov intentó disuadirlo preocupado, pero sabía de antemano que Victor no cambiaría de opinión.

Pues que intenten detenerme, si es que pueden. —Victor dejó un suave beso en la mejilla de la persona que era como un padre para él— Dasvitanya, Yakov.

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Tenía que correr.

Miró atrás por unos segundos para verificar si ya los había perdido, y al ver a unos cuantos peones perseguirlo, maldijo en voz baja.

Una bala rozó su cabeza en el momento en el que se metió a un oscuro callejón. Había corrido como alma que lleva el Diablo rezando por un milagro, sin embargo la suerte no estuvo de su lado pues el camino que eligió resultó ser un callejón ciego.

Uno de los peones que lo había perseguido se rió de su infortunio.

—Hasta aquí llegas. Estás totalmente rodeado.

—¿Y quién dice que este no era mi plan desde el principio? —Respondió el albino con una sonrisa ladina. A pesar de que su vida estaba en peligro, no iba a mostrar ningún rastro de debilidad. Escaneó con la vista los alrededores buscando algo que le sirviera de arma, y al ver que no había nada volvió a maldecir.

Sin previo aviso, los peones se abalanzaron sobre él. Esquivó unos cuantos golpes mientras que golpeaba a sus contricantes a diestra y siniestra. No contuvo la fuerza de sus ataques dado que quería sobrevivir.

Un ligero mareo fue el causante de que le propinaran una fuerte patada en el estómago. Cayó de rodillas tratando de recuperar el aire y fue ese momento que todos aprovecharon para lastimarlo hasta casi llegar a la inconsciencia. Sintió como alguien jalaba de su cabello y le estiraba el cuello, obligandolo a ponerse de rodillas nuevamente.

—Todo termina aquí bastardo —dijo un peón mientras sacaba el cuchillo que tenía escondido en uno de los bolsillos de su pantalón— Quién lo hubiese pensado —dijo con burla— el heraldo negro, ha sido vencido por un pequeño grupo de Japón.

—Vamos a ser famosos Jefe —dijo uno de sus perseguidores alegre.

—Tienes razón Nagi. —respondió la persona que sostenía el cuchillo— ¿Tienes una última palabra? —dijo mientras acercaba el cuchillo a su cuello.

—Van a arrepentirse de esto. —murmulló sin fuerzas. El grupo al escucharlo estalló en carcajadas.

Van a arrepentirse de esto, si, como no. Muere de una vez.

El albino sintió el frío del cuchillo apretar contra su cuello así que cerró los ojos.

Perdoname Yakov, fue lo último que atinó a pensar antes de perder la consciencia.

***

—Oye. Oye, despierta.

Victor pensó que estaba soñando. Se encontraba acostado en una superficie mullida, bastante cálida. Todo su cuerpo estaba entumecido. No quería despertar, quería seguír durmiendo para siempre.

A pesar de que de ignoraba a la persona que lo estaba llamando, ella no dejaba de insistir para que despertara.

—Déjalo Mila, el pobre debe estar realmente agotado.

—Pero Yuuri, ¡él ya ha estado inconsciente por tres días seguidos! Si sigue así va a terminar muriendo por innanición antes de que se recupere de las heridas.

—Eso no va a suceder Mila, por algo el doctor le puso una intravenosa.

Qué ruidosos, Pensó Victor, y fue cuando cayó en cuenta de que no estaba muerto. Trató de abrir los ojos con todas sus fuerzas —aunque le costaba mucho, ya que sentía como si sus parpados se hubiesen fundido con sus ojos— y cuando al fín lo logró, descubrió dos hermosas personas que lo miraban fijamente. La mujer vestía ropa occidental, mientras que el hombre llevaba yukata, aún así, los dos emanaban elegancia.

—Hola extraño, al fín despertaste —lo saludó la pelirroja con una sonrisa—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

Victor no dijo ni una palabra, por lo que asumieron que no hablaba japonés.

¿Sabes hablar inglés? trató la pelirroja otra vez, esta vez hablando en un perfecto inglés. Victor solo asintió con la cabeza.

—Bien. ¿Nos podrías decír tu nombre? No encontramos ninguna clase de identificación en tu ropa, así que no sabíamos que hacer.

Victor desvió la vista de la pelirroja y se fijó en la persona que estaba en completo silencio. Este solo lo miraba con una dulce sonrisa adornando sus labios, sus ojos mostrando alivio por su despertar.

Victor susurró después de pensarlo detenidamente por unos momentos —mi nombre es Victor.

Encantada de conocerte Victor. Mi nombre es Mila, y la persona que está a mi lado es Yuuri.dijo la pelirroja presentandose.

Puedes permanecer aquí hasta que tus heridas sanen. —Esta vez fue Yuuri el que habló—, cualquier cosa que necesites puedes pedirsela a alguna sirvienta, puedes llamarla presionando este botón dijo mientras señalaba un botón que estaba cerca de la puerta de salida.

¿Por qué?

Los dos lo miraron sin entender.

¿Por qué hacen esto por mí? repitió Victor aclarando a lo que se refería. Eran simples desconocidos, no debería de importarles.

Por que necesitabas nuestra ayuda fue la respuesta del pelinegro. Vió como Yuuri y Mila se levantaban en silencio.

Descansa, Victor. Le pediré a una sirvienta para que te traiga comida a la hora de cenar —y dicho esto, ambos se retiraron de la habitación.

Victor escuchó cómo los pasos se alejaban antes de examinar el cuarto en el que lo habían dejado: piso de tatami, paredes unicolor, y unas cuantas pinturas que se veían realmente antiguas. No sabía qué pensar de las personas que lo habían traído hasta aquí, pero podía confiar en ellos, si no fuese así ya lo hubiesen entregado apenas lo encontraron.

..."Porque necesitabas nuestra ayuda"
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Aquello le había dejado una profunda impresión.

Decidió relajarse. Si algo salía mal, ya luego se las ingeniaría para salír del aprieto. Siempre lo había hecho así y nunca se había arrepentido.

****

Mientras caminaban por el amplio y largo pasillo, ambos mantuvieron un silencio sepulcral. Sin embargo apenas cruzaron el umbral que conectaba a la habitación del japonés, la pelirroja rompió aquel cómodo silencio.

—Jefe, ¿está seguro de esto? No sabemos nada de él. Podría tratarse de una trampa.

—No hay problema —respondió el pelinegro quitandose los lentes de pega que había estado usando desde hace cierto tiempo—. Solo lo traje para curarle las heridas.

—Tu seguridad va primero. Sabes tan bien como yo que si ese hombre trata de ponerte una mano encima, no va a salir vivo de este lugar —aseguró Mila completamente seria.

—Lo sé Mila, lo sé. Por que si lo intenta, yo mismo le volaré la cabeza —respondió el moreno, zanjando el asunto con un rostro serio.

CrisantemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora