–Sube al helicóptero princesa –
–¡Te juro que si me vuelves a decir así! ¡Voy a usar esta estupida arma! – le escupió, fulminándole con una mirada verde y muy profunda. Le estaba amezando, y con un arma, lo cuál fue inevitable no reirse de él en su propia cara, tenia que reconocer que él cadete enojado, lucia mucho mejor.
Harry Styles, se trepó abatido tomando asiento lo más lejos posible del teniente a cargo, empujando a Niall Horan su amigo y colega a que se sentara a su lado. Por lo visto, aquel hombre se creía un comediante de primera pero si pensaba que él iba a ser el protagonista de sus chistecitos, estaba muy equivocado.
–¡Hey! ¡Wow! Amigos… apenas es el primer día ¡¿Cuánta tención?! tranquilos ¿si? – Él de apodo “princesa” y para el resto del mundo: Harry, escucho a un tercer hombre uniformado con gafas redondas oscuras, le recordaba a los policías de los noventa.
–Nos estamos presentando... sube tú también – volvió a hablar él chico de los ojos azules y más medallas que el resto, superficialmente en su uniforme, él mismo que también era creador de los apodos más estúpidos que Harry a sus veintiuno años habia escuchado.
Anteriormente, Harry Styles Cox había dejado en claro que no utilizaría ninguna arma solo en caso de ser vida o muerte: había aprendido en los entrenamientos de la tropa pero nunca fue fanático de la pólvora ni de sus consecuencias. Su especialidad era el camuflaje en tierra como ladrón de datos y hacker con posgrado en medicina forense.
A los veintiuno sumó estudio de espionaje y técnicas de prisión en el extranjero. Las armas siempre fueron su punto y aparte. Niall Horan era el único que conocía a bordo del helicóptero y por la misma razón al único al que le confiaría su vida: si permanecían juntos las cosas estarían bien, se dijo quitándose un poco los nervios y las ganas de mirar por fuera de la ventanilla.
No tardaron en unirse tres tropas más, el ojiazul de metro y setenta fue el último en subir y espero la indicación del piloto para comenzar la ruta de vuelo. Sentando con las manos enguantadas posadas en su revólver, se dedicó a estudiar al chico de cabello rizado con actitud irritante, llamaba su interés más que el resto. Según el experto no pasaba de los veinte o los veintiuno – Lo que le faltaba, ser el niñero de esté para soportar sus constantes insolencias, no podía imaginárselo en la acción, ni si quiera con un arma espera… ¿Sabrá este tipo como utilizar una? –No iba a preguntarselo de todas maneras.
“Por si las dudas lo cuidare de cercas” Se mentalizo ejercer en él vigilancia extra. Como un profesional era necesario salvaguardar la vida de sus compañeros involucrados y el número de la brigada; SIETE SOMOS, SIETE VIVIMOS. No se vería en la postura de tener afectos o atención de más que al resto del grupo,necesito aclararlo.
El equipo de logística y fuerzas terrestres son asignados a trabajar juntos en Afganistán: independiente al ejército como una tarea “especial”. Una vez estudiado laboriosamente el perfil de cada uno de sus siete miembros a quienes le confiarían la vida de una adolescente en dicho anárquico y seco país: encontraron al líder perfecto de la brigada: Louis William Tomlinson.
Ese hombre escogido, se presentó formalmente frente a los miembros mientras que el helicóptero comenzó a provocar vibraciones y tomar altura. Alejándose de piso británico.
–Soy Tomlinson teniente a cargo de esta brigada, él piloto es Malik, ambos estamos aquí para llevarlos a Aftanistán: treinta días, ni uno más, ni uno menos. – con un tono autoritario y recto comenzó a decir mirándolos por igual a todos a la cara. –Únicamente rescataremos a la hija del presidente del banco mundial y regresamos, llegaremos al campamento del ejército, tocando tierra no suelten su arma, y como todo juego, estas son las reglas –Harry a la distancia, lo escuchaba con atención pero no se atrevía a mirarlo a los ojos –La regla número uno, acatarán mis órdenes, me obedecen sin protestar… si desean respirar de nuevo, ¡Regla número dos! todos nos llamaremos los unos a los otros por nuestros apellidos, ¡Regla número tres! procuren no hacer amigos, no los verán de nuevo, ¡Regla número cuatro! las decisiones las tomo yo, tengan por seguro que yo tambien deseo regresar a casa con todos ustedes enteros, ¡No quiero héroes ni a Bruce Willis aquí! ¡Y TÚ ojos verdes! – Apunto con un dedo al rizado de mirada profunda y caótica –¡SI ME VUELES A AMENZAR con dispararme, en delante de todo el ejercitó, serán tus últimas palabras! ¡¿Entendiste?! –
–Fue una broma… no fue su intención – Louis miro sin entender al rubio disculparse por su amigo.
–¿Y tú quién eres? ¿Su abogado? – pregunto sin titubear.
–Soy Niall Horan - dijo con tranquilidad y asomando una media sonrisa para saludarlo, una mueca que él de ojos celestes no se molestó en regresarla.
–Muy bien Horan… Afganistán no es una broma – le explico, severamente. Y eso se había entendido como la última palabra de la conversación.
Harry experimentaba con el silenció y uno muy incómodo. Entendía el rango en todo esto. Entendía la cadena alimenticia entre ese teniente y un burócrata como él. No era precisamente él más inteligente si se situaba a discutir con el hombre que se supone le cuidara la espalda en todo un mes.
El teniente miro a su equipo: les estudio sus gestos, y Tomlinson llego a la conclusión de que nadie se veía tan perturbado como él, nadie lucia tan callado y misterioso como él, esos ojos de aguas profundas verdes lo ignoraban y no podía soportarlo. El chico lucia camuflajeado en ese traje del ejército. Nunca en su vida lo había visto, ni el campamento, menos en las trincheras, sin embargo estaba ese currículum sosteniéndolo y otorgándole un lugar en la brigada “Ángeles Rojos” como espía del extranjero, como una de las cabezas por las que apostaba cancillería. Las autoridades Británicas estaban exigiéndole que lo cuidase y que lo trajera de vuelta a casa. Harry Styles ese día apareció en el mapa para él y desde entonces jamás se fue de su vida.
*
¡Gracias por su preferencia! :)
ESTÁS LEYENDO
Detonando: Afganistán (Larry Stylinson)
Science FictionTal vez ellos pudieron conocerse en un parque, una solitaria esquina, un salón de clases ó por simple coincidencia y no en medio de una guerra bélica. Dos uniformes del ejército se sumaron perfecto.