Drag Me Down

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En el sexto mes de salir con Louis fue donde los problemas empezaron a hacer mella en nosotros.

No eran muy grandes, sólo pequeñas discusiones por cualquier tontería que resolvíamos prácticamente al instante. Pero aunque fueran tan simples, el estar constantemente en disputas con él me estaba haciendo daño. Evitaba como podía cualquier pelea, pero aún así siempre acabábamos en lo mismo.

Peleas por dejar cualquier cosa en el salón, por lo que comeríamos ese día e incluso por qué sabor de yogurt escoger en el supermercado.

Vivíamos prácticamente juntos en mi casa, excepto un par de veces en las que Louis se iba.

Las veces que no estaba, la casa se sentía vacía y triste, no se sentía como una casa. Últimamente lo hacía más a menudo y por más tiempo. Y aunque entendía que quizá el necesitaba su espacio, era imposible para mí no sentirme mal al respecto. ¿Lo estaba agobiando? ¿Estaba haciendo algo mal?

Tantas preguntas sin respuesta, tanta ansiedad.

Definitivamente no quería que esa relacion acabara, no quería hacerle daño, quería tenerlo a mi lado, siempre. Y el hecho de que hubieran tantas dudas y tantos problemas me hacía tener ansiedad. Algunas veces me lo imaginaba yendose, o todo yendo terriblemente mal y lloraba, porque lo amaba tanto que dolía.

Cuando no peleabamos, estabamos el uno encima del otro, abrazándonos, besándonos, pasando tardes tranquilas el uno con el otro, hablando de nuestros problemas y aconsejándonos.

Esos eran los momentos que me hacían tragarme mi orgullo y pedir perdón primero. Porque mi corazón era difícil. Tenía por corazón un fuego, pero también tenía por alma un río, y yo amaba a Louis con toda mi alma.

Era una sensación tan pura e impresionante que me hacía pensar que si no lo tuviera, no me quedaría nada.

Porque, aunque lo hubiera conocido hace casi un año ya sentía que era parte de mi vida, sentía como si él hubiera estado toda mi vida conmigo cuando nadie más lo estuvo.

En cierto momento creí que no podría amarlo más, pero entonces pasó. Pasó aquello que tanto deseé:

Era un día tranquilo, y soleado. Y aunque suene cliché, estaba acorde con nosotros dos. Estabamos ambos radiantes y relajados, acostados el uno cerca del otro sin intención de levantarnos.

Existía un silencio tranquilo entre nosotros, pero él lo rompió al darse la vuelta y preguntarme cómo había amanecido. Le respondí que estaba bien y me arrastré mas cerca de su cuerpo.

Estaba tan tranquilo que sería hasta gracioso hacerle cosquillas y quitarle la tranquilidad. Y eso fue lo que hice. Introduje mis manos por debajo de su camiseta y empecé a rozar mis dedos contra la suave piel de su torso. Se reía tanto y trataba de salir de mi agarre, pero yo era mas fuerte.  Le hice cosquillas en el cuello también, y eso provocó que se retorciera y sufriera muchos espasmos.

-¡Para!-Me dijo entre risas, y le hice caso omiso. Seguí con las cosquillas hasta que las creí suficiente y luego cogí sus manos y las inmovilicé por encima de su cuello y besé cortamente sus labios.

Cuando me separé, me tomó por sorpresa la mirada vidriosa que dirigía hacia a mí, llena de ilusión y casi se me paró el corazón al oírlo decirme en voz bajita, aguda y avergonzada esas palabras.

-Te amo, Hazz.

Me quedé un momento en silencio, supongo que tratando de procesar sus palabras. Sentía mi corazón acelerándose aún más en mi pecho, toda mi anatomía removiéndose por tres palabras. Todo mi mundo dado la vuelta.

-Yo también te amo, Lou.-Dije, para luego flexionarme y besar su sonrisa.

Sentía que había triunfado, sentía su amor envolver cada uno de mis poros y hacerme flotar. Sentía esa conexión con él.

El amor mutuo era maravilloso, pero comenzó a ser doloroso cuando me ofendió verbalmente por primera vez. Era algo que nunca hacía pero ese día tuvo la necesidad de hacerlo. Lo perdoné, desde lo más profundo de mi alma, lo hice aunque dolió.

Confié en que no volvería a pasar, pero estaba tan equivocado. Él hacía comentarios sobre mi aspecto, sobre lo que hacía, me llamaba mediocre. Y lo hacía con un tono tan ácido que sentía que disolvía mis interiores. Después se disculpaba, y yo aceptaba sus disculpas pero no podía evitar sentirme triste así como tampoco podía evitar guardarle rencor a veces.

Ahí es cuando me autoatacaba, me decía a mí mismo que él me amaba, que lo perdonara y lo superara, que no fuera idiota.

Algunas veces cuando quería acariciarlo, o tocarlo, o besarlo se tornaba arisco y huía de mi toque. Me decía que no tenía ganas de estar cerca de nadie en ese instante y le daba su espacio. Esto por lo general acababa en él yendose a su casa y pasando la noche allí y yo en mi cama solo, pensando qué estaba mal conmigo y tratando de mejorarlo.

Una vez le llevé flores y un gran peluche de esos de tamaño humano. Los miró con decepción y me agradeció no siendo sincero.

A veces me sentía vencido por la situación, sentía que lo estaba perdiendo, que el amor de mi vida se resbalaba de mis dedos.

Le pregunté muchas veces qué quería de mí, qué podía hacer. La mayoría de veces la respuesta era un gran silencio, pero una vez fue un rotundo, frío y seco "Que me dejes en paz, eso quiero".

Aunque no siempre era así, a veces estaba cariñoso y tranquilo conmigo y llegamos a pasar muchísimos bonitos momentos que para mí seguían valiendo más que los malos aunque en cantidad esos últimos fueran mayores.

Con los alejamientos, los insultos y los enfados sin sentidos también llegaron las salidas sospechosas.
En ese tiempo también empecé a trabajar más horas, pues me habían aumentado el turno y sacaría un gran beneficio de ello. Esto significó que muchas de mis noches ya no eran libres y desafortunadamente no podía ir a clubs con Louis.

Pero él iba con sus amigos, aquellos que me odiaban. Venía muy tarde siempre, muy muy tarde. Y se duchaba antes de meterse a la cama conmigo.

Esto, en circustancias normales no significaría nada, pero él nunca hacía eso. Siempre llegaba de las fiestas tan borracho que no pensaba en hacer eso.

Se duchaba antes y después de salir. Se bañaba en perfume antes de irse, cuando antes su aroma natural era lo único que llevaba.

Al principio no le hice mucho caso a esos factores, pero dentro de mí se fue instalando esa espina. Esa duda. ¿Qué haría él en las fiestas?

Y lenta y dolorosamente fui atando cabos. Pensando por las noches, tapado, esperando por su llegada. Con un nudo en la garganta, especulando. Viendo que todo tenía sentido.

Y al final siempre me decía lo mismo.
Louis me amaba, él me lo había confesado. Me amaba, me lo decía siempre. Era mi novio. Él no podría hacerme algo así, nunca sería capaz. Él, mi rayo de sol, no podía.

Y con una sonrisa dolorosa barría todo bajo la alfombra e ignoraba. Porque él no era así.

Porque Louis era mi novio, y me amaba.

Porque con su amor nada podría arrastrarme.

Nisiquiera las dudas.

Made In The Am (L.S) (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora