Muerte, fuego, cenizas

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Con el tiempo Monde comprendió que cada persona está hecha para un propósito y que este no se puede forzar a fin de que ocurra algo para lo que simplemente no se está destinado. Tenía fuertes razones para mantener esta creencia.

Aprendió, entre otras cosas, que ser más grande y más fuerte no lo convertía en el más apto para el cargo de gobernante; se dio cuenta de que le hacían falta aptitudes mucho más valiosas, tales como la sabiduría, la justicia y la amabilidad.

Lo supo porque vio todas esas aptitudes en Augus, en su introvertido Augus.

Para Monde no existía mejor candidato que ese jovencito de pelo blanco y no se hizo esperar para cederle su puesto con el permiso del viejo gobernador, que también adoraba a Augus con su vida. Amó hasta el fin de sus días a los dos hijos que la vida por casualidad le obsequió. Fue así como en su lecho de muerte cerró sus ojos para siempre y sonrió sintiéndose amado y afortunado por estar al lado de sus dos bellos príncipes. Tuvo también la certeza de que dejaba a Era en buenas manos. Monde y Augus enjugaron sus lágrimas mutuamente, besaron la frente de quien fuera su padre adoptivo y gobernador; se levantaron y finalmente salieron a cumplir con la difícil misión de sostener una ciudad con hambre de grandeza.

Augus recibió ese enorme peso sobre sus hombros siendo aún muy joven, inexperto y de muy bajo perfil. Fue asaltado por el menosprecio de la nobleza a causa de ello, pero eso no le impidió convertirse en el rey más organizado y justo que la humanidad pudo ver alguna vez, así como el más atractivo; ganó fama entre los pueblos por su mirada bicolor, su cabello claro y sus facciones femeninas. De no haber tenido a Monde de su lado defendiéndolo con ferocidad cuando muchos cuestionaban su actuar y sus ideas, dudaba mucho de que hubiese podido continuar esa dura carrera.

Augus, con su aspecto de ángel y su corazón de oro, sería por siempre una leyenda y Monde nunca se cansaría de jurar fidelidad a quien ahora era el magnánimo gobernador. Hizo esta promesa poniendo su rodilla en tierra delante la suprema autoridad y de todos los demás guerreros presentes. Con la solemnidad de un gallardo caballero se comprometió a liderar una organización de soldados de elite que velara por la seguridad de Era y juró por siempre proteger a su entrañable amigo, así le costara la vida.

Monde siempre creyó que el mundo no merecía a un ángel como Augus. Pero, en realidad, este mundo era demasiado malo para un verdadero ángel como lo era Monde.

—¡PAPÁ!! —gritó Minseok con el corazón desgarrado.

En medio de todo ese alboroto, el tiempo se detuvo para él y para el rey blanco mientras ambos veían a Monde caer herido de muerte por un flechazo letal de Sehun.
El general cumplió su palabra y protegió a su mejor amigo de un ataque que iba directo hacia su corazón. Le salvó la vida y con ello entregó la propia.

El gobernador alcanzó a sostener a su mejor amigo con toda la fuerza que le permitieron sus brazos y lo mantuvo cerca de su pecho cuando Monde se desplomó de espaldas llevándolo consigo al suelo pues era mucho más alto y pesado que él. Eso mismo fue lo que permitió al veterano guerreeo servir de escudo para el Rey Blanco y protegerlo de otro posible atentado.

El noble líder de Alfa murió de manera rápida y silenciosa, sintiendo por última vez el confortable abrazo de Augus. Deseó, sin embargo, no haberlo hecho llorar de esa manera, o al menos haber tenido la fuerza suficiente para decirle "No llores, Augus. Estarás bien"; porque, después de todo, estaba seguro de que su amigo lo estaría.

Suho fue el primero en reaccionar, tuvo la fortaleza necesaria para salir pronto de la conmoción antes que cualquiera de los guerreros y ordenó que los rebeldes fueran detenidos y expulsados de la residencia, ya que Monde no pudo hacerlo. Los soldados no rechistaron la orden,  reconocieron que pelear para sobrevivir en ese momento no era una opción, sino una obligación.

ÁNGEL NEGRO [EXO FANFIC AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora