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Just a kiss on the cheek.


—Entonces, ¿qué te ha traído de vuelta a Georgia?

Me reí, dando otro sorbo a mi tequila margarita antes de contestar. Necesitaba el tequila, pues sin él no me atrevería estar hablando con Norman tal y como lo estaba haciendo ahora.

—Necesitaba descansar un poco—Susurré—, sólo eso —Mentí, encogiéndome de hombros y él se rio, llevando una mano a su barbilla—. Además, Massachusetts es aburrido.

—¿Y qué hacías ahí entonces? —Preguntó y solté otro par de carcajadas, pues este hombre parecía tener más dudas que un niño pequeño.

Habíamos pasado más de una hora conversando y, debía confesar, que la personalidad de Norman sólo había logrado cautivarme un poco más. El hombre no sólo era divertido y chistoso, capaz de sacarme una sonrisa con cualquier estupidez, sino que también escondía una personalidad bastante interesante.

—Estudiar—Murmuré y con su expresión entendí qué quería saber—Matemáticas, Harvard.

—Dios mío, me has sorprendido, pequeña. Eres una persona muy intrigante.

Me miró atento, por un par de segundos y, de un momento a otro, me encontré tan perdida en el azul de sus ojos, que no me percaté lo peligrosamente que se había acercado a mí. Parpadeé y tragué saliva, fuerte, sin saber qué decir. Sonrió, viendo hacia mis labios y relamiendo los de él. Por otro lado, yo no podía hacer nada más que pensar en que él estaba a punto de besarme. Él me iba a besar.

—Es hora de que te lleve a casa, pequeña. —Finalmente, habló y un respiro tembloroso se escapó de mis labios, un poco decepcionada.

Se apartó de mí, actuando como si todo estuviese de lo más bien. Claro que, para mí, nada estaba bien.

—No-no es necesario que me lleves. —Dije y él negó con la cabeza.

—Ni pensarlo —Comentó, poniéndose de pie—, vamos.

Lo seguí en silencio, hasta la salida del local. Le vi presionar un pequeño botón de su llavero y vi las luces de una camioneta encenderse, así que supuse que era de él. Tomé un poco de aire antes de seguir caminando, mentalizándome para un incómodo viaje.

Y es que, ¿cómo podía actuar normal si él había estado a punto de besarme?, ¡¿cómo?!

Me senté junto a él, en el asiento del copiloto, con la vista fija en cualquier cosa que no fuera él. No pensaba hablar, así que sólo lo hice para indicarle mi dirección. Saqué mi teléfono celular del bolso e intenté ignorar la estúpida tensión que yo misma estaba creando en mi cabeza, revisando cualquier cosa que me distrajera en aquel aparato tecnológico. 

—Y, ¿piensas quedarte acá, en Georgia? —Reedus continuó con su interrogatorio, luego de varios minutos en silencio.

No me miraba cuando volvió a hablar, más bien su vista estaba fija en el camino. Fruncí el ceño, ¿por qué era tan preguntón?

—No lo sé. —Respondí, ya no sintiéndome tan conversadora como hace un rato en el local.

—Hmm. —Articuló, volteando el rostro por un segundo, para poder verme, con una sonrisa de lado.

Creo que entendió que no quería seguir conversando, ya que, desde ahí, se mantuvo en silencio como yo.

Afortunadamente, mi casa no estaba tan lejos y él conducía rápido, por lo que no tardamos casi nada en llegar a nuestro destino. Estacionó justo en frente de mi hogar y, por fin, sus estúpidos preciosos ojos, volvieron a posarse en los míos.

—Buenas noches, gracias por traerme.

Mi mano se dirigió a la manilla de la puerta, para poder abrirla, pero, su brazo—quien ya creía tener cierta autoridad en mí—, volvió a sujetarme. Y, de repente, él estaba tan cerca de mí como lo había estado antes.

Nuestras respiraciones lograban escucharse en el silencio de su auto y cerré los ojos, confiando en que esta vez sí me besaría. Pero, nuevamente, me dejó con las ganas, porque lo único que sus labios tocaron, fue mi mejilla.

—Buenas noches, pequeña ________.

Tosí avergonzada, después de haberme humillado de tal manera. No tuve el coraje como para mirarlo a los ojos, así que sólo me bajé del auto, sin darme la vuelta para verlo una última vez.

Entré a la casa y me apoyé contra la puerta, cubriendo mi rostro con las palmas de mis manos. Caminé hasta la sala de estar, con la intención de ver a mi familia antes de irme a dormir. Todos estaban ahí, en el sillón, mirando una película. Papá y su esposa me saludaron, mientras que Lana, en el sillón de al lado, parecía ignorar mi llegada, pues lucía pendiente de su celular.

—Cariño —Papá me saludó y fingí una sonrisa, aun algo preocupada por el asunto de recién—, ¿dónde estabas? Eric ha llamado y...

—Me quedé a comer en el restaurante, después de todo —Respondí—. Norman estaba ahí y me ha invitado —Mi padre asintió, junto con Aretha, mientras que Lana, por primera vez, despegó la vista de su teléfono para mirarme—. Iré por un poco de agua —Avisé, caminando en dirección a la cocina.

Abrí el refrigerador, sacando de este una botella de agua purificada, con pereza. Cerré la puerta y ahogué el grito de susto que me causó ver a Lana junto a mí, con un rasgo medio psicópata en sus facciones.

—Yo que tú, tengo cuidado con Norman —Suspiró mi hermanastra, cruzándose de brazos y mirándome atenta, como si quisiera analizar mi expresión. Sin embargo, yo me tomé sus palabras como un chiste del cual me reí, en su cara—. Lo digo porque eres mi hermanita menor y no quiero que te pase lo mismo que a... todas.

Alcé las cejas, sin saber de qué estaba hablando y, además, pidiéndole que me explicara a qué se refería.

—Bueno, no me gustaría contártelo de esta manera, pero... Norman se ha acostado, prácticamente, con todas las mujeres de la ciudad.

Parpadeé, atónita.

No podía mentir, eso dolió. Pero más dolió, lo que Lana dijo antes de volver a dejarme sola, pensando, en la cocina.

—Ah, y, por cierto, eso me incluye a mí, también.

Tengo muchos capítulos escritos así que, esperen uno al día  o quizás más jeje

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Tengo muchos capítulos escritos así que, esperen uno al día o quizás más jeje

The Bet - Norman ReedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora