capítulo 6

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Toqué el despertador, ese espantoso ruido era insoportable. Me levanté para dirigirme al baño, una vez bañada me coloqué mi vestimenta de ese día, un vestido blanco ajustado al cuerpo que llegaba un poco más abajo de mis rodillas, zapatos negros  de  medio taco y una chaqueta ejecutiva por encima, mi pelo lo arreglé en un moño.

No había podido dormir casi nada la noche anterior, tenía en mi cabeza la imagen de Bruno con esa mujer, ni siquiera sé porque me molestaba tanto.

En realidad nunca he sido el tipo de mujer descarada, que le guste los bares, fiestas, alcohol, nada de eso es algo que pertenezca a mí vida, pero llega un desconocido arrogante y me pone todo patas arriba, hace que me olvide de mi dignidad de mujer y eso carajo es frustrante.

Aún no me explico como es que tuve sexo con él sin siquiera conocerlo, sí, lo admito. No soy el mejor ejemplo a seguir, al menos no después que conocí a Bruno Prieto.

Llegue a la oficina temprano, fui a por un café antes de dedicarme a mis labores. Necesitaba algo de energía, mantenerme despierta al menos durante mis horas laborables.

Organicé la agenda de mi jefe, citas, reuniones, llamadas, en fin. Hacía casi dos horas que había llegado, cuando mi jefe me llamo.

Toqué la puerta, no pasé hasta no escuchar el acostumbrado "adelante".

— Señor.— Le hablé al abrir la puerta. — ¿ Me necesita?.

Mi jefe estaba sentado en su escritorio, al parecer estaba en una especie de junta porque había alguien sentado delante de él, no logré ver su rostro, yo estaba cerca  de la puerta esperando una invitación a pasar.

Demasiado protocolo pero asi es el señor Prieto...

— Sí  Fara, pasa adelante.— Me indicó.

Hice lo que me ordenó mi jefe, entré a la espaciosa oficina. Me coloqué delante de su escritorio como siempre solía hacerlo.

— Buenos días, Fara.— Saludó una tercera voz.

El hombre que estaba sentado delante del señor Prieto me saludo, yo le dediqué la sonrisa más falsa que había podido presentar.

Escuchar su voz sólo logró  ponerme tensa, mi cerebro unió todas las imágenes de la noche anterior para torturarme. ¿ Porqué tiene que estar en todos lados?, si, ya lose es la oficina de su padre y por ello tiene todo el derecho.

— Fara.— Escuché al señor Alessandro hablar.—  Te llame para informarte que a partir de hoy Bruno trabajará con nosotros.

Yo opté por sentarme, de verdad que mi mala suerte no tenía límites, ahora tendría que verlo casi todos los días, ver su sonrisa cínica  y su mirada arrogante, recordar día a día mi debilidad.

— Por ello.— Continúo hablando mi jefe.—  Necesita alguien que lo ayude a ir incorporándose al negocio, y de paso que organicé sus obligaciones.

Señor que no lo diga por favor!!!, yo que no voy mucho a la iglesia pero si evitas que el no diga lo que creo va a decir, te prometo ir todos los días, todos los días.

-— hemos pensado que esa persona seas tú.— Continúo hablando el señor Alessandro. —  Por supuesto cambiarás de oficina para que estés más cerca de la que le asignaremos a Bruno...

Ok  Dios... No hay trato, eres malo en los negocios.

El móvil de mi jefe me saca de mis pensamientos, esté pide disculpas y sale de la oficina.

—¿ Porqué hacés esto?.— Pregunté a Bruno aún sin moverme del asiento en donde estaba.

Cerré los puños tratando de conservar mis emociones.

—  Digamos que me quiero divertir un rato.— Masculló en tono arrogante, con su estúpida sonrisa de autosuficiencia.

Como lo odio...

Lo detestó...

Me levanté para irme, pero esté no me permitió casi movimiento, me levantó como si fuera una pluma, colocándome encima del escritorio del señor Prieto.

— Sueltame.— Le exigí  enojada, esté hombre tiene el don de sacarme de mis casillas.

Ignoró mis palabras, contario a esto me besó, sus labios buscaban los míos con necesidad, un beso fuerte, agresivo, un beso que me dejó sin oxígeno en mis pulmones.

— Tú... vas hacer lo que yo quiera, cara.— Musitó con nuestras frentes  unidas.

Sentía su alimento en mi rostro, su sabor aún estaba en mis labios, me odiaba por desearlo, por querer que continuara besándome.

—  Estás equivocado si creés que voy a ser tu juego.— Lo aparte de mí, bajé del escritorio y empecé a areglar mi vestido mientras me dirigía a la puerta.

Antes de llegar a la puerta me giré, necesitaba dejarle en claro que yo no sería su títere.

Nunca.

—  Ah, olvidate de la idea de que sea tu asistente, prefiero el desempleo antes que estar pegada a ti todo el día.

— No creó que te puedas negar.—  Su voz se escuchó Autoritaria.— Sino aceptas me obligarás a contarle a mi padre que tuviste sexo conmigo.— Volteé a mirarlo. —  Que te me metiste por los ojos y púes como yo soy débil sucumbí ante tus encantos...

Sentí mi rostro rojo por la ira, de verdad Bruno sería capaz de decir eso, creó que estoy empezando a odiarlo más si es que eso era posible.

— No serías capaz.— Susurre.

Esté se acercó más a mi, colocándose en frente , le encantaba tratar de intimidar con su figura de Dios griego.

— Creeme cara, no sabes de que soy capaz así que es mejor que no me tientes...

AMORES QUE MATAN ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora