"Capítulo 20"

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Pasó una semana y media y ya estamos a 7 de octubre. El frío ya se hacía presente en las calles de Madrid, pero todavía seguía el Sol.

Mi "problema" ya estaba superado. Había conseguido olvidarle. Bueno, no olvidarle, había conseguido aceptar que no podía tener una relación con él, sólo como amigos. Los cortes cicatrizaban y me juré a mi misma que no iba a volverme a cortar.

Me sentí bien conmigo misma. Había conseguido cambiar. Había una nueva Laura.

Ellos (mi familia y amigos) decían que no comía mucho, así que ahora había una persona cada día en mi casa. Por ejemplo, hoy estaba Carlos. Mañana estaba Charlotte y Cristina y al día siguiente mi hermano con Marta. Y así sucesivamente.

Como dije, estaba con Carlos. Viendo una película de miedo. Estaba todo a oscuras, sólo se podía ver la televisión.

La chica de la película se escondió debajo de la cama cuando vio que había alguien persiguiéndola. Apareció un plano desde el punto de vista de la chica, o sea que miraba lo que había fuera de la cama.

De pronto, apareció ¿algo? No sé lo que era por debajo de la cama. Me asusté y abracé a Carlos.

—Yo también me he asustado —dijo riendo.

Reí y escondí mi cabeza en su cuello, mirando de reojo la película.

Tras una hora y varios sustos después.

—No vuelvo a ver una película de miedo —dije asustada subiendo las persianas.

—¿A dónde quieres ir ahora? —preguntó—. Si quieres podemos ir a patinar.

Le miré con ilusión.

—¿A dónde?

—Palacio de Hielo.

—¡Sí! —exclamé—. Me preparo y nos vamos.

Asintió sonriendo. Caminé a mi habitación y me vestí con una camiseta blanca básica y encima un jersey blanco o gris. Depende por dónde lo veas. Después unos vaqueros rotos y unas converse blancas.

Caminé al baño y me peiné. Encima me puse un gorro. Volví a mi habitación y guardé lo más importante. Los guantes. Estaba buscando unos guantes para Carlos, que seguro que no había traído. Cogí unos de mi hermano. Volví al salón y Carlos estaba haciéndose el dormido.

Me acerqué sigilosamente a él.

—¡Ya nos podemos ir! —le grité.

Abrió los ojos sobresaltados y me miró.

—¡Qué susto me has dado! —exclamó.

Reí.

—Vámonos.

Salimos de casa y condujo hasta el Palacio de Hielo. Cuando llegamos, me emocioné. Entramos a la entrada de la pista de patinaje.

—Todo son 25 € —sonrió amable la chica que nos estaba atendiendo.

Saqué 12, 5 €, que eso es lo que costaba una persona.

—Después arreglamos cuentas —habló.

Asentí y nos dio nuestros patines según nuestra talla. Entramos a la pista de patinaje, a las gradas y nos sentamos ahí. Nos cambiamos.

—Ponía afuera que teníamos que utilizar guantes. ¿Nos dirán algo? —murmuró.

Sonreí y saqué los dos pares de guantes. Les di lo más grandes y yo me puse los míos.

—Por eso tardaba, no encontraba los tuyos —dije dándole un codazo.

Se tocó dónde le había dado y se tocó esa zona.

¿No quieres o no puedes?   ➡ Antoine Griezmann ⬅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora