Pasos.
Pasos eran lo únicos que se oían en el lúgubre y obscuro callejón, donde ella se desesperaba cada momento más, esperando a que algo o alguien la ayudará a escapar del peligro yaciente que le provocaba estar en ese lugar con aquella persona quie caminaba dando leves pasos por la mitad de tan enorme trampa sin salida. Cada uno de los pequeños y ligeros sonidos de la suela del zapato ajeno la hacía temblar de pies a cabeza, mientras el murmurar del viento le daba un aire inhóspito al lugar donde estaba acorralada, esperando una "confrontación", o aunque sea una oportunidad para salir corriendo y escapar de dicha mencionada, quien cada vez se sentía más cercana a la albina. Cuando la pelinegra llegará hasta el punto donde se hallaba la oji-ámbar, ésta quizás ya hubiera explotado de la angustia. Podría salvarse cuando desease, una simple pelea y podría dar tiempo para correr, pero aun no era lo suficientemente fuerte como para combatir con aquella susodicha quien ya estaba a unos cuantos pasos más de ella. Ahi venía lo difícil.
Uno- Un enorme monstruo se abalanzó sobre su débil cuerpo, estrellándola brutalmente contra el suelo.
Dos- Una esbelta figura envuelta en una gabardina negra salia de las sombras y dejaba ver su tan intimidante semblante, para luego obsequiarle una gélida mirada a la más baja y verla de pies a cabeza, esperando a que su bestia negra la devorase completamente.
Tres- Dos grandes y afelpadas manos tomaron a aquella masa negra y la golpearon con tal fuerza que aquello se separó dando un enorme salto, cayendo detrás de la mayor, quien rápidamente encaró a la de falda.
— Asi que sí tienes valor para querer pelear conmigo, gata. —Espetó con veneno en su voz, dio tres pasos para llegar más cerca de la menor.
Al ver tal acción la oji-ámbar se puso en posición de combate, sin dejarse amedrentar o al menos fingiendo que asi era.
— Y-yo... Yo no te tengo miedo, Akutagawa. —Le titubeó intentando parecer segura de sus palabras, pero en cambio esto sólo agrando el creciente miedo que ya sentía que la consumía completamente.
— Deberías.
En un abrir y cerrar de ojos, dos grande bestias salen de la tierra y atraviesan el cuerpo de la más pequeña, ésta escupe una gran cantidad de sangre por la boca, mientras intenta recuperarse, aquellas cuchillas negras salen de su cuerpo y vuelven detrás de su interlocutora.
Se lanzo al suelo y tosió tratando de acabar con aquel dolor en la parte de su espalda y estómago, rápidamente pudo curarlo con la regeneración del tigre. La pelinegra le regala una mirada sobria a la menor y luego volvió a mandar a su poder que acabará con la insignificante vida de ese ser.
— ¡Basta! —Exclamó al sentirse siendo elevada por un enorme golpe en su sistema digestivo, con sus manos gigantescas le dio un fuerte golpe al abrigo negro y cayó sobre unas latas y envases vacíos que ahí moraban.
La mercenaria suspiró, y giro sobre sus talones, esperando a que la albina creyera en esa vieja trampa y sin más tosió un poco, haciéndose la distraída.
Cuando la pelinegra se dio vuelta, la albina aprovechó y se abalanzó con el delgado cuerpo de ella, estaba a punto de tocarla con su puño, hasta que sintió ser tomada y enviada directamente hasta la pared del callejón, rápidamente se sintió aprisionada de las manos por una cosa áspera y peluda quien la mordía fuertemente, obstruyendo su huida.
Akutagawa prefiere no atacar directamente. No, ella quería poder masacrarla con sus propias manos, para asi darle un golpe tan fuerte para que a la ajena le quedará claro quien era en realidad ella.
Al momento en que se iba acercando hasta ella, la chica pataleo, invocó sus enormes garras de tigre pero nada, tambien intento morder, pero sólo hacía que el agarre se volviera más fuerte e incómodo.
— ¡No, suéltame! —Chillo aterrada.
La mercenaria quien yacía a escasos centímetros de la oriental, solamente pudo encaminarse hasta la anatomía ajena, encarándola completamente.
— Esperó que esta vez aprendas de tu debilidad. —Dictaminó la mayor, viéndola con mirada neutra y acercándose más a su rostro.
— ¡Por favor, déjame ir! Haré lo que quieras, lo que me pidas. ¡Pero suéltame! —Sollozaba la chica, pues tenia tanto miedo. No sabia que tipos de torturas pasaban por la mente de la mafiosa, por eso le daba tanto miedo saber lo que quería ésta.
La azabache dio otro paso más, pegándose completamente al cuerpo tembloroso de la chica, ésta rápidamente inclinó su cabeza intentando morder a rashoumon para zafarse del agarré, más la ejecutiva la tomo por el cabello y no le permitió que acabará su acción.
Tomando el suave cabello blanco, empezó a acercar el nervioso rostro de la menor hacia el suyo, para horror de la albina.
— Ahora estas bajo mi poder, pequeña gatita, dime, ¿Qué harás? —Su cálido aliento chocó contra la boca de la contraría, ésta gimotea calladamente para luego dejar ir un suspiró. ¿Dazai-san está aquí para cuidarte? No, ella siempre hará lo mismo con sus subordinadas. —Continuó, con su mano libre empezó a juguetear con la falda de la chica, quien sólo cierra los ojos. Ahora que te veo de está forma me preguntó, ¿A que sabrán tus labios? ¿Dazai-san se enojaría si los pruebo?
— D-déjame. —Suplicó no queriendo que se acercará más.
— No.
La albina al oír esas palabras abrió los ojos desmesuradamente, notó a la azabache avanzar hasta su rostro y sin previo aviso empezó a besarla en la comisura de su labio.
— ¡Ah! ¿Q-qué... ¿¡Qué estás haciendo!? —Exclamó titubeante la peli blanca.
Cuando menos lo acordó, ya tenía a los labios ajenos unidos a los suyos, sin ningún tipo de invitación. Una cálida lengua se deslizó sobre la cavidad bucal de la detective, mientras intentaba separarse sin mucho éxito. Intentó empujar el cuerpo contrario del suyo, esa lengua se sentía rara abarcando toda su boca, y la incomodaba en gran manera. No sabia por que la mercenaria le hacía esto, ¿Acaso era un tipo de venganza? Ó solamente quería eso pasará.
¿El problema?
Ambas eran enemigas, tambien mujeres, y se odiaban con su vida entera, ¿Por qué hacía eso? ¿Que ganaba haciéndolo?
Su mente estaba hecho un caos, mientras que sus mejillas estaban totalmente decoradas por un intenso color rojizo que le calentaba el rostro completamente. Durante todo el beso no movió ni un ápice, ni siquiera suspiró o hizo algún ruido que fuera a incomodar el ambiente.
Lentamente fue relajándose e incluso olvidándose de con quien estaba compartiendo aquel momento tan íntimo. No se dio cuenta el momento en el que sus manos habían sido liberadas, perdiéndose totalmente en tan apasionada acción.
Un minuto después, sintió como sus pulmones empezaban a exigir aire, y se separó de la mafiosa, aun con los ojos cerrados. Jadeante y con los labios hinchados por el antes mencionado beso, no pudo hacer más que abrir lentamente los ojos, pensando en que hacer al encontrar la mirada azabache chocar contra la suya.
Mas su sorpresa fue mucha al buscar con la mirada y no encontrar a nadie más ahí. Busco por todo el perímetro en busca de la de chaqueta, al alzar su frente, vio con vergüenza a una figura frente a un tejado un poco lejano quien estaba de espaldas, y sin más empezó a saltar por las otras tejas de las casas de Yokohama.
Sin embargo; Atsushi tenía una boba sonrisa en su rostro. Vaya, nunca creyó que su primer beso llegará a ser de esa forma y con esa persona que tanto odio se declaraban.
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¿Un beso?
RomanceAhora que te veo de está forma me preguntó, ¿A que sabrán tus labios? ¿Dazai-san se enojaría si los pruebo? - D-déjame. -Suplicó no queriendo que se acercará más. - No.