DURANTE - 14 ; Orange is the new fuck.

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La campana sonó, era hora del almuerzo. No me moví en lo absoluto, continué observando el techo desde mi litera. Miles de cosas pasaban por mi cabeza, pero nada en concreto, estaba en blanco. Durante años había pensado que mi estadía en el manicomio era una desgracia, pero nada comparado con pasar el resto de mi vida encerrada en prisión. No estaba segura de cuánto tiempo llevaba en ese lugar, había perdido la cuenta. Mi vida estaba desecha.

Mi madre me visitó todos los viernes durante tres meses, papá y Morrison asistían a menudo, fingiendo que todo estaba bien, que estaban bien. Y honestamente, esperaba que así fuese. Holland, la nueva esposa de papá también me visitó unas cuantas veces, era una mujer agradable y lo más importante, lograba mantener a mi padre cuerdo. Luego de su primera visita, me encerré en uno de los baños y lloré lamentándome por no haber pasado tiempo con ella cuando se me presentó la oportunidad.

Aquella situación me hacía poner hipersensible. Durante mis primeras semanas no hacía más que llorar de noche, hasta que mi compañera de cuarto me dio la golpiza de mi vida y logré entender que me convenía tragar mis lágrimas. Pero simplemente no podía contenerme, entonces cada vez que necesitaba desahogarme me escondía en los baños, y pasaba horas y horas llorando. Claro que eso fue antes de recibir una segunda golpiza por parte de un grupo de reclusas que utilizaban los baños para fumar hierba.

Era el juguete nuevo de las convictas, quienes se divertían golpeándome o humillándome enfrente a todo el penal. Sabían que me encontraba sola, indefensa y sin nadie que pudiese brindarme su ayuda. Pero de a poco fui comprendiéndolo, aceptando la realidad. No me encontraba en Litchfield, no era otro capítulo de Orange Is The New Black. Era la vida real. Estaba en prisión, donde no tienes amigos, no le interesas a nadie, y en donde tu pasado y tus acciones son tu propio adversario.

Y ese lugar me cambió. Me adapté, aprendí por mi supervivencia.

-¿No escuchaste la campana Muttone? Es hora del almuerzo-Habló un guardia adentrándose a mi habitación y bajándome bruscamente de la litera superior-Tú y tus desobediencias están cansándome.

No respondí, me mantuve en silencio mientras era arrastraba por los pasillos hacia la cafetería.

-Y a ver si comes algo, morirás de hambre-Soltó, forzándome a tomar asiento-Si es que no te matan antes.

Levanté mi mano y empujé bruscamente la bandeja de comida lejos de mí. El guardia me observó con notable enojo y tras patear la silla en la que me encontraba, provocando que cayera al suelo luego de chocar mi mandíbula con la mesa, se marchó.

La cafetería entera estalló en carcajadas y burlas a las cuales hice oídos sordos.

Le eché un rápido vistazo a mi cuerpo mientras me ponía de pie, había perdido una cantidad exagerada de peso y no contaba con la fuerza suficiente para realizar cierto tipo de acciones.

Era un alma muerta encerrada dentro de un cuerpo vivo que comenzaba a deteriorarse.

-No durarás mucho tiempo aquí-Habló una mujer de unos treinta y tantos, tomando asiento junto a mí-Morirás.

Lo sabía, y honestamente eso era lo que quería.

-Eres como un jodido esqueleto con piel-Carcajeó mientras se adueñaba de la comida de mi bandeja-Agh, esta mierda no tiene sal.

La mujer se puso de pie y abandonó la mesa dejándome completamente sola otra vez.

Comencé a tener problemas con mi visión, todo se encontraba borroso. Y en mis manos podía sentir la falta de fuerza más que en cualquier otra parte de mi cuerpo. Llevaba semanas sin comer y eso comenzaba a surtirme efecto, pero para ser sincera era lo que quería.

FOUND | H.S |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora