Capítulo 3

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 Capítulo 3

¿Tienes algo que hacer estar noche?

María frunció el ceño al oír quién la llamaba a su teléfono personal.

–¿Cómo has conseguido este número? ¿Mandaste a alguno de tus espías para que se colara en mi despacho?

–No, qué pérdida de energía. Solo tuve que llamar y pedírselo a tu ayudante.

María lanzó una mirada de odio a Thad a través de la pared.

–¿Cómo es posible que te lo diera?

–Supuso que si quería localizarte, es porque era algo importante. Es lógico que necesite hablar contigo a cualquier hora, puesto que soy tu amante...

El modo en que pronunció la palabra hizo que María sintiese un escalofrío. Odiaba que tuviese razón y odiaba haber accedido a formar parte de aquel plan, pero la verdad era que quería la cuenta de Barrows y, si para conseguirla tenía que vender su alma al diablo, estaba dispuesta a hacerlo.

No encantada, pero sí dispuesta. Una vez que la cuenta fuera suya, Esteban dejaría de ser un problema porque solo tendrían que trabajar juntos en la etapa de diseño del sistema de navegación, nada más. Podría soportarlo. Sobreviviría a él. Al menos ahora sabía que podía controlar la situación. No era como encontrarse enfundada en el horrible vestido de gala para el baile de graduación y tener que ir con un chico al que habían pagado para acompañarla. No, ahora parte del poder estaba en sus manos.

–Está bien. ¿Para qué querías saber si tenía algo que hacer esta noche?

–Me preguntaba si querrías venir conmigo a la premier de una película.

–¿Una premier? ¿De qué película?

–Cold Planet.

Por un momento, María se olvidó de dar una imagen de frialdad e indiferencia. Olvidó con quién estaba hablando.

–¿En serio? ¡Esa peli tiene una pinta estupenda!

–¿Tú crees?

–¡Es como si hubieran hecho realidad todos los sueños de ciencia-ficción que tenía cuando era pequeña! –ya no podía ocultar su entusiasmo. Por mucho que sus asesores la entrenasen para saber cómo comportarse en público, seguía haciendo ese tipo de cosas de vez en cuando.

La gente normal no se ponía así por una película. Los raros como ella, sí, y era algo que incomodaba a los demás. Eso era lo que le había dicho su madre una y otra vez desde que a los cinco años había empezado a decir que algún día le pondría a un coche el cuadro de navegación de una nave espacial que había visto en una película futurista.

Siempre había hecho sentir vergüenza a sus padres porque no dejaba de hablar de temas raros, ni disimulaba su entusiasmo. El objetivo de su madre había sido convertirla en alguien normal; hasta tal punto lo había deseado que había pagado a un chico para que la acompañara al baile de graduación a los dieciséis años.

Aquello había sido el final. Esa noche había dejado de intentar ser normal, pero había aprendido algo más importante. Ser normal no estaba exento de peligros, pero el ser tal como era y mostrarse vulnerable era un gran error.

Esa espantosa noche la había hecho más fuerte. Después de quitarse aquel ridículo vestido rosa que había tardado horas en elegir, se había puesto una coraza de la que no había vuelto a despojarse. Algo en lo que Esteban tenía razón. No le gustaba nada que Esteban lo tuviese razón.

La pareja que engaño a todo el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora