Capítulo 4

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 Capítulo 4

Había pocas cosas que Esteban detestara más que los actos benéficos. Un lugar lujoso, lleno de gente horrible que se creía importante y que se pasaba el día aprovechándose de los menos afortunados, pero luego aparecía en fiestas como aquella para dar una imagen altruista ante los medios.

Recordaba perfectamente la primera vez que había estado en una sala como aquella. Asqueado de con quién estaba y de lo que tenía que hacer porque le habían pagado para hacerlo, quisiera o no. No. La prensa sensacionalista y el autor de esa maldita biografía no tenía la menor idea de lo que había sido su vida.

Entonces miró a María y la vio tan tensa que no pudo evitar preguntarse si no había acabado convertido en una de esas personas que tanto criticaba y odiaba.

No. Aquello también beneficiaba a María. Era un intercambio.

¿Como el sexo a cambio de dinero?

Dios, no. No era lo mismo.

¿Por qué pensaba en aquello? Normalmente no lo hacía, pero no podía parar de pensar en esas cosas desde que había firmado aquella extraña alianza con María. Nadie sabía la verdad, aunque muchos creían que había llegado a la cima acostándose con mujeres poderosas. Pero nadie sabía la verdad.

Detestaba aquellos rumores, por lo que se acercaban a la verdad, pero no habría dudado en volver a pasar por todo ello para llegar hasta donde estaba. Ahora solo se molestaba en demostrar que tenía derecho a estar donde estaba.

Solo los débiles se lamentaban. No iba a perder el tiempo pensando en el pasado. Como no pensaba nunca en el frío y el hambre que había pasado en la calle siendo niño, ni en cómo había vendido su alma a cambio de comida y de una cama caliente. Y, más tarde, a cambio del éxito.

Esa noche iba a olvidarse de la poca conciencia que le quedaba porque era lo que debía hacer y el fin siempre justificaba los medios. Y porque ya no era el muchacho que había sido, ahora era un hombre poderoso.

–Intenta relajarte –le susurró a María mientras todos los seguían con la mirada.

–Estoy relajada.

–Eso significa que ni siquiera sabes estar relajada. Estás casi temblando.

–Es que tengo mucha energía –reconoció, mirándose las manos.

–¿Sí? Entonces será mejor que la aprovechemos de otra forma –la agarró de la mano y la arrastró hasta la pista de baile, pero al volver a mirarla, vio que ahora, además, parecía preocupada–. Vamos, no voy a morderte.

–Lo sé, pero voy a hacer el ridículo.

–Déjate llevar.

Sintió sus uñas en el hombro. No era la primera vez, pero aquello era distinto. Comenzaron a moverse al ritmo de la música.

–Perdona –se disculpó María la primera vez que le pisó, mirándolo con las mejillas sonrojadas–. Esto no se me da bien y la gente nos mira.

–Porque ahora somos infames, además de famosos.

–Tú ya lo eras –respondió ella.

Esteban sonrió.

–Bienvenida al lado oscuro.

–No sé si me gusta estar aquí.

La pareja que engaño a todo el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora