Capítulo 12

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 Capítulo 12

Cuando Esteban llegó a su casa del trabajo, María estaba allí y era la cuarta noche seguida. La cuarta noche que cenaban juntos en la cama.

Esos últimos días estaban siendo increíbles. María lo tenía fascinado, pero seguramente era porque era su amante, pero desde que le había contado lo del baile de graduación, sentía un intenso deseo de protegerla, algo que nunca había sentido por nadie. Y sentía una extraña conexión con ella.

Pero todo en aquella relación era extraño.

–Hace una noche preciosa –María se levantó de la cama y se acercó a las ventanas que daban al mar. Estaba desnuda y no le importaba en absoluto. Parecía sentirse cómoda con él tanto desnuda como vestida.

–¿Te gustan las estrellas? –no sabía por qué se lo preguntaba, por qué sentía la necesidad de compartir aquello.

En su vida no había habido nadie con quien compartir nada, ni cuidadores, ni familia, ni amigos. Sin embargo María, con su alegría y su pasión por la vida, siempre compartía su sonrisa con él. Por eso ahora él quería compartir algo personal.

–Me encantan.

–Entonces puede que te apetezca venir a la azotea a ver mi telescopio.

María enarcó las cejas y sonrió.

–¿Intenta seducirme, señor San Román? Debo decirle que no es necesario que se esfuerce. Te dije que no desplegaras tus encantos conmigo, pero me temo que ya estoy encantada.

Esteban habría querido advertirle del peligro, pero quería que siguiera mirándolo como lo hacía.

Subieron a la azotea agarrados de la mano, otra cosa nueva para él. Esteban le contó que siempre le había gustado observar las estrellas, desde la época en la que había vivido en la calle, y que estaba convencido de que muchas veces lo habían ayudado a no perderse.

–Estaba muy solo, María, así que el cielo y las estrellas eran mis acompañantes –terminó de contarle.

–No me extraña que te sintieras solo.

–Gracias por entenderlo –la comprensión de María era muy valiosa para él porque también era algo nuevo.

Le fue mostrando las constelaciones y ella las observaba atentamente, agarrada al telescopio, completamente desnuda.

–Eres una fantasía hecha realidad, María. Una mujer con ese cuerpo a la que le gusta mirar las estrellas.

Ella levantó la mirada hacia él y sonrió.

–Y un hombre con ese cuerpo que comprende lo fascinante que es un

procesador de ocho núcleos.

–Me encanta cuando hablas como una loca de la tecnología.

María se echó a reír y él fue a abrazarla, echando la manta que había subido de la habitación por encima de los dos.

–¿Es maravilloso? –susurró ella.

–¿Orión?

–Sí, Orión, tu casa, esta azotea, lo que has hecho con tu vida. Es increíble todo lo que has conseguido. Ahora que ya no te veo como un enemigo, me doy cuenta de lo admirable que es.

La pareja que engaño a todo el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora