Epilogo

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 Epílogo

El lanzamiento de toda una línea de coches era algo importante y, teniendo en cuenta todo lo que había hecho María Fernández, eso era mucho decir. Ordenadores, teléfonos, sistemas de navegación, amor... sí, tenía una vida muy completa.

Miró al público, a las miles de personas que llenaban el aforo y respiró hondo antes de comenzar a hablar de la colección de automóviles MarisTeban.

–Gracias por acompañarnos hoy en el comienzo de la aventura más ambiciosa, tanto de Datasphere como de Anfalas.

En la pantalla gigante que tenía detrás debía aparecer el logo de la empresa, pero no fue así.

Lo que apareció fue el rostro de Esteban.

–Señor San Román, por si no lo ha olvidado, esta presentación también es suya, así que no debería estropearla.

El público se echó a reír.

–Lo sé, señorita Fernández, y no pretendo estropearla –de pronto se puso en pie y desapareció de la pantalla... para aparecer en el escenario.

–Parece que mi socio se está dejando contagiar de mis dotes para el espectáculo –bromeó María–. Quién lo habría imaginado.

La gente se volvió a reír.

–Anoche se me ocurrió algo –anunció Esteban.

–Es demasiado tarde para cambiar nada en los coches.

Seguramente el público pensaba que estaba todo preparado, pero no era así.

–No es eso. Quiero preguntarte algo y no puedo esperar ni un minuto más.

–Está bien, San Román –dijo ella, temblando de repente–. Pregunta lo que quieras antes de que se nos aburra todo el mundo.

Entonces se arrodilló frente a ella y le agarró las dos manos entre las suyas.

–María, me he pasado toda la vida solo, pero este último año ha conseguido borrar toda esa soledad y ya ni siquiera recuerdo lo que es pasar frío de noche. Lo único que sé es que quiero estar contigo para siempre. Tú has borrado mi pasado, has llenado de felicidad mi presente y ahora quiero pedirte que compartas el futuro conmigo. María, ¿quieres casarte conmigo y hacerme el hombre más feliz del mundo?

María se arrodilló también, olvidándose de que había miles de personas observándolos. Nada importaba excepto él.

–Mira que has hecho numeritos para estropear mis presentaciones, pero nada comparado con esto.

–Será aún mejor cuando digas que sí –se sacó una cajita del bolsillo y de ella, un anillo que ella ni siquiera miró.

–Sí, sí, sí. ¿Dónde iba yo a encontrar un hombre que se pasara la noche levantado jugando videojuegos conmigo? ¿Dónde voy a encontrar un hombre que me quiera tal como soy?

Esteban la estrechó en sus brazos y la besó. El público estalló en vítores y aplausos.

–¿Alguna otra razón? –le preguntó él.

–Bueno, sí, la más importante, que quiero pasar el resto de mi vida contigo.

–El dinero no me dio la felicidad, ni me hizo sentir en paz. Lo has hecho tú, María, y nunca podré dejar de agradecértelo.

–No necesito que me agradezcas nada. Solo que me ames. Y que me beses.

Y eso hizo él.

La pareja que engaño a todo el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora