Videncia

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Viktor Nikiforov no era vidente. Para nada. Ni siquiera podía considerársele creyente, ya que no celebraba Navidad, aunque, eso sí, se rendía ante cualquier celebración ofrecida por el país que estuviese visitando, ya fuese una religiosa, política, cultural, o lo que fuese.

No, no era vidente, para nada. Lo que no quería decir, tampoco, que no fuese intuitivo...

- Si sigues comiendo de esa manera, regresarán los dos kilos de más que ganaste entre el Grand Prix Final y las nacionales, Yuuri...

- ¡Calla! Hoy al menos comeré lo que me plazca, me tuviste como un esclavo egipcio todo el mes, Viktor, ¡me muero de hambre!

- El viejo tiene razón, ya no eres tan joven como hace cinco años, cerdo...

- ¡Yurio! -volvió la cara de puerquito regañado, que usualmente vencía incluso a Yurio, por lo que el aludido miró a otro lado, intentando no caer en la trampa.

- Cuando regresemos a Rusia tendrás que someterte a la disciplina de Yakov, Yuuri...

- ¡Pero mi entrenador eres tú, y nunca eres estricto! -ya sus ojos estaban húmedos, viendo cómo Viktor retiraba el katsudon que su madre le había preparado, aun a medio comer.

- Debo serlo. Y debo serlo porque sabes perfectamente bien que aunque ya me haya retirado, mi trato contigo fue hacerte ganar como mínimo cinco medallas consecutivas, y este es el último en el que participas. Necesito que estés en tu mejor forma, Yuuri -una gotita de sudor le bajó por la amplia frente, cuando después de cinco segundos, su japonés apretó los puños, y bajó la mirada- Yo... yo te prometo que luego de todos los campeonatos comeremos muchos tazones de cerdo, incluso con Yurio, ¿verdad? -suplicó por ayuda.

- ...claro. Después de todo, yo no suelo subir de peso, pese a tragar como una vaca -intentó reanimar el ambiente a su muy particular estilo, pero

Viktor no era vidente. Sin embargo, sabía cuándo Yuuri necesitaba a Yurio, y cuándo definitivamente él mismo necesitaba a la versión Yuri de Otabek.

Esa que era serena y para nada mordaz.

Sí, a veces necesitaban de esa versión, como en ese momento. Pero...

Carajo...

- ¿Es así? Bien -se puso de pie, y los miró con evidente odio- Entonces te libro de mi desastroso performance, puedes hacer lo que siempre debiste: entrenar a Yuri para que gane esa medalla. Renuncio.

- ...

- Si esa es una broma de mal gusto, te la puedes ir metiendo por el -pero Yuuri fue más rápido que la lengua del ruso menor. Le arrebató el bowl de katsudon a su cuasi ex-entrenador (y pareja, para horror de Viktor), y se fue corriendo.

- ¡YUURI! -tan rápido como su evidente mayor resistencia le permitía, ya que el ruso no llegó ni a la puerta cuando ya Yuuri doblaba por la esquina.

- Mierda... pensé que se reiría como otras veces -se veía en verdad arrepentido- Debe haber ido al Ice Castle, déjalo una hora a solas, ya luego lo vamos a buscar.

- No debí decirle eso -se quiso arrancar las hebras plateadas- Soy un idiota. Lo hice sonar a esa maldita final de hace cinco años en la que él me quiso mandar al diablo a mí...

- No sonaste a nada parecido, al menos no si tomo como versión oficial la que tú me diste. Es simplemente que es obvio que tiene mucha presión encima, recuerda que por una u otra maldita circunstancia, el matrimonio se ha ido retrasando, pese a todas las medallas que ya tiene, y debe estar tenso también por eso.

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