Capítulo 5.

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Ranik me manda un mensaje por la mañana para reunirme con él en una determinada mesa fuera del edificio F. Necesita su tarea para el primer período. Corro hasta allí, sin aliento para cuando llego a la mesa de hierro forjado. Ranik luce relajado y arrogante como siempre con una chaqueta de cuero y sus vaqueros rotos.

—Aquí. —Le paso la carpeta de manila con su informe en ella—. Dos informes y un ensayo. Anotado y duplicado para tu referencia.

Ranik saca un burrito de desayuno de su chaqueta, al mismo tiempo que saca unas cuantas páginas de la carpeta. Sus ojos verde-dorados escanean las primeras líneas, y sonríe.

—Bueno táchame de sordo, mudo y ciego. Incluso lo has hecho sonar como yo.

—Un acento horroroso no obstante —corrijo, y me siento frente a él.

—¿No encuentras encantador mi acento de Luisiana?

—No encuentro nada sobre ti encantador. A excepción de la posibilidad de que me vas a dejar sola en breve.

Sacude su cabeza, su cabello oscuro cayendo sobre sus ojos mientras sonríe.

—Entonces. ¿Qué piensas sobre la playa?

—No puedes estar hablando en serio.

Ranik me sonríe sobre su burrito de desayuno.

—Mortalmente serio.

Ajusto mis gafas y miro con el ceño fruncido a mi chai latte y muffin de chocolate.

—¿Estás interrumpiendo mi comida favorita del día para decirme que tengo que ir a la playa contigo?

—¿El desayuno es tu comida favorita? —dice Ranik con la boca llena agraciada de huevo.

—No cambies el tema —espeto—. No puedo ir a la playa contigo.

Traga, sus ojos verde-dorados se agrandan.

—¿Por qué no? Es una lección. Y los octubres soleados no duran para siempre, Princesa. Vas a lamentar el no ir cuando estemos atrapados por la lluvia y las nubes veinte cuatro horas a la semana.

—No puedo ir —repito con severidad.

—Uh, pero puedes.

—No iré, entonces —espeto—. Me niego a ir.

Ranik suspira y se sienta, arrugando el envoltorio de su burrito en una bola.

—Nunca he conocido a una chica que odie la playa como tú. Incluso a las lindas que les gustan los libros les gusta leer en la arena.

—Me gusta leer en la arena. Simplemente... me desagrada el océano.

Odio nadar en frente de los chicos, término mentalmente. Ranik levanta una ceja.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que alguien vaya a reírse de ti en tu traje de baño?

Me estremezco, y Ranik suspira.

—¿Acaso algún pequeño cabeza de polla se burló de ti en la playa o algo así?

—No. Y no digas esa palabra.

—¿Qué palabra? ¿Polla?

Me pongo sonrojo, fuertemente. La ceja de Ranik sube aún más, y se forma una sonrisa.

—De acuerdo, está bien. Encontraré otro lugar para la lección.

Su aceptación es tan brusca que estoy impactada.

—¿No tienes curiosidad? —pregunto—. ¿Por qué me desagrada?

—Sí. Pero eso es asunto tuyo. Odio entrometerme en los asuntos de otras personas.

La Educación de Alice WellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora