Despertar pensando en saltar al vacío.
Cansados de llevar una vida monótona, repetitiva. Buscando curar dolor con más dolor. Mintiéndonos a nosotros mismos sobre lo que ésta bien y lo que está mal.
Somos seres irracionales, cerramos los ojos ante lo que no queremos ver.
Necesitamos de otros para saber qué está bien en nosotros.
Buscamos una forma de callar ese dolor, aunque eso nos destruya.
Queremos vivir sin problemas, pero ante la más mínima curva, nos rendimos.
Intentamos ver a los demás de la peor forma posible con tal de vernos bien a nosotros, ignorando el vacío que sentimos por dentro al ver que no tenemos lo que ellos tienen.
Dejamos nuestro dolor a un lado, dejando las partes rotas en un costado para no pisarlas y que nos vuelvan a dañar.
Buscamos paz donde no la hay, odio donde no existe. Amor donde nunca va a haber y felicidad en el lugar más solitario del salón. Ignorando a la persona que tenemos al lado, que nos ama más que nosotros mismos.
Creemos que al ignorar cada pequeño detalle que no nos guste, este va a desaparecer.
Nos llenamos de preguntas y miedos, los cuales no superamos y no respondemos.
Hasta que encontramos la salida. Hay dos puertas, para llegar a una hay que atravesar un frío y oscuro bosque, con un camino muy largo y con una puerta brillante y luminosa. Para llegar a la otra solo hay que hacer diez pasos con los ojos cerrados, se llega rápido, aunque ésta está un tanto rota y deteriorada.
Tomamos el camino fácil, no vemos la recompensa del sacrificio.
Atravesamos la puerta con los ojos cerrados, y todo se vuelve oscuro; de un momento a otro nos vemos a nosotros mismos desde otro punto, no entendemos qué fue lo que pasó.
Y luego nos damos cuenta, tomamos el camino fácil, y saltamos.