Capítulo único

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-Inhala, exhala... Inhala, exhala...- se repetía a sí mismo el chico de cabellos oscuros.

-¡Tú puedes hacerlo! Solo confía en tí mismo.- le inspiraba su kwami. Marin miró a la criaturita a su lado y acarició su cabeza.

-Gracias, Tikki.- dijo con una dulce sonrisa. Luego volvió su mirada hacia el frente, tomó aire, levantó la rosa que llevaba consigo en su mano, la cual había tomado de improviso de uno de los arbustos del jardín del instituto, y caminó con determinación hacia su objetivo: Adrienne.

La muchacha de ojos verdes le había cautivado desde el momento en el que la conoció y seguidas veces había intentado acercarse a ella para ganarse su corazón, pero la mayoría de las veces terminaba retirándose entre balbuceos y temblores.

Pero aquel día sería diferente. Aquel día sería en el que finalmente se abría ante ella y la haría conocedora de todas aquellas increíbles emociones que despertaba en él.

Con paso firme, intentó aproximarse a la chica, quien esperaba en una esquina de las afueras del instituto por su chófer. Su mejor amiga se había retirado hace un rato y ella se había quedado sola, oportunidad que Tikki había influenciado a Marin a tomar.

-¿A-Adrienne...?- llamó al llegar al ella.

-Oh, hola, Marin.- saludó ella con una de sus características sonrisas.- Oye, ¿te encuentras bien?- preguntó alarmándose un poco por las enrojecidas mejillas del chico, que había confundido con fiebre.

-Yo no... Es decir, sí. Estoy bien.- aseguró él alejando con delicadeza la mano de la rubia que se acercaba a su rostro para inspeccionar su temperatura.- Solo quería, ya sabes... hablar contigo. Tengo algo realmente importante que decirte.

-Bien. ¿De qué se trata?- dijo ella un poco más tranquila.

-Pues verás, lo que sucede es que yo... Bueno, hace un tiempo que tú... Estos sentimientos que... ¡Argh! ¿Por qué es tan difícil?- exclamó frustrado al no hallar las palabras.

-¿Marin...?- llamó ella, algo confundida. El chico cerró los ojos, dio un paso hacia adelante y le mostró la flor que llevó consigo todo ese tiempo.

-Adrienne, en verdad me gustas. Hace que sienta cosas que nunca me imaginé que podía sentir. Cada vez que te miro no puedo evitar sonreír y cada vez que intento hablar contigo, mi lengua se traba. No creo poder seguir con esto sin que lo sepas y ahora quisiera saber si sientes lo mismo por mí.

Aquellas palabras no solo dejaron muda a la chica, sino también boquiabierta. Es verdad que había visto comportamientos extraños en su compañero de clases, pero todo aquel tiempo pensó que era tan solo parte de su personalidad.

-¿Adrienne...?- murmuró Marin, temeroso que su silencio se debiera a su planteamiento de como rechazarlo con tacto. Al oír su nombre, la chica levantó la mirada para verle.

-M-Marin... yo...- La bocina del auto le avisó que ya habían llegado por ella. Nerviosa miró hacia el auto y luego de regreso hacia él.

-S-Si quieres, puedes pensarlo. Era importante para mí decírtelo, pero no quiero que te sientas presionada.- afirmó Marin colocando la flor entre los cabellos rubios de la muchacha. Ella levantó su mano para sentir sus pétalos mientras sonreía. Dio media vuelta para dirigirse al auto, no sin antes morderse el labio inferior con fuerza, regresar en un instante con el muchacho y besar su mejilla con fuerza, dejando marcado su labial allí.

Finalmente el auto se marchó, dejando tras de sí a un sonrojado muchacho con la mirada fija en la nada.

-¡Vaya, eso sí que ha sido un gran progreso! ¡Te felicito, Marin!- exclamó el kwami con euforia, para luego darse cuenta de la cabeza de su portador estaba más cerca de la luna que de París.

Rosa Real #12 #GenderFBattleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora