Capítulo 4.

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'Mackenzie Bloom: Hola Crawford. ¿Cómo estás? Espero que bien. No sabes lo terrible que me siento, pero no podré ir a la entrevista. En serio te agradezco por querer pasar por mí, pero en estos momentos me encuentro con fiebre. Sé que suena como una excusa, pero no lo es. Lo lamento tanto Crawford, es probable que me odies pero no tenía intenciones de enfermarme justo hoy.
¿Te molestaría que organizaramos la entrevista para otro día?
Lo siento, en serio lo hago. Espero que no te enojes y que puedas entenderlo.
Ten un buen día Crawf.'

El castaño suspiró por octava vez en la mañana. Le creía, claro. Aunque hubiera una parte de él que le repetía constantemente que lo que Mackenzie había dicho era una excusa, su conciente estaba seguro de que no lo era.

—Vamos Crawford, anímate viejo —palmeó su espalda y sonrió—. No es el fin del mundo.
—Barry tiene razón —Kim se sentó al frente del escritorio de su amigo—. Ella misma te dijo que organizaran otro día, y eso vas a hacer.
—Chicos, no lo sé.
—¿Por qué tan desilusionado, de todos modos? —Kim sonrió perversamente y Crawford comenzó a sonrojarse.
—¿A qué te refieres?
—Tal y como tú lo dijiste, era sólo una entrevista, nada más —el más gordito de los tres habló y clavó su mirada celeste cielo en la mirada marrón madera de Crawford.
—Y eso es lo que era —carraspeó—. Una entrevista.

Todos se quedaron callados unos minutos. Vaya, si que estaban locos.
¿Crawford desilusionado? Oh vamos. Él en serio quería terminar con esa entrevista para poder publicarla y nada más. Aunque algo desilusionado estaba, pero no era porque no podría ver a Mackenzie, era porque su plan estaba estropeado.
Había escogido cuidadosamente el lugar para las preguntas, la mesa en donde iban a estar sentados ambos (una mesa doble, en el segundo piso de una cafetería, en una esquina apartada y con vista a la calle) y claro, había cortado unas cuantas flores del jardín de su casa para dárselas a la chica.
¿Qué? Eran asuntos del trabajo, pero él siempre debía comportarse como un caballero. Técnicamente él la había invitado, por lo cual las flores eran un cordial agradecimiento por haber aceptado salir con él.

—Bueno —su compañera de trabajo agarró las flores con cuidado de no pincharse y se levantó de su asiento—. Voy a dejarlas en éste florero en caso de que las necesites algún día.

Kim sonrió y colocó el ramo en el florero que se encontraba sobre la mesa de Crawford. Esa reliquia siempre había estado ahí, pero vacía. Era hora de que la usara para algo, y que mejor para poner las flores que le iba a dar a una chica la cual suspendió su cita.

—¿Necesitarlas? —rió divertido—. Sólo las necesitaría para dárselas a mi abuela en caso de que venga a visitarnos de sorpresa.
—Eres un exagerado. A que algún día las necesitarás para alguna chica, y hablo de citas, no de tu abuela o tus hermanas o sobrinas o lo que sea.
—Lo que digas —suspiró y echó la cabeza hacia atrás en su asiento.
—Vamos a volver al trabajo, tu deberías hacer lo mismo —ambos salieron de la oficina de Collins y él volvió a suspirar.
—Sí, debería hacerlo.

Miró las flores y negó.
Que estúpido se sentía. No era la única vez que le cancelaban una cita, una entrevista o lo que sea que fuera.
Sacudió su cabeza y se echó en el asiento.

—Era nada más un asunto del trabajo. Era nada más una entrevista de las millones que tengo diariamente —bostezó y se enderezó en su asiento—. A trabajar.

•En New Los Angeles Charter School•

Crawford había estado esperando a su hermana desde hacía más de 30 minutos. Había visto a todos los compañeros de Karisma salir, incluso pudo reconocer a la mejor amiga de su hermana, Liz, caminar agarrada de la mano de su padre hasta el auto del mismo.
¿En dónde se había metido Karisma? Él no se había molestado en bajarse del auto para buscarla, ya que quizás ella estaba guardando sus cosas o quizás la maestra la estaba regañando por algo que la pequeña había hecho. Pero ya había pasado demasiado tiempo como para no preocuparse.

Crawford Collins. Ciencia & periodismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora