Capítulo 2. Farmacias & Michie.

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Narra Morgan

Luego de dar vueltas sin ningún sentido en el auto del chico, frenó frente a una farmacia, pues sangraba demasiado y no quería arriesgarse a ir a su casa todavía, no quería volver.

Y la verdad que yo tampoco.

Era una situación totalmente loca en la que me encontraba, ni siquiera sabía el nombre de la persona que estaba a mi lado pero la realidad era que no lo sentía tan lejano ahora, quizas el saber que se encontraba en la misma situación que yo me inspiró confianza. Ademas de que sólo nosotros sabíamos por lo que estábamos pasando.

Bajé tras de él, sin que lo notara. Necesitaba tomar algo de aire y estirar las piernas. Ya dentronos dirigimos hacia el único farmacéutico que atendía a estas altas horas de la noche. Lo que me hizo pensar ¿Qué hora era? El rostro del mismo palideció al ver a mi acompañante con una remera color blanca ahora con manchas de sangre y él con ambas manos en su rostro.

—Uy...

—Necesito... algo para curar esto, por favor.

El farmacéutico -el cual se veía bastante joven- se quedó paralizado por unos segundos sin dejar de mirar al chico antes de volverse sobre sí y buscar algo para limpiar al chico.

No sabía el nombre del chico por lo que le llamaremos morenito.

Morenito se sentó en una silla que había por allí mientras echaba su cabeza hacia atrás mientras el farmacéutico me entregaba un par de gazas, parche-curitas y una botellita de alcohol etílico.

Me acerqué mientras empapaba una gaza con el líquido dispuesta a ayudarle cuando él me detuvo.

—¿Qué? —dije confundida.

—Déjame a mí. Quiero curarme no empeorar.

Resoplé con frustración.

—No voy a hacerte daño, Dios. Qué resentido eres.

—No soy resentido sólo estoy previniendo que me golpeen de nuevo por tu culpa. —dijo por lo bajo, tratando de quitarme la gaza de las manos.

—Ya te pedí disculpas por eso, supéralo.

—¡Ni siquiera lo hiciste!

¿No lo hice?

—Como sea, déjame hacerlo.

—Ni modo. No lo haré. Me niego. —Se cruzó de brazos. Agh, lo que me faltaba, lidiar con un niño. Ignoré completamente el hecho de que robó un diálogo de la película Juego de Gemelas y me acerqué con la gaza y la plasmé sobre su nariz. —¡AAH!


Sus manos fueron hacia mi estómago intentando empujarme pero fue en vano. Con una mano lo tomé por su barbilla y con la otra quité los restos de sangre seca en su piel. Sangraba del lado derecho de su nariz y pude notar un pequeño corte en su mejilla izquierda -supuse que fue por el golpe al caer del otro ¿golpe?- y uno junto a su nariz, el cual estaba brotando algo de sangre.

El cual -también- me estaba causando náuseas.

Sus manos fueron hasta su silla, apretándola con fuerza mientras cerraba los ojos del mismo modo. Mordí mis labios. Podía sentir su dolor, joder, era como echar alcohol a la herida.

Un Plan Desastroso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora