Un día en que los rayos del sol eran tan abrazadores, los árboles de cerezos adornaban las calles de la ciudad de Tokyo, y se sentía el olor a que la primavera estaba a la vuelta de la esquina. Los niños jugaban en los parques, descargándose de risas y alegría, compartiendo con su familia momentos únicos; pero, no todos tenían esa suerte de disfrutar aquella libertad. En la habitación de un hospital se encuentra un pequeño niño descansando en aquella camilla, sin posibilidad alguna de salir al exterior, lugar el cual se ha vuelto frustrante durante los últimos años desde que llegó por primera vez ahí, terminó internado en un hospital por una enfermedad rara que le impedía realizar sus actividades como cualquier niño de su edad, en cambio, se la pasaba acostado en la camilla, saliendo de vez en cuando a los pasillos del hospital, viendo como a cada segundo llegaban y salían personas de aquel lugar, ver una que otra familia llorando por la perdida de un ser querido u otras que estaban felices. Akaashi Keiji, ese era su nombre; hace cuatro años le detectaron su enfermedad y lo trajeron aquí. Cuando sus padres lo dejaron a manos de los médicos, el pequeño pelinegro miró con ojos suplicantes a aquellas personas que estaban hincados frente a él. Todo lo que escuchó fue la voz de sus padres diciendo "estarás bien hijo" "pronto saldrás de aquí" "nosotros vamos a visitarte seguidamente" "todo se solucionará" "tus padres siempre te van a esperar en casa con los brazos abiertos, pequeño Keiji" mientras le acariciaban la cabeza y revolvían sus cabellos; aquellas palabras sólo eran mentiras, mentiras y más mentiras, han pasado cuatro años y aún no ha pasado nada, sus padres lo dejaron de visitar hace más de dos años, entonces cayó en cuenta del golpe que le dio la realidad, ¿nada estaría bien cierto? ¿su enfermedad no tendría cura y moriría encerrado en aquella habitación, sólo? al darse cuenta y pensar aquello sobre lo que posiblemente se aproximaba, dejó de tocar su instrumento en la mesa de noche y comenzó a sollozar levemente ocultando su carita en la almohada poco suave y dejó que sus lágrimas salieran.
Miró el pequeño reloj digital que estaba en su mesita de noche, eran las 6:50 de la tarde, así que decidió salir de la casi oscura habitación a caminar por los pasillos un rato.
Durante su pequeña caminata, diviso a un niño sentado que al parecer era de su misma edad, tenia abrazadas sus rodillas y su cabeza oculta entre ellas, supondría que estaba llorando porque estaba perdido, así que le ofreció su ayuda.-Oye, ¿estás bien? ¿puedo ayudarte? - movió levemente del hombro al pequeño que tenía enfrente.
El pequeño levantó su cabeza levemente para mirar y encontrarse a la persona que había preguntado por él. Como había imaginado el pequeño pelinegro, sus ojos estaban rojos de tanto llorar y unas cuantas lagrimas bajaban por sus mejillas, era raro para el ojigris que encontrara a alguien caminando por este pasillo, ya que era el más solo y poco iluminado por esos focos que parecían estar a punto de fundirse, parecía terrorífico pero a la vez, le gustaba caminar por aquella tranquilidad cuando se sentía triste.-Me perdí y no sé donde están mis padres, creo que me quedaré aquí sólo y sin mi
familia - dijo el pequeño de ojos dorados agachando su cabeza nuevamente y abrazando más sus piernas.-Creo que yo te puedo ayudar a encontrar a tu familia, me sé este lugar de memoria - hablaba con tranquilidad el pequeño.
-¿¡Es en serio!? ¡Hey, hey, hey! ¡Eso es genial, muchas gracias! - dijo levantándose de un salto del lugar en el que estaba y alzó los puños haciendo una seña de que estaba salvado.
Akaashi caminaba junto aquel peliblanco, este no paraba de dar brincos durante el camino y hacer ruido, de vez en cuando lo hacía callar porque molestaría a los internados. Al pelinegro le sorprendió la alegría y energía que radiaba aquel niño, desearía que el tuviera un poco de felicidad ya que se había desvanecido por completo desde que sus padres dejaron de visitarlo. Todo había dado un gran giro de 360 grados en la vida de Keiji, ¿que sería de sus padres en este momento? ¿acaso vivían felices sin su pequeño hijo? Al pensar aquello sus ojos comenzaron a arder y soltando una pequeña lágrima.
ESTÁS LEYENDO
Melodías eternas [bokuaka]
Short StoryUn sueño que ambos anhelan cumplir. Un instrumento que une a estas jóvenes almas. Melodías que unen ambos corazones. Melodías que solo ellos conocen. Melodías preciosas. Melodías eternas.