Ayden
Horas más tarde, le entrego las llaves de la camioneta a Austin porque no me siento con ganas de conducir. El estómago me comenzó a doler desde que mencionó la palabra "amigo", e inmediatamente supe que eran celos. Siempre me sucede lo mismo.
Bajo la mirada hacia mi regazo y me aprieto la barriga con mucha fuerza, intentando detener el dolor del que ya estoy acostumbrado. No quiero parecer un niño armando una escena de celos simplemente por un amigo.
De a ratos, solo cuando me aseguro que Austin tiene puesta toda su atención en la carretera, largo el aire por la boca muy despacio, formando un círculo con los labios. Hace bastante que el sol se ha puesto, y aunque el paisaje esté totalmente oscuro, todavía quedan algunos destellos de luz muy débiles que permiten ver la hermosa hilera de montañas que nos rodean. Además, las luces de la ciudad lo decoran todo tan espectacularmente hermoso que siento que estoy observando una postal.
Conducimos la mitad del camino en silencio. Austin ha estado intentando entablar una conversación pero yo simplemente respondí a todas sus preguntas con monosílabos. Es como si estuviese enojado, pero sin derecho a estarlo.
Pasamos por la señal de giro obligatorio, y unos metros luego de doblar, Austin se para en un pequeño estacionamiento al pie del sendero verde.
- ¿Qué haces? -Pregunto mientras lo miro a los ojos y enarco las cejas. Todavía faltan unos cinco minutos para llegar al bar.
Me observa durante unos segundos y vuelve a posar la mirada hacia adelante, con ambas manos apretando el volante.
- ¿Qué te pasa?
- ¿Por qué lo preguntas? -Contesto y apoyo la cabeza sobre el respaldo del asiento.
- Apenas me prestas atención cuando te hablo.
- Estoy cansado, Austin. Eso es todo.
Cierro los ojos y rezo porque se la crea y vuelva a arrancar para terminar esta noche lo más rápido posible.
- No me tomes por estúpido -espeta y sin mirarlo sé que me está clavando la mirada-. Si tienes algo para decirme, dilo ahora.
- Ya te lo he dicho...
- ... mírame cuando me hablas -interrumpe.
Giro mi cabeza hacia su dirección y lo observo. Estoy furioso, pero no sé por qué.
- Que estoy bien. No me pasa nada.
Hincha el pecho de aire y lo larga ruidosamente mientras vuelve a encender el motor. Durante todo el trayecto que nos queda, el silencio reina en el ambiente. Estoy intentando procesar alguna frase, un argumento que explique mi repentino cambio de humor, pero no tengo motivo alguno para estar furioso. Simplemente son celos, y no puedo hacer nada al respecto más que cerrar la boca.
Estacionamos en una de las calles laterales, puesto que el bar Veider está en el principal y seguramente no habría lugar ni siquiera para un alfiler.
Nuevamente un silencio atronador nos envuelve y Austin me clava la mirada. Sin saber qué decir, y siendo consciente de que no ha desactivado la traba de seguridad, me agacho sobre mi lugar y hago que rebusco algo en el suelo para poder evitar el mal momento (y también algún que otro reproche de su parte).
De repente siento su mano sobre mi rodilla, pero esta vez lo hace simplemente para dejarme las llaves de la camioneta y sale dando un portazo. Lo he hecho enojar.
Luego de unos segundos, yo también salgo y me dirijo hacia su lado, aunque no tan cerca. Él se despega del capot y me toma de la mano sin decir una palabra. Siento un cosquilleo en la panza: incluso estando enojado, no soportaría caminar a mi lado sin tomarme de la mano.
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Mi Casualidad Eres Tú
RomanceUn encuentro que derriba esquemas, porque el amor verdadero no tiene límites. Es una novela para lectores con la mente muy abierta. Dicho esto, y si todavía te crees capaz de soportarlo, te invito a que te aprietes el cinturón y disfrutes del viaje...