Capítulo 4: ¡Maldita incógnita!

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   Al pasar por la puerta me quedé atónita. Un adonis de fuerte musculatura corpórea me devolvía la mirada. Sus ojos eran de color dorado, su cabello, algo extraño, era de un color verde suave pero aun así llamativo. Lo tenía peinado hacia atrás de una manera desordenada y a la vez elegante. Su traje era de un pulcro gris platino perfectamente acomodado a su escultural cuerpo. Una sonrisa de brillantes dientes blancos sobresalía entre unos carnosos labios que daban ganas de besarlos y anidarte allí toda la vida.

No era capaz de ocultar lo que ese hombre tan perfecto le provocaba a mi cuerpo. No podía. Mi cuerpo estaba clamando ser tocado por aquel tan bien curtido hombre. Sentía un cosquilleo que bajaba desde mi columna hasta las partes más íntimas de mi cuerpo y eso en mi no era racional. Yo no solía reaccionar así. Nunca lo he hecho hasta este momento. Sentía tal cosquilleo que hasta mis manos temblaban y no tenía la menor idea de qué hacer con ellas. Las escondí detrás de mi espalda con la simple esperanza de que él no notase el efecto que estaba teniendo en mí. No quería ni pensar como iría la entrevista.

-Buenas, Angie.- dijo el hombre dando elegantes pasos en mi dirección para acabar besando mis mejillas cortésmente.

-Buenas, Dimitri.- respondí titubeante. La sonrisa de él se hizo más pronunciada a notar mi tono, hecho que me puso más nerviosa.

-Espero que te guste trabajar para nuestra compañía. Estaremos encantados de tenerte con nosotros.-

-¿Ya tengo el trabajo?- dije al ver el doble sentido de sus palabras.

-No realmente.- giró sobre sus talones y regresó su camino, cogió unos papeles de la mesa, supongo que mi currículo, y después se sentó donde estos antes estaban. Alzó su rostro hacia mí y me hizo un gesto para que me sentara enfrente de él. Hice lo que me había indicado sentándome tan solo en el borde de la silla. Estaba muy nerviosa, no sabía que quería decir con sus palabras.- Angie, querida, te conservas mejor de lo que me esperaba.-

-Perdón, ¿nos conocemos?-respondí curiosa.

-Ummm…Esto será más difícil de lo que pensaba.- Se quedó abstraído por uno momento, después una leve sonrisa regresó a su bello rostro.- No, supongo que no. Así que, señorita Weiss ¿cree que podrá llevar a cabo este trabajo? Tengo bastantes documentos que muestran que usted es realmente una inepta para el papeleo y lo que se dicen las citaciones pero… ¿Qué la parecería ser mi becaría por un tiempo hasta que yo me asegure de su valía?-

-¿Tendré un sueldo?- Ya había sido becaria una vez y no era algo que me agradase demasiado.

-No. Estará de prueba hasta previo aviso.-

-Entonces creo que no quiero el trabajo.- No quería volver a ser la chica patética a la que se le caía el café encima de sus jefes.  El rostro de Dimitri era todo un poema en estos momentos y eso solo me hizo quedar confusa y enfadada en un término medio. ¿Se pensaba que iba a aceptar ser su recadera sin ningún pago? ¿Así por las buenas? Ni en sus sueños habría estado tan equivocado.

-Vaya…Esto es una sorpresa. Nunca nadie había rechazado un trabajo propuesto por mí…- Suspiré, así que por eso estaba yo ante este adonis. No porque me conociera sino porque así él conseguía más gente a la que manipular a su merced. Un sentimiento de lastima acudió a mi mente cuando pensé en la hermosa secretaria, ¿ella había sido engañada también?

El rostro del muchacho pasó de crispado al de alegría en apenas un segundo. Me sentí extraña, como si él estuviera escuchando mis pensamientos y tuviera una opinión interna de ellos.

-No soy ningún psicópata.- dijo todavía sonriente. Yo la verdad no sabía si creerle o no. Es decir, estaba buenísimo, de hecho yo me lo tiraría, pero no podía evitar pensar que utilizaba su masculinidad para obtener lo que quería. Y lo que quería era utilizar a la gente. O eso es lo que yo pensaba.

-No quiero el trabajo y no creo que sea un psicópata sino un varón muy listo.-

-¿Varón? ¿Te me has formalizado?- preguntó extrañado pero todavía sonriente.

-¿En serio qué no nos conocemos? Parece como si tú me conocieras de algo.- Le dije esperanzada de acabar con la incógnita. Su sonrisa se hizo más pronunciada.

-No te lo diré tan fácilmente. Lo averiguaras con el tiempo.-

-¿Tiempo? No quiero pasar más tiempo con una persona que utiliza su cuerpo como cebo.- Oh, dios mío. ¿He dicho eso en voz alta? No, ¡cómo he podido decir eso en voz alta! Dios, Angie piensa antes, piensa antes. La he liado…Esto es definitivo…Me voy a pegar un tiro en el dedo meñique del pie izquierdo…Eso no lo voy a hacer porque duele que si no…., Pensé. Su cara se volvió seria, cruzó dos frases más conmigo y me despidió con un ligero movimiento de muñeca diciéndome que considerara la idea de volver. Hecho que yo ni pensaba hacer. La cosa ya estuvo bastante incómoda desde un principio.

Crucé la puerta y Natalie estaba allí con un traje rojo manzana y el pelo recogido en un moño. Me sujeto del codo tan animadamente como antes, me dirigió a la salida y me pidió, más bien suplicó, que volviera. No sabía qué extraña fijación tenía esa chica por mí pero no me iba a quedar a averiguarlo.

El amor y 10 cosas que temo. (Título provisional)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora