Una intensa noche de verano

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Era sábado en la noche y todos nuestros intrépidos y agradables viajeros, habían parado en una aldea. En aquella aldea por esos días, estaban de fiesta; si bien en la época feudal pasaban muchas catástrofes, también sacaban el tiempo para divertirse, era lo único que les quedaba. Aquellas celebraciones, le habían caído de perlas a un lujurioso y travieso monje.

— Oye Sango, ven, no seas así. ¿No me quieres dar un hijo?

— Ay, excelencia...—dijo de espaldas a él sonriéndose, luego lo miró y dijo...— ¿Por qué insiste con eso? Les dice lo mismo a todas, es usted un mujeriego.

— Bueno...— sonrió y levantó sus manos en señal de defensa— al menos lo intenté. Descansa, Sango, mañana salimos temprano.

— Oiga, oiga pero, —lo haló por el manto— ¿por qué se va? ¿Planeó todo esto para quedarse a solas conmigo y ahora se va? ¿Tanto lo aburro, excelencia?

— ¿Cómo dices? —La miró levantando una ceja y muy divertido— ¿Que yo planeé quedarme a solas contigo Sango? ¿De dónde sacas eso?

— Aunque usted no lo crea, — se le acercó y le sonrió— lo conozco muy bien. Venga, siéntese y platiquemos un poco más, aun no se acaba el sake.

— Esto sí me gusta materile lilero.

Ellos se sentaron y bebieron un poco más de saque, pues Miroku quería aprovechar al máximo el tiempo que aún le quedaba a solas con esa bella pero complicada mujer.

A él le costó mucho trabajo ganar el dinero que les dio a Aome y a los demás para que lo dejaran a solas con ella y sin saber nada de lo que pasaría en ese momento, rio muy alegre junto a ella en ese lugar tan poco iluminado.

Después de un rato de tragos y plática, ella lo miro y con el rostro sonrojado por el fuerte licor le dijo muy animada:

— ¿Sabe? Siempre he querido decirle algo, solo que nunca he tenido el valor de decírselo de frente.

— ¿Ah, sí? — La miró y le divertía verla tambalearse— Dime, hermosa Sango, ¿qué quieres decirme? Puedes hablar con toda confianza.

— Es solo que.... —Se levantó y quedó frente a él— no es necesario tener un hijo. Si lo que quiere es hacérmelo, — se desprendió del kimono—hágalo. La verdad y la pura verdad es que yo lo amo. Lo amo y no necesito ni uno ni mil bebés para amarlo. Lo amo siendo todo lo que es. Un mujeriego y poderoso hombre que pelea a mi lado.

— Oh, Sango, Sango, Sango....

Abrazándose fuertemente a ella y disfrutando de la suavidad de su pecho sobre el suyo, inhaló profundamente del dulce olor de su cabello cuando lo soltó. Él, soltó su cabello y terminó de despojarla de su kimono que ocultaba su curvilíneo y bien formado cuerpo. Lleno de satisfacción pero más alegría que otra cosa por su sincera declaración de amor, empezó a besarla muy lentamente....

Posando sus suaves y varoniles manos sobre su sonrojado rostro, no paraba de besarla. Estar así con ella era lo que más soñaba. Encantado al sentir toda su ternura y después de un momento todo su calor y pasión a través de ese beso, paró de besarla para mirarla muy fijamente a los ojos.

Con su seductora y encantadora voz, la miró muy fijamente y le dijo muy serio...

— Te amo, Sango. Te amo y te amaré solo a ti; solo a ti. No tenemos que hacer nada que tú no desees, preciosa.

— Es que usted no entiende. —Besó su mano en donde se encontraba su terrible maldición— Es más que deseo lo que siento en este momento, es más que amor lo que quiero que me haga... Lo amo, lo amo excelencia.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2017 ⏰

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