I: EL patio sucio

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Todas las noches, desde que llegue a ese lugar, con esa familia, dormía bajo la casa, literalmente. La casa estaba parada sobre unos palos y bajo ella guardaban la leña que estaba picada. En ese lugar, oscuro y hediondo, dormí durante seis años. Recuerdo el patio, rodeaba a la casa y era muy pequeño, en especial sucio. La familia guardaba cacharros viejos como latas que nunca iban a ocupar, cadenas oxidadas y rueda viejas a montones. Había dos árboles de cerezas tremendos y todas las primaveras, los niños se subían al techo a comer las cerezas, ni siquiera las lavaban, simplemente las sacaban de los árboles y se las metian en la boca al instante.

Recuerdo a mi compañero Plutón. Un perro viejo que dormía conmigo, llevaba más años que yo viviendo con ellos. Tenía el pelaje sucio y negro, con canas por doquier. Era más pequeño que yo y más rabioso y aburrido. En primavera, cuando ellos no nos daban de comer, comíamos las cerezas que caían al suelo, lo más chistoso era que después de cagarlas y dejar nuestra mierda por doquier, la más pequeña de ellos, una niña de dos años, caminaba por el patio sin percatarse de lo que pisaba y terminaba pisando nuestra mierda. Era chistoso cuando entraba a la casa con los zapatos manchados de mierda con pepas (de las cerezas) y su madre comenzaba a gritar como loca:

-¡Sofía, tus zapatos están manchados en caca!
-¡Los zapatos de la Sofí están con caca!

Todos gritaban y se volvían locos, aunque siempre nos terminaban maldiciendo por no saber cagar fuera del patio.

Un día de primavera, uno de ellos, que era un niño de siete años, comenzó a escalas los árboles. Siempre hacia eso, escalaba los muros con agilidad al igual que los árboles y el techo, pero en esta ocasión cayo de una de las ramas más altas y se partió la cabeza en la tierra firme. Nadie lo noto hasta tarde después cuando una de sus hermanas salió al patio a buscarlo y lo encontró en el suelo, con la sangre absorbida por la tierra y los ojos cerrados. Plutón lamia la sangre que le corría por la nuca. La niña no grito, simplemente se fue corriendo donde sus padres y al instante toda la familia estaba alrededor del niño.

Esa noche la familia no durmió en la casa y volvieron el día después, triste y con las caras largas, pero sin el niño.
Unas semanas después, ellos, se cambaron de casa. Losé porque vi como llevaban sus grandes muebles y las metían en un camión monstruoso y gigante. Después de esa tarde, no volví a verlos nunca más.

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