Único

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La noche se sentía gélida en sus huesos, como carcomiéndole la carne con los cristales de hielo, como cada noche desde hacia un largo tiempo. Pero el frío estaba afuera, al otro lado de ese cristal empañado, porque adentro todo era calor y sonrisas, el hogar de años de sufrimiento y añoranza. Una semana antes no haría imaginado su lúgubre casa siendo tan cálida.

Desde los cinco años, Choi JunHong había vivido un infierno siendo él un espectador inútil en primera fila. Desde los diecisiete, la historia se había repetido, pero más violenta y trágica.

Ahora, teniendo el menor veintiún años, ambos intentaban cerrar una puerta de un pasado tormentoso.

- ¿Estás seguro de esto? –preguntó Zelo, lanzando una mirada furtiva a las maletas que aún estaban junto a la puerta, a la espera de un arrepentimiento y la vuelta al camino de la desolación. La comisura herida de su boca tembló y los moretones se vieron más oscuros sobre su piel pálida.

Ahí en la sala todo era penumbras, la Luna no iluminaba mucho y las nubes ocultaban completamente el fulgor de las estrellas, mientras que las escasas velas que habían encendido producto del apagón se consumían con furtiva rapidez. Pronto, sus rostros morirían en la oscuridad y no quedaría más que el tacto para sentirse y saberse acompañados.

YongGuk, con manos temblorosas y los nervios erizándole la piel, se atrevió a desaparecer la distancia que separaba sus cuerpos en aquel sillón blanco. Zelo se petrificó bajo ese abrazo y, durante unos segundos, lo miró con pánico.

Se preguntó si había forma de borrar el pasado, si el menor realmente podría perdonarlo, porque las señales siempre estuvieron ahí, frente a sus ojos sin que él fuera capaz de reconocerlas.

La pareja creció siendo amigos en una pequeña villa de Mokpo, donde pasaron los mejores años de su vida y, al mismo tiempo, el principio de los más tormentosos en la vida del menor.

YongGuk, siendo el menor de tres hermanos, creció en una familia rota, al igual que Zelo. Su madre, una mujer fuerte y luchadora, decidió que ella nunca dependería de un hombre y que su ausencia no la derrotaría, así que sacó adelante a tres hijos sin que a estos nada les faltara. YongGuk creció en una familia rota, pero repleta de amor.

JunHong, por su parte, también creció en una familia rota, fragmentada y destrozada. Su padre se había marchado luego de su nacimiento, argumentando que él nunca había querido tener que criar a dos mocosos hijos de una prostituta. No, la madre de Zelo nunca se vendió a sí misma, al menos no de la forma en que la palabra 'prostitución' hacía mención. Todo el amor que Zelo alguna vez experimentó fue el que le dio JunSeo, su hermano mayor, pero este desapareció cuando cumplió ocho y Zelo cinco años, dejándolo con los difusos retazos de lo que pudo significar ser importante para alguien.

¿Qué pasó con su hermano mayor? Tal vez Zelo nunca lo sabría.

YongGuk, que era su vecino en esa época, con once años era demasiado inocente para darse cuenta de lo que vivía el menor. Con el tiempo comprendería el significado de la palabra 'dependencia'. Entendería que la madre de Zelo había sido demasiado débil para liberarse del calvario al que la condenó su segundo matrimonio. Y también se culparía por no haber sido capaz de leer las señales.

La señora Choi había ocultado con maestría los moretones sobre su rostro y la agonía de sus gestos. Zelo había sido demasiado torpe para su propio bien y siempre había tenido una excusa para el dolor que sentía.

YongGuk nunca se perdonaría el haber pasado casi ocho años siendo un testigo silencioso de lo que el menor soportaba, por eso no fue capaz de detenerlo cuando JunSeo volvió y decidió alejarlo de su madre y padrastro. Porque la señora Choi vivía un infierno, pero era tan dependiente de él que ni siquiera su inocente hijo estaba a salvo.

Cobarde [BangLo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora