CAPÍTULO 19

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—Lorenzo, gracias pero no—me niego poniéndome firme e intentando tomar nuevamente las riendas de mi vida.
No puedo dejar que siga haciendo y deshaciendo a su antojo; mucho menos tomando desiciones por mí.

—¡Pero hija! —protesta mi madre que se muere por que Lorenzo nos lleve.

—¡Que no! —insisto —. Y ahora si nos disculpas, tengo que salir con mi madre —agrego mirándolo.

Él no dice nada, durante unos segundos sólo me observa. Seguro que pensaba salirse con la suya y el darse cuenta que no ha podido lo sorprende; eso me hace sonreír.

—Está bien, Isabella. Sólo pretendía ser amable contigo y con tu mamá.

Lo que me faltaba... ¡ahora intenta hacerme sentir culpable!

—Gracias de todas formas—digo al ver la cara de reproche de mi madre.

Lorenzo se acerca a mí, y posando su mano en mi cintura se inclina para dejarme un beso en la comisura de mis labios.

—Te veo esta noche —dice y luego se marcha sin darme tiempo a objetar.

En cuanto quedamos solas mi madre se larga al ataque.

—¡Isabella Rienzo! Yo no te eduqué para que seas así de maleducada —me regaña cual niña pequeña.

Respiro hondo y largo el aire lentamente.

—Mamá, no era necesario que nos llevara a ninguna parte. Podemos ir en taxi. El tiene cosas que hacer ¿por qué molestarlo?

—Pero el dijo que nos podía llevar.

—Lo habrá dicho por compromiso, mamá.

—¿Pero es que no viste con la cara de pena que quedó cuando te negaste tan rotundamente y prácticamente lo echaste de tu casa?

—¿Cuál cara de pena? ¡Por Dios! Sólo quedó sorprendido por no poder salirse con la suya.

Mi madre resopla y apuntándome con el dedo dice:

—Pues que te quede claro que me gusta ese hombre para ti, hija.

—¡Mamá, solamente lo viste cinco minutos! —exclamo exasperada.

¿Cómo puede saber qué es bueno para mí, cuando no lo conoce? ¡Ni siquiera yo lo conozco como para afirmar eso!

—Es intuición, Isabella. Y tengo buen ojo para los hombres. Acuérdate que yo supe que tu padre era el indicado nada más verlo.

Ese comentario me hace sonreír, a mi madre le encanta contar como conoció a mi padre. Y antes de que se largue a contarme por milésima esa historia se la cuento yo.

—Sí mami, ya sé que ni bien viste a papá con su overol de mecánico, y todo sucio de grasa y aceite le dijiste al abuelo que  ese apuesto chico que se encontraba revisando las llantas de su auto iba a ser tu futuro esposo.

—¡Y hubieras visto la cara de tu pobre abuelo! Se lo tomó a broma, pero yo estaba segura que iba a lograr enamorarlo.

¡Cómo no! Mi madre y su avasallante seguridad.

—Mami, me alegro que hayas tenido la suerte de enamorarte de papá de esa forma. Pero yo no estoy para enamoramientos..

—Pues deberías —dice volviendo a apuntarme con el dedo.

—Por favor mamá, ya basta—No estoy para sermones—.Y además quiero aclararte que Lorenzo no es mi novio.

—Pero lo será, Isabella. Y te vas a acordar de tu madre cuando eso suceda.

Deliciosa AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora