21 km

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El río central de Mahogany poseía varias ramificaciones que se dirigían a distintos puntos de la ciudad. Una de ellas desembocaba en un hermoso lago, cuya existencia muy pocos conocían ya que se situaba en una propiedad privada, el patio trasero de un enorme chalet.

En ese momento, por aquella casa iban y venían sus alborotados habitantes. El señor Bieber revisaba una vez más su espacioso despacho, cerciorándose de haber entregado todos los papeles pertinentes y de haber guardado en su maleta los que aún debía tratar. Mientras tanto, la señora Bieber corría desde su habitación hasta la habitación de su hijo menor, separadas por larga distancia, para chequear que el mismo había empacado lo necesario. Descubrió rápidamente que Zac sólo había guardado historietas en su bolso, por lo que, alterada, comenzó a empacar por él, gritando indicaciones que nadie escuchaba, pues el niño estaba jugando con sus muñecos. Camille, la hija mayor de los Bieber, se apresuraba por cargar las cosas en su camioneta, apareciendo y desapareciendo por una de las puertas de roble que servían como entrada.

La quinta vez que cruzó el umbral y vio a la única persona desocupada en la casa tumbada en el sofá, jugando con su teléfono celular, frunció el ceño en señal de molestia.

—Gracias por tu invaluable ayuda, Justin— Ironizó.

El aludido sonrió con diversión, sin quitar la mirada de su móvil.

—De nada— Respondió.

Ella dejó escapar un suspiro audible antes de que su hermano se levantara de su cómoda posición y se dirigiera al cargamento para llevarlo a la camioneta.

—Eres la reina del drama, son sólo unas cuantas bolsas— Él masculló.

—Tenemos que estar en el aeropuerto en veinte minutos, llámame reina del drama cuando perdamos nuestro vuelo...— Camille miró el reloj de su muñeca y ahuecó sus manos para llamar al resto de su familia. —¡Mamá! ¡Papá! ¡Zacky! ¡Apresúrense!

De inmediato, el señor Bieber abandonó su despacho con otro maletín lleno de papeles, la señora Bieber depositó las maletas junto a Zac en el ascensor y ella comenzó a bajar las escaleras con paso acelerado.

La Doctora Bieber tocó el hombro de Justin y sonrió.

—Me pone muy feliz verte así. Te llamaré en cuanto lleguemos allí— Se despidió.

—¿Verme cómo?— Inquirió él, desentendido, pero ella ya estaba dirigiéndose al vehículo.

Su padre llegó a su lado y palmeó su espalda con cariño.

—Nada de fiestas en la casa— Advirtió a modo de broma.

—Ay, papá, arruinas toda la diversión...

Zac se acercó corriendo a ellos, dándole a su hermano mayor un leve empujón.

—Adiós, zopenco— Chilló.

Antes de que pudiera seguir su carrera, Justin interpuso su pie en el camino provocando que el niño trastabillara.

—¡Justin!— La grave exclamación de su madre se metió en su oído, justo donde la había gritado.

—¿Qué? Se tropezó— Se excusó inocentemente.

La señora Bieber reprimió una sonrisa y abrazó a su hijo con fuerza.

—Me voy muy feliz por verte así— Susurró.

La expresión de él se tornó confundida y se separó de su madre para mirarla a los ojos.

—¿De qué hablan? Estoy como siempre... — Proclamó, pero mentía.

Su madre sonrió, plantó un beso en su mejilla y se fue detrás del resto.

Después de que el coche desapareció por el camino de entrada al chalet, Justin se encerró en su habitación y se dirigió al balcón, el cual tenía vista al lago. Marcó aquel número telefónico que su cerebro ya había memorizado y sonrió mientras oía los pitidos de la llamada saliente.

—Increíble...— Respondió la voz risueña de Lila.

La enfermera estaba de pie en la sala de su casa, donde había colocado un jarrón repleto de agua para que soportara las flores que Justin le había enviado. En realidad, en ningún lugar del regalo estaba indicado el emisor del mismo, pero ella sabía que se trataba de él ya que, en medio del enorme ramo que contenía diferentes especies, lleno de colores, se encontraba una solitaria flor de papel hecha a mano.

—¿Son lindas?— Preguntó Justin a través del celular.

—Preciosas... — Murmuró.

Estaba impresionada. Jamás le habían regalado flores de ningún tipo, creía que era algo sin importancia, más cuando llegaron a su puerta no pudo evitar sentirse emocionada y halagada.

—Entonces espera a ver las que hay en mi jardín— Él insinuó.

—¿Tu jardín?

—Sé que vuelves a la clínica el próximo lunes, y quiero que disfrutes tu último fin de semana libre... He pensado en que vengas a pasar un día en mi casa. Estoy convencido de que te gustará.

Lila inhaló todo el aire que pudo para cerrar su boca y no sucumbir al impulso de aceptar.

—¿Crees que sea buena idea?— Dudó.

—Lila— Justin pronunció el nombre con suma dulzura. —Cuando estamos juntos, ambos estamos de maravilla, o eso creo percibir... Entonces ¿Por qué intentas poner resistencia?

—Sabes por qué lo hago— Recriminó la aludida.

Un profundo suspiro proveniente del joven llenó la línea, más pronto volvió a hablar:

—Está bien. Hablaremos sobre ello. Aclararé todo lo que pueda... pero para eso tienes que venir.

La muchacha pudo oír la sonrisa en su voz.

—Tramposo— Ella también sonrió.

—Chiquilla...

-



Apenas cruzó la puerta de su casa en Mahogany, lo primero que Green Porter vio fue el exuberante ramo de flores en su sala. Lo miró, desconcertado, mientras transitaba el camino a la cocina, más se abstuvo de examinarlo de cerca.

—¡Green!

Lila estaba por darle un bocado a su cena cuando divisó a su hermano en el umbral de la cocina. De un salto, se paró de su asiento y corrió hacia él, impactando contra su cuerpo.

—Enana... últimamente estás efusiva— Se burló él, pero tampoco podía contener la emoción en su voz. Le devolvió el abrazo y la apretó con fuerza.

Desde sus días perdido en la oscuridad, había pensado que su hermana menor era un ángel. La única que se preocupaba por él y trataba de ayudarlo, incluso aunque se encontrara en un estado deplorable. Lila era la dueña de una bondad y ternura inusitadas en su familia, lo que, a sus ojos, la convertía en la joya de los Porter.

Se separó de ella, besando su coronilla, y pasó las siguientes dos horas hablando sobre Brown, y derramando lágrimas provocadas por sentimientos contrapuestos. La joven lo escuchaba atentamente, llorando a su lado. Había soñado con aquel momento muchas veces y llenaba su corazón de alegría que al fin se hiciera realidad.

Finalmente, Green anunció que tomaría una ducha. Lila prometió recalentar la comida para que pudieran cenar juntos. En cuanto el chico regresó a la sala de camino al baño, su mirada volvió a chocar con el jarrón.

—Definitivamente no volveré a dejarte sola. Me ausenté unos pocos días y ya has redecorado mi casa— Bromeó.

—¿De qué hablas?— Inquirió la voz extrañada de Lila.

Green se detuvo al oírla. Iba por el cuarto peldaño de las escaleras pero de repente recordó algo. Vaciló un instante, sopesando la idea de comentárselo a su hermana. Se decidió por hacerlo:

—He hablado con Derek.


-TatianaRomina

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