Miedo: Sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea.
Finalmente, había llegado a ese viejo vecindario de mala muerte. Los graffitis, la basura en las aceras, los jóvenes fumando crack en los callejones, las personas de dudosa reputación mirando desde las ventanas. Sí, definitivamente estaba en el lugar correcto.
Entonces, la vi, la puerta de aquella puta casa. "Muchos entraban y pocos salían." Eso era algo que repetían los socios de esos bastardos.
Había dos hombres custodiando la puerta. Se podía ver por su camisa ajustada que uno tenía un revolver en su cintura. Mierda estaba descendiendo al maldito infierno.
Disimula tu miedo. — Me decía a mí misma antes de hablar con los hombres que estaban en la puerta. — Ellos huelen el miedo.
— Estoy buscando a Leekie — Les dije con seguridad a los dos hombres de la entrada.
Saqué mi teléfono móvil (había llevado un teléfono desechable, no soy tan estúpida) y se lo entregue al tipo del arma. Ambos compartieron una mirada y me dejaron pasar.
Leekie era el bastardo que estaba a cargo. Tenía alrededor de cuarenta y cinco años. Era alto o por lo menos más alto que yo. No sé qué color eran sus ojos, por lo hundidos que estaban, jamás pude distinguir si eran café o verde oscuro. Era pelón. Su piel y sus dientes amarillos reflejaban que por mucho tiempo había sido víctima de la droga que hora el vendía.
Al entrar al recinto, lo primero que vi fue que las paredes y las cortinas que un día fueron blancas, ahora eran negras por causa de tanto humo. ¡Sorpresa! Manchas de sangre seca en el piso. Mis extremidades estaban temblando y no era por el frío, era aquel imponente lugar.
¿Cuántas personas habían perdido su vida allí? Probablemente jamás lo sabré. Pero algo creía, y era que no solo perdía su vida quien era asesinado allá adentro, sino que también quien le entregaba su vida a una patética droga. Nunca entendí a las personas, ¿para qué inyectarle basura a tu sistema cuando escuchar una buena canción o caminar por el bosque causa el mismo efecto placentero? Eso fue algo que había leído en un libro de Kass Morgan.
Entonces los vi, cuatro jóvenes que no superaban mi edad estaban allí, sobre los muebles más asquerosos que había visto en toda mi vida. Apuesto que había más de treinta fluidos diferentes sobre aquellos sofás. En ese momento, me agradecí a mí misma no haber almorzado.
Una chica se había quedado dormida con la aguja aun clavada a la vena. Su brazo se empezaba a tornar morado ya que aún tenía el torniquete amarrado. Estaba sumergida en mis pensamientos tratando de encontrar la habitación en donde estaba la oficina de Leekie, cuando vi que de la boca de la chica empezó a salir una gran cantidad de saliva amarilla. Los otros jóvenes estaban tan sumergidos en su viaje que ni siquiera notaron que su compañera estaba teniendo una sobredosis. Si alguien no hacía algo, la chica iba a morir. Definitivamente, yo por obvias razones, no estaba en condición de ayudarla.
Continué caminando a través del estrecho pasillo, pasé junto a una habitación que tenía la puerta cerrada con un candado. Se escuchaba el llanto de alguien y como en un intento de salir, arañaba la puerta. Creando un sonido desesperante. De nuevo, yo no estaba en condición de ayudarlo.
Después de pasar por dos habitaciones cerradas encontré la oficina de Leekie. Y ahí estaba el maldito sentado tras un viejo escritorio. El escritorio estaba muy deteriorado a causa de las termitas. Al igual que el resto de la casa.
Pude ver que había un calendario del 75 con una modelo casi desnuda, junto a este había por lo menos cinco agujeros hechos por disparos. A mano izquierda había un cuadrado verde de vidrio sobre una mesa. El cual un día fue una pecera, pero ahora es solo una colección de mugre, musgo y asquerosidad estancada.
ESTÁS LEYENDO
Fugitiva | Camren
Fiksi Penggemar"Mi corazón estaba siendo traspasado por una daga y ella era quien la empuñaba." Historia terminada.