La consulta.

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—Mamá, quiero hablar contigo...
—Ahora no, dulzura. Tengo que corregir estos textos para mañana, si quieres dinero, ten y no molestes, te llamo más tarde. — Madeleine le dio 20£ y se fue corriendo al auto sin despedirse.

Madeleine es dueña de una editorial muy importante en la ciudad de Londres y madre despreocupada de Ketevan.
La joven fue a ver a su padre, pero este jamás desarrollo el instinto paternal por exceso de trabajo.

—Papá, quiero hablar contigo, verás...
—Ay, Katie, ¿por qué siempre cuando tengo un proyecto de investigación con mis alumnos? Hemos descubierto algo maravilloso, posiblemente una nueva especie de polilla, en un par de años la estudiaremos juntos y me podrás superar como biólogo y catedrático. Si quieres ir a una fiesta, ve. Pero te quiero en la casa a las 9:00pm, ni más ni menos, señorita. —Robert besó su frente y se encerró en su laboratorio personal.

Ni la propia Ketevan comprendía como dos personas que se dedican a cosas diferentes estaban juntos, incluso si los veías de forma superficial, no parecían esposos ni familia. Cada quien estaba en su mundo y nadie era capaz de romper aquel muro.

Pasó el día haciendo tarea y después contempló las gotas de lluvia desde su ventana hasta caer en un sueño profundo.

Al día siguiente, las horas que pasaban en el reloj eran más largas de lo habitual, cada minuto se convertía en hora para Katie, hasta que la campana la salvó de aquel desasosiego.

Llegó sola al consultorio, era una casa pequeña pero muy acogedora, el psicólogo fue tan puntual como se acostumbra en éstos lugares.

—Buenas tardes, Doctor Huntley. Me siento muy agradecida de que haya tomado mi caso.
—Ketevan, no hay nada que agradecer, ayudar a las personas es mi labor. —sonrió y señaló el diván floreado que tenía a lado. —Toma asiento y ponte cómoda.
—Gracias.
—¿Quieres un vaso con agua? ¿Algún caramelo?
—Con la pequeña canasta de malvaviscos está bien. Gracias Doctor Huntley.
—Cuentame, ¿Cómo fue que diste el primer paso?
—¿A qué se refiere?
—¿Por qué estás aquí?
—Ah —suspiró —Verá... Yo he sido una chica solitaria, mis padres siempre están ocupados, son buenas personas, pero en ocasiones se olvidan de mí. Nanas y criadas van y vienen por mi casa, lo cual impide que forme un vínculo con ellas. Cuando supe que entraría a la escuela para aprender y hacer amigos, estaba más emocionada que mis padres, apenas puse un pie en aquel instituto donde he estado toda mi vida, cuando aquella ilusión se destrozó, todos estaban con sus padres en la ceremonia de bienvenida y los chicos comenzaron a molestarme pensando que era huérfana. Es algo estúpido, pero...
-Katie, para mí nada de lo que digas es estúpido, puedes expresarte como quieras, hasta con malas palabras si gustas.
-...Inevitablemente me hacían llorar, a pesar de eso, me gustaba la escuela, aprendía muchas cosas y siempre he estado en el cuadro de honor. Pensaba que estaría sola, hasta que llegó Flinn, un chico irlandés que me hizo sentir querida al principio, él robo mi primer beso y también mis primeras ilusiones como ganar el premio de oratoria presentando el mismo discurso que yo. Ese fue el principio de todo, más tarde, vinieron más concursos y plagios. Pero lo amaba tanto que no podía pensar en eso. Nuestro amor se fue desgastando como todo de manera mutua, tanto así que él aprovechaba la oportunidad de hacerme sentir ignorante, débil y crédula.
—¿Y cuál era tu reacción, Katie?
—Llorar, huir del lugar, esconderme en el baño... Los sanitarios eran el único lugar al que Flinn no podía entrar y tratarme mal. Un día, decidí enfrentarme a él, pero lo único que hice fue que todos me señalaran como la culpable de sus problemas, pues él decía que sus crímenes eran por amor... Lo que jamás entendí fue, ¿Qué se puede amar tanto a morir o matar?
—Katie, ¿Podrías hablar sobre los crímenes?
—Tal vez "crímenes" fue una palabra fuerte, lo que quise decir fue que su actitud era destrozar y golpear lo primero que estuviera a su alcance. Yo no quería que fuera así, hablé con él porque deseaba ayudarlo, pero su condición era no separarme de él a pesar de sus abusos. Puede que jamás haya experimentado lo que es el verdadero amor, sin embargo, lo que he leído, dice algo muy distinto al concepto que tiene Flinn de amor. Una persona que te quiere camina a tu lado, quizás no te saca del abismo pero al menos está dispuesto a esperarte y motivarte hasta el final, podrá decir tus defectos pero no por ello te hará sentirte mal y acentuará tus males...

Katie, ya no podía seguir hablando y se aferró al diván para seguir llorando.

—Dígame Dr. Huntley, ¿Hice mal al dejar a Flinn? ¿Es egoísta el hecho de alejarme?

El doctor ofreció un pañuelo de tela y otros más pequeños de papel para la joven.

—Gracias. —observó el pañuelo con una letra "K" bordada en la esquina. —¿Por qué tiene mi inicial en la esquina?
—Ese pañuelo es tuyo, lo borde después de tu llamada. Será tu compañero durante ésta etapa.
—Gracias, Dr. Huntley. —El reloj musical sonó al marcar las 16:00hrs.
—Creo que ha terminado la sesión. Espero verte la siguiente semana, Katie. Incluso si deseas una cita antes de lo acordado, llámame, debemos de tratar muchas cosas.
—Antes de irme, ¿Cuánto es de mi primer consulta?
—La primer cita es gratuita, prefiero que mi paciente tenga la confianza de seguir viniendo conmigo. Pero si deseas continuar, serían 25£ por cuatro sesiones al mes.
—Lo veo la siguiente semana, doctor. Hasta luego.

Katie cerró la puerta y guardó el pañuelo en la bolsa secreta de su gabardina.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2017 ⏰

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