París, Francia. 20 Agosto de 2016.
Samantha se esta levantando a las siete treinta de la mañana, como de costumbre. Mira a su alrededor, y una pequeña sonrisa se desliza por sus labios al recordar que día es.
«Mi cumpleaños»
Se levantan de la cama rápidamente, y se encamina hasta el baño. Se mira en el espejo, y se ve diferente, quizá sea porque hoy cumple diecinueve años de edad y, por alguna razón eso la hace sentir mayor... Aunque nada de ella cambie.
Se lavo los dientes, y esta por salir hasta que un fuerte portazo la acelera.
-¡¿DÓNDE ESTÁ?! – grita una voz masculina desconocida – ¡¿Dónde carajo estás niña?! – vuelve a preguntar.
Ella asustada se mete a la ducha, más no enciende la regadera, sólo se queda ahí esperando lo que vendrá luego. Escucha más pasos corriendo hacia su habitación.
-¡Por favor, no!.
Al reconocer esa voz, se llena de alegría instantánea.
«Mi padre»
-¿Qué quiere? ¿dinero?, si eso es lo que quiere se lo daré – prosiguió Jason –, pero no le haga más daño a mi familia – rogó.
La chica solo escucha con los ojos cristalizados y abiertos de par en par. No sabe que esta pasando, ¿quién les quiere hacer daño? Y lo más importante ¿por qué?.
-Yo no quiero dinero – dijo la voz del otro hombre –. Queremos a tu hija, y si te metes, te mataré.
Esas últimas palabras helaron el cuerpo de la joven, y sollozo en silencio hasta escuchar las que serian las ultimas palabras de su padre.
-¡Samantha, hija, no salgas de donde estas, pase lo que pase!.
Después de eso escucho un disparo y un fuerte golpe contra el duro piso de madera de su habitación...
Su padre había muerto.
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-Saquenla de aquí. ¡Rápido!.
No podio ver, sus ojos están pesados, pero si puede escuchar: ambulancias. Se sentía acostada en un superficie acolchonada pero igual de dura que el piso donde callo su padre.
«¡Mi padre!» Recordó de pronto.
Abrió los ojos tan rápido que no se percato de la asfixiante claridad en la que se encontraba. Desesperada se incorporó y miro para los lados, está entrando a un hospital.
Sintió un punzada en la parte trasera de su hombro derecho. Sin embargo, hizo caso omiso a eso.
-Calmante niña, acuestate.
No articulo palabra, no podía. Se desespero e intento saltar de la camilla, pero enseguida llego otra enfermera y le inyectó un suero en su brazo izquierdo. Se desespero aún más, su rostro está completamente contraído.