La batalla de Gránico

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Ya estábamos allí, donde surgiría la batalla.

Los persas habían elegido un punto sobre el río Gránico para cerrarles el paso a los macedonios. Un punto en el que el río tenía una corriente y velocidad relativamente importante y con las orillas escarpadas.

Ahora no sabíamos qué hacer.

-Tendremos que esperar a mañana- dijo Calístenes

-Tienes razón, por la profundidad del río y por lo avanzado del día, no podremos hacer nada- dijo Ptolomeo

-No, no podemos esperar a mañana, eso es lo que ellos quieren que hagamos- dijo Alejandro

-Entonces ¿Qué debemos hacer?- preguntó Ptolomeo

-Debemos vadear el río antes del amanecer

-¡Pero eso es un acto suicida!-dijo uno de los soldados

-No lo es, es un acto que nos hará ganar la victoria. Así, tomáremos por sorpresa a los persas y tendremos ventaja- dijo Alejandro

-Es imposible cruzar el río con los caballos - dijo otro soldado

-Nos ayudará la sacerdotisa- dijo Alejandro

Todos giraron la cabeza hacía mí. Era un momento incómodo ¿qué se suponía que debía hacer?

El destino de esta batalla estaba en mis manos, pero no sabía cómo lograría que cruzarán el río.

Me acerqué a Alejandro.

-¿Qué tengo que hacer?-le susurré al oído

-La respuesta está en tu corazón, sé que lo lograrás.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Simplemente lo sé, confía en ti misma. Concéntrate en tu objetivo y será fácil conseguirlo.

Yo no tenía la confianza que tenía él, pero debía comenzar a confiar más en mí misma. Porque si yo no confío en mí ¿quién lo hará?

Estaba decidida a conseguirlo, nadie me podía parar.

Caminé hacia el río hasta mojar mis pies en el agua.

Cerré mis ojos y agarré con la mano el colgante. Estaba tan concentrada que era como si no hubiera nada más a mi alrededor. Deseé con todas mis fuerzas que pudieran lograr cruzar el río.

Comencé a sentir aquella fuerza en mi interior, aquella luz poderosa. La marca de Zeus comenzó también a brillar, parecía algo divino. Mi cuerpo se movía muy ligero y era como si mis movimientos fueran controlados.

Alcé mis brazos juntos y los separé poco a poco.

Cuando abrí mis ojos pude ver que el río Gránico había sido partido en 2 partes, dejando un camino entre las partes.

Era increíble, eso lo había hecho yo con mis propias manos. Era como en la historia de Moisés.

Todos miraban asombrados el río. Alejandro sin pensarlo dos veces subió a su caballo y se lanzó al río, liderando así a la caballería del flanco derecho a través del río , dispuesto a golpear el flanco persa.

Cuando los mandos del ejército persa detectan el cruce del río, es demasiado tarde para formar la caballería persa y contrarrestar el ataque de la caballería de Alejandro.

En el ejército persa se encontraban 6 grupos de caballería de 18000 jinetes en un frente de 2km y detrás se situaba la infantería sobre una elevación del terreno, 10000 griegos y 10000 arqueros persas. La estrategia de los persas era localizar y matar a Alejandro.

Yo crucé al igual que los soldados el río, pero aunque estaba en medio de la batalla era como si no me vieran. Comencé a creer que el colgante me protegía dándome una especie de invisibilidad. Desde allí podía ser una observadora de la batalla.

Podía ver a Alejandro luchar, veía que él era una persona valiente, tenaz, frugal y generosa. Él debía ser el mejor en todo, en las armas, en los ejercicios físicos, en la caza y también en la reflexión. Él era un gran estratega, no había nadie mejor.

Desplegaban de norte a sur en el ejército macedonio , los peltastas, la caballería tracia dirigida por Calas, la caballería tesaliana dirigida por Parmenio, 6 falanges macedonias, la caballería compañeros dirigida por Alejandro, la caballería ligera dirigida por Amintas, los arqueros y los peltastas agrianos.

Mitridates (yerno de Darío, el emperador persa) formaba parte de la caballería paflagonia junto con Espiditrates con caballería hircaniaca. Juntos realizaron un contraataque.

Durante la batalla Mitridates es matado por Alejandro.

La batalla continuaba y pude ver cómo Roesaces golpeaba a Alejandro en su casco haciéndole caer de su caballo.
Yo, asustada por lo que le podía pasar corrí hacia ellos, cogiendo por el camino una espada de un soldado ya fallecido.

Cuando Roesaces iba a volver a atacar a Alejandro, puse la espada para detener la suya. Pude darme cuenta que ya no era invisible.

Con todas mis fuerzas aguanté mi espada contra la suya. No tenía la suficiente fuerza para aguantar, así que le pegué una patada apartándolo así de mí.

Él volvió hacia mí empuñando su espada. Yo contraataque bloqueando de nuevo su espada.

Era un tira y afloja que nunca acababa. Sabía que debía hacer algo o acabaría perdiendo. Así que seguí empujando hasta que aparté mi espada y él casi cae hacía delante. Entonces con mi espada le hice un rápido corte en su mano, haciendo así que él soltará su espada. Cuando por fin estaba desarmado, fui hacia él y le pegué un puñetazo que lo dejó inconsciente.

Era más fuerte de lo que pensaba, conseguí derrotarle yo misma.

Giré mi cabeza hacia Alejandro y le sonreí.

Creí que el peligro había pasado pero no era así. En un segundo, Alejandro ya tenía a Espiditrates a su espalda dispuesto a clavarle una espada.

Creía que moriría y eso me asustó.

-¡Nooo!- grité

Cuando Espiditrates estaba a punto de herir a Alejandro, una espada atravesó su pecho.

Espiditrates cayó al suelo ya fallecido. En ese momento pude ver que Clito el Negro (llamado así por su pelo azabache) había salvado a Alejandro.

Cuando pasaron unos segundos, Alejandro se había recuperado y volvió a subir a su caballo.

La batalla continuaba.

La caballería persa al ser presionada por la falange Macedonia en El Centro y por la caballería macedonia en sus alas, se dio a la fuga y no fue perseguida. Los arqueros huyeron dejando solos a los hoplitas griegos, que fueron rápidamente derrotados.

La batalla había finalizado y los macedonios habían conseguido la victoria, pero para Alejandro no había sido suficiente ya que no había conseguido matar a Darío.

De repente me di cuenta de que Sofía y Rachel no estaban, ellas se habían quedado con Calistenes que escribiría la historia de esta batalla. Cuando pude encontrar a Alejandro, me acerqué a él.

-¿Dónde están mis amigas?

-No lo sé, han desaparecido junto con Calistenes

Estaba muy preocupada por ellas.

-Las tengo yo -dijo una voz

Todos giramos nuestra cabeza hacia aquella voz y pudimos ver a Sofía y Rachel con una espada en su cuello.

-Hola Alejandro

Su cara parecía muy sorprendida.

-Hola Memnón-dijo él

Cuando escuché ese nombre supe perfectamente quién era, había leído algo sobre él.

La leyenda del colganteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora